Una situación embarazosa que ha acabado con una curiosa forma de protestar contra la excesiva burocracia y los retrasos de la administración. Es la historia de Nick Stafford, un vecino de la ciudad de Lebanon, en el estado de Ohio. Este hombre quería registrar un coche de su hijo en una de sus cuatro viviendas. Fue a la oficina y no pudo. Pidió un teléfono directo y no lo consiguió. Así una vez, y otra vez. 

Lejos de resignarse, lo que hizo fue demandar a los empleados. Nick Stafford es un hombre insistente, porque hasta por tres veces la justicia rechazó sus demandas. El hombre pedía la identidad de los funcionarios y eso chocaba con la ley de protección de datos. Como su queja no veía la luz, planificó una venganza. Y su venganza consistió en pagar los 2.987 dólares que costaba el impuesto de sus vehículos en monedas de un centavo. Es decir. 298.745 monedas. Para hacerse una idea del volumen, este americano tuvo que contratar a once personas para transportar las monedas y comprar un total de cinco carretillas. 

Stafford se acogió a una ley del año 1965 en donde se afirma que las monedas de curso legal son una forma de pago admisible para cualquier tipo de deuda, impuesto y pago público, como recoge el medio citado anteriormente.