A través del tapón del combustible de los vehículos. Así es como esta red conseguía duplicar la llave de los coches que sustraían y hacerlos totalmente operativos para su posterior venta en Marruecos. Además también anulaban el sistema de seguridad electrónico antirrobo.

Para verificar que no había ninguna medida de vigilancia sobre estos vehículos, los estacionaban en la vía pública durante varios días para después almacenarlos en una finca localizada en la localidad madrileña de Paracuellos del Jarama. Allí, en un zulo bajo chatarra y viejas bicicletas estaba todo el material para poder llevar a cabo todas las falsificaciones. Había de todo. Troqueladoras, placas de matrícula de metacrilato y aluminio en blanco, elementos de punzonado para falsificar números de bastidor, recortes de chapas con números de bastidor ya grabados para superponerlos en los bastidores de los vehículos sustraídos y pegatinas de los fabricantes con información del vehículo.

Siempre era el mismo vehículo robado, la furgoneta Renault Kangoo. Este grupo criminal, que estaba perfectamente organizado, sustraían la misma marca y modelo que los que tenía la red legalmente adquiridos para, posteriormente, falsificar las placas de matrícula y los números de bastidor de los robados, con los datos de los suyos legales.

Hay ocho detenidos, la mayoría de ellos pertenecientes al mismo clan familiar. De origen marroquí residían en el barrio madrileño de San Fermín. El cabecilla de este grupo era el padre de familia quien, con el pretexto de visitar a su familia a Marruecos, cruzaba la frontera e introducía en el continente africano hasta dos vehículos por semana. El mismo método utilizaba otros miembros de esta red que cumplían las ordenes de su jefe a cambio de 1.000 euros por viaje y coche entregado. Se han llegado a recuperar hasta 57 de estos automóviles.

Otra rama de la organización utilizaba vehículos de alta gama para robar en diferentes farmacias de la Comunidad de Madrid. Actuaban de noche, ocultos bajo gorras, pasamontañas y varias prendas de ropa que ocultaban su identidad real. Elegían las farmacias que estuvieran próximas a una gran vía de comunicaciones para poder escapar a gran velocidad y que tuviesen mucha afluencia de público para asegurar un mayor botín, que en algunos casos ascendía a unos 20.000 euros.

Esta operación denominada “MUTALA” ha sido llevada a cabo por la Sección de Delincuencia Organizada del Automóvil de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y dirigida por el Juzgado de Instrucción nº 5 de Madrid.