El efecto inmediato producido por la carta “a la ciudadanía” de Pedro Sánchez ha sido alentar la estrategia del miedo a la derecha y a la ultraderecha para movilizar en la calle a sus fieles. Se trata de una grave irresponsabilidad que profundiza la división de la sociedad española y provoca aún más desconfianza en las instituciones democráticas.

Sus alusiones a la prensa, considerada como medios al servicio de esa fantasmagórica ultraderecha, son un intento de deslegitimar uno de los pilares de la sana democracia, la fuerza de la opinión pública y su función crítica frente a todo lo que altere las reglas de juego del sistema, por ejemplo, lo que conculque la separación de poderes y el uso partidista de las instituciones, además de la corrupción. A la intimidación sin precedentes a determinados medios de comunicación, que supone una amenaza contra la libertad de expresión, se suma el alineamiento mediático que exige el presidente del Gobierno en torno a su persona y sus decisiones. Una forma en la que Sánchez está imitando a quien detesta, Donald Trump.

Tan grave como esto es el señalamiento a los jueces, como han denunciado las principales asociaciones de la Magistratura. Sánchez alimenta una guerra sucia contra la justicia para justificar futuras intervenciones en el Consejo del Poder judicial y en el Supremo, medidas que lleva acariciando desde hace tiempo. En lugar de asumir sus responsabilidades y rendir cuentas con transparencia, el Presidente se envuelve en un manto de victimismo y aboca a la sociedad a un patético “conmigo o contra mí”.