Hablamos mucho de lo que ocurre en China, en Estados Unidos y en Rusia, pero hablamos poco de la India. Y la India es el país más poblado del mundo. Este viernes ha comenzado un largo proceso electoral que durará hasta junio, en el que casi 1.000 millones de personas están llamadas a las urnas para elegir a los representantes de la Cámara Baja y el futuro Gobierno. La India está gobernada desde hace diez años por Narendra Modi y el BJP, un partido nacionalista hindú que en cuestiones sociales y culturales es muy radical y que utiliza la religión como instrumento electoral. Modi discrimina a musulmanes y cristianos, favorece la migración de hindúes y explota el sentimiento identitario. Con Modi la calidad de la democracia se ha reducido de forma considerable. Las ONG, los medios de comunicación y los jueces tienen menos libertad.

La economía de la India crece con fuerza, pero lo hace gracias al desarrollo de industrias que no crean mucho empleo. Buena parte de la población joven está frustrada porque ve sin esperanza el futuro. Hay mucho que hacer para que el país consiga un nivel aceptable en sanidad y en educación, pero Modi responde a los problemas con ideología nacionalista. Quiere convertir a la India en una potencia mundial de primer orden. A medida que China se ha convertido en una amenaza el valor de la India ha aumentado. Estados Unidos, en particular, está cortejando al país. Pero el nacionalismo es también una amenaza en política internacional. Una nueva victoria de Modi alimentará su agresividad interna y externa.