El viaje de la vida hasta los últimos años y la soledad no deseada

COPE conversa con Rafael, Luisa, Antonio, Rosario y Ana, cinco mayores con historias diversas que sufren soledad no deseada en Córdoba

Laura García

Córdoba - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Dice Luis García Montero, en su ‘Un año y tres meses’, que una historia de amor es un viajero que se sienta en la mesa para hablar de la vida. Rafael Sanguino, de 72 años, nos cede estas palabras en la Calle Pérez de Castro de Córdoba, donde se encuentra la sede de Cáritas. Se sienta en la mesa junto a Luisa y Rosario para hablar de lo más íntimo, para emocionarse al acordarse de su mujer, de la vida que ya no es tan vida o no tan plena, y también para hablarnos de su juventud.

Rafael Sanguino (72) durante la entrevista

COPE se acerca hasta ellos para para ponerle voz a ese paso del tiempo, donde, a veces, la soledad se hace un hueco demasiado profundo.

En Córdoba, la soledad no deseada en mayores se eleva hasta casi la mitad en personas mayores de 55 años y se agrava cuando sobrepasan los 80… El curso de la vida los coloca en el ostracismo social más injusto. Con hijos que han fallecido, se han mudado o no tienen todo el tiempo que quisieran para visitar a sus padres.

Luisa Muñoz (77) durante la entrevista

En casa, en actividades de grupo, acompañados de un hijo, una hija, un familiar, en una residencia rodeados de iguales y de grandes profesionales que les acompañan cada día … Tienen nombres, una historia detrás, ellos han sido nuestro pasado y nosotros, todos, seguro, seremos como ellos algún día… enfrentándonos a los mismos trotes del paso del tiempo. A Rafael, Luisa, Antonio, Rosario y Ana, a esos mayores que nos han traído hasta aquí, y que nos sostienen como hijos y nietos, la sociedad, solo me queda decirles, otra vez, gracias… por haberos abierto a estos micrófonos y por permitirnos entrar en vuestra realidad, que es también la nuestra.

El viaje de la vida hasta los últimos años y la soledad no deseada

Vivir acompañados de iguales

Para paliar la sensación de abandono, hay espacios, como las residencias, donde les ayudan a sentirse parte de una comunidad, integrados. "Entrar en una residencia es triste de por sí, pero se compensa por los cuidados y las atenciones que nos dan. Me siento bien, integrado en las nuevas amistades y querido", asegura Antonio, residente en el Hogar Residencia de Cáritas 'San Pablo'.

Otro ejemplo es el del Residencial María Luisa, ubicado en Rute (Córdoba). Su gerente, Yael Haro, asegura que, en algunos casos, "sienten que venir a nuestra casa es una abandono por parte de la familia. Pero yo siempre les hago un ejercicio de empatía, que piensen si al resto de personas que viven con ellos les ha abandonado su familia. En ese momento se dan cuenta de que no. Estando en la residencia, el tiempo que pasan con sus familiares es de calidad, porque todos los recardos y todas las obligaciones ya están cubiertas", expresa.