Una de las cosas más maravillosas que te pueden pasar en esta vida, es tener hijos. Sí, todos los padres coinciden en que tus prioridades y tu mundo cambia por completo, pero que es la mejor sensación que han experimentado nunca. Y si eso ya es de lo mejor que te puede pasar, imagínate lo que tiene que ser convertirte en abuelo.

Es algo que no se puede explicar con palabras, por mucho que se intente. Aunque hay quien sí sabe definir el gran amor que encuentras en ti cuando te conviertes, por fin, en abuelo. Y si no, que se lo digan a Juan y Consuelo, o más conocida como Chelo, que tienen tres nietos de los que presumir.

Esta entrañable pareja tiene 72 y 70 años respectivamente, y, cuando nació su primer nieto, Jorge, experimentaron un amor que nunca habían entendido hasta ese momento. Como lo definía Juan, se trata de "una nueva etapa, una nueva forma de disfrutar". Y es que, con él, han hecho cantidad de cosas, desde tirarse al suelo para jugar hasta pasar horas imaginando nuevos escenarios.

Cuando creían que lo tenían todo, nacieron Eva y Ana, sus nietas, que ahora tienen 10 y 8 años, y con las que han repetido todas estas hazañas. A ellas, además, han tenido la suerte de cuidarlas y de tenerlas muy cerca, ya que con los trabajos de sus padres, han tenido que hacerse cargo de ellas durante años.

Las divertidas horas de juego con sus nietas y sus lecciones

A Juan y a Chelo no hay nada que les guste más que pasar el rato con sus nietos, de quienes reconocen que aprenden miles de cosas cada día. En otras palabras, como decía Chelo, pasar tiempo con ellos les aporta "mucha vitalidad".

Y es que dice que en sus vidas no estarían tan activos sin la presencia de sus nietas, que tienen una energía inagotable y una curiosidad desbordante que quieren compartir con sus abuelos.

"Tenemos muchas conversaciones con ellos, son sorprendentes. Te preguntan cosas, tienen muchas inquietudes, captan todo y te preguntan todo, preguntas muy variopintas" decía divertida Chelo.

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Y no solo eso, porque como recuerda Juan, cuando recoge o lleva a las niñas al colegio, le preguntan sobre esas cosas de actualidad que escuchan y ven en los medios de comunicación.

Cuidar de ellas se ha convertido, como dicen, en su principal trabajo, y no hay nada que les guste más que eso. "Nos mantienen ocupados, pero no pueden ser las 24 horas. Te mantienen vivo, activos, leer, trabajar, hacer estudios con ellos, hacer senderismo...Todo" reconocía Juan.

De ellas aprenden mucho, y ellas de sus abuelos. Por ejemplo, a comer comida rica y a pedírsela cada vez que están con ellos.

El divertido postre que les piden al terminar de comer

Estos dos entrañables abuelos contaban que, cuidando de sus nietas, sus vidas pasan "a un segundo plano", pero no hay nada que les haga más felices. Con ellas hacen de todo, desde ayudarles con los deberes, jugar al ajedrez o leer antes de dormir.

Pero si hay algo que les guste a Eva y a Ana es ir a casa de sus abuelos para que les cocinen cosas ricas. Y es que ellas mismas reconocen que hay ciertos platos que sus padres no les dejan comer, como las patatas fritas.

"Su padre no les da patatas, y tenemos que llegar diez minutos antes para comprarles y les encanta, me obligan a ir por las patatas" contaba divertido Juan.

Sin embargo, hay algo que les exigen de forma divertida, a lo que ellos no pueden sino consentirlas. Se trata de un postre atípico para después de comer: leche con patatas fritas. Algo que, a la madre de las niñas, no les gusta nada. "El postre es un vaso de leche con patatas fritas, si ella quiere, está divino" decía Chelo.

Sea como sea, pasar el tiempo con ellas es un recuerdo eterno que une una de las relaciones más bonitas que pueden existir: las de los abuelos con los nietos.