La Iglesia de Granada, pulmón de miles de familias que sufren cortes de luz, tiroteos y la pobreza

'Informe ECCLESIA' ha conocido la realidad de los vecinos en el Distrito Norte de Granada y los barrios de Cañada y El Barranco en la localidad de Atarfe: "Están muy castigados"

José Melero Campos

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'Informe ECCLESIA: La Iglesia en Andalucía' se ha dirigido este viernes hasta Granada, una provincia donde la pobreza y la exclusión social es también una realidad tanto en la capital granadina como en la provincia.

En el último informe de 'Pobreza y Exclusión Social' elaborado por la Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social publicados el pasado mes de octubre, revelan que la pobreza creció a raíz de la pandemia especialmente entre las mujeres, que registra la segunda tasa más alta de paro femenino en Andalucía, solo por detrás de Huelva.

Asimismo, el abandono escolar temprano también creció en la provincia, con un porcentaje que ronda el 25%, en este caso solo superada por Almería y Huelva.

En ECCLESIA ponemos el foco en la labor que realiza la Iglesia en algunos de estos barrios, como es el Distrito Norte de Granada capital o las zonas de Cañada y Los Barrancos en la localidad de Atarfe. Espacios donde las administraciones acuden poco, ni siquiera en la campaña electoral en la que estamos inmersos para las elecciones andaluzas del 19 de junio.

Cortes de luz, tiroteos y pobreza: el abandono del Distrito Norte de Granada

El Distrito Norte de Granada está integrado por una serie de barrios: Almanjáyar, Campo Verde, Cartuja, Casería de Monijo, Parque Nueva Granada, La Paz y Rey Badis. A todos ellos les une el desempleo, la pobreza en muchos de sus vecinos y el hastío.

Unos barrios donde los cortes de luz son muy frecuentes para una población castigada, que no ha terminado de recuperarse de la crisis económica del año 2008. Desde entonces, sus problemas se han agudizado, especialmente a raíz de la pandemia.

La Iglesia, a través de sus instituciones y parroquias, trata de paliar todas las necesidades de sus gentes, aunque no llegan a todo. Entre ellos se encuentra Mario Picazo, párroco de Nuestra Señora de la Paz y la Sagrada Familia, se muestra pesimista respecto al futuro del Distrito Norte granadino: “Es una población que está muy machacada y con poca perspectiva de futuro”, lamenta en ECCLESIA.

El sacerdote ha dibujado el panorama de la zona y a los que las administraciones no ponen solución: “La tasa de desempleo es muy grande, lo que impide al barrio ver el futuro con más esperanza. Tenemos la tasa más elevada de absentismo escolar. Se acumulan los problemas a los que no se dan respuesta. Se ponen parches, pero no soluciones a largo plazo”, ha expuesto.

Uno de los barrios más conflictos de la zona es Almanjáyar, uno de los espacios más degradados de Andalucía. Las personas que tratan humildemente de ganarse la vida se entremezclan con los vecinos más conflictivos. La policía brilla por su ausencia, el correo prefiere no pisar por allí y ni siquiera los repartidores de pizza a domicilio hacen su entrega, por miedo a que les roben, según ha contado Mari, una de sus habitantes.

“Desde pequeña recuerdo que iba caminando por la calle y me encontraba jeringuillas, gente pinchándose por las esquinas... Es un barrio donde las peleas, los tiroteos o los cubos de basura ardiendo forman parte del día a día.”

Por su parte el párroco de Nuestra Señora de la Paz y la Sagrada Familia reconoce esta realidad, si bien considera que también hay cierta dosis de estigmatización hacia su gente: “Hay un potencial de gente muy bueno, pero no se apuesta seriamente por la población. La sociedad no tiene escrúpulos para que tengan otras salidas antes que recurrir a la economía sumergida, que es pan para hoy y hambre para mañana, y no crea relaciones sanas”.

Pero Mari insiste en compartir algunas experiencias desagradables vividas en el barrio, como el día que agredieron a su hijo y a su sobrino: “Los dos bajaron al campo de fútbol de debajo de mi casa. Cuando me asomé por la ventana comprobé que había mucha gente jugando y me despreocupé. Unos diez minutos más tarde llamaron los dos a la puerta y tenían la cara echa un cristo, porque al parecer llegaron dos chiquillos mayores que ellos, que yo se quienes son, porque aquí nos conocemos todos, y con una excusa absurda empezaron a pegarles”, ha relatado.

“Lo más normal por la noche son las reyertas y los tiroteos. Y una de esas noches, hará unos dos años, me tuve que esconder con mis hijos en una habitación de mi propia casa que estaba retirada de la cocina, que da a un callejón donde estaba habiendo disparos. Algunas de las balas estuvieron muy cerca de darnos en la cabeza. Pero lo más grave de todo es que te acabas habituando a eso”, ha agregado.

Muchas de las familias que integran el Distrito Norte salen adelante gracias a empleos precarios, como mujeres que trabajan en el sevicio doméstico, los mercadillos o fontanería. La mayoría de ellos no están dados de alta, por lo que no tienen seguridad laboral.

Asimismo, los cortes de luz son una constante en los últimos tiempos en las viviendas, y que aleja al barrio aún más de la normalidad, como explica Mario Picazo: “Es el remate de esta situación, porque en el mundo en el que vivimos no se puede hacer una vida de normalidad sin la luz. Esto hace más difícil poder dar pasos para resolver los problemas. Estar horas y horas sin luz, sin calefacción comida, frigoríficos... les obligas a tener que estar en la calle, buscando alternativas”.

Un problema de suministro que el sacerdote atribuye a la despreocupación de ENDESA a la hora de revisar las instalaciones: “Desde que se construyeron las viviendas en el barrio no se han revisado, y las necesidades de las casas han cambiado. Las instalaciones no están preparadas para aguantar el suministro que hoy se necesita. Empezando por eso y siguiendo que en nuestra zona hay mucha gente que no tiene ni el ingreso mínimo para vivir ni pagar las facturas”, argumenta Picazo.

A su juicio, este problema se resolvería con voluntad por parte de las administraciones y de la empresa eléctrica, dando facilidades a quienes no pueden afrontar el coste: “No se puede solo estigmatizar un barrio y decir que la causa son los engaches ilegales sin más, porque no es así”, añade.

A todos estos problemas la Iglesia ayuda en lo que puede a través de Cáritas o asociaciones creadas en el Distrito Norte de Granada para que la labor pastoral sea más intensa: “Hemos creado una plataforma junto a asociaciones de vecinos y ONGs del barrio para cambiar la imagen del barrio y reclamar la presencia de las instituciones, por que una sociedad que no tenga en cuenta a la gente es una sociedad que se construye en falso”, ha afirmado Mario Picazo.

Los Barrancos y Cañada, dos puntos negros del narcotráfico en la provincia de Granada

Desde hace un tiempo, la barriada de Cañada y El Barranco, enclavados en el municipio de Atarfe, forman parte del mapa negro del narcotráfico en la provincia granadina. Las operaciones policiales incautan con frecuencia plantaciones de marihuana. A ello se suman los tiroteos que cada cierto tiempo alteran la vida de unos vecinos castigados también por el abandono de sus gobernantes, el desempleo y unos servicios públicos deficientes.

Fabiola García es vecina desde la infancia de El Barranco, y durante muchos años ha colaborado en los diferentes programas de la Iglesia y del Ayuntamiento de Atarfe para dignificar a sus habitantes, tal y como ha relatado a ECCLESIA.

“He estado de monitora de alfabetización con mujeres sobre todo, que tenian inquietudes e interés por aprender a leer y escribir para así buscar trabajo. Creamos un aula dentro del propio El Barranco y teníamos también una asociación infantil para trabajar con niños y adolescentes. Otro programa es para la integración de familias con barrios desfavorecidos, sobe todo de la comunidad gitana”, precisa.

La realidad en Cañada y El Barranco es compleja, pero se han logrado hitos, como la escolarización de todos los menores gracias a algunas fundaciones, aunque el paro entre la población joven es elevadísima: “Durante el boom inmobiliario había mucha construcción pero poca industria”, detalla Fabiola.

Por ello, parte de los vecinos buscan obtener ingresos en el campo, con la venta de chatarra... aunque algunos (los menos), han podido abandonar el barrio gracias a sus estudios universitarios: “El tema de la droga aparece mucho en prensa, y es verdad que tenemos un problema con las plantaciones de marihuana, pero al igual que en otras zonas de Atarfe menos señaladas”, matiza la vecina.

Fabiola García ha elogiado la labor de la Iglesia en estos espacios: “Cáritas funciona muy bien con sus trabajadores sociales. Mis padres por ejemplo eran socios de Cáritas para mensualmente una cuota y ayudar a estas personas con alimentos, pago de contrato de alquiler, de la luz, etc”.