"La familia es ese lugar bonito que nos da cobijo, pero por otro lado puede ser una cárcel", apunta el actor Fran Perea sobre la historia que refleja "Retorno al hogar", un texto del Premio Nobel Harold Pinter que adapta y dirige Daniel Veronese.

La obra del dramaturgo y poeta británico se representará en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa de Madrid a partir de este jueves y hasta el próximo 5 de febrero.

En ella, Pinter retrata con crudeza las contradicciones y tensiones entre un padre viudo que vive con dos de sus hijos, ya adultos, y un hermano, un entorno que visita el mayor de los hijos, aparentemente el triunfador, con su mujer.

A partir de ahí, sobreviene una tormenta de reproches, envidias y dardos verbales, en un ambiente opresivo y de desprecio.

Un texto que no es lo que parece, asegura Miguel Rellán, el padre de familia; que "está lleno de luces y sombras", en el que a los propios actores les faltan datos. "Es como tener una partitura, pero sin el tono en el que debes tocarla; hemos tenido que dilucidarlo", apunta el actor.

En la misma línea, Fran Perea apostilla que el texto "está desprovisto de lógica, parece que de él se han caído páginas" para explicar determinadas circunstancias, aunque han sabido imprimirle cotidianeidad.

"¿Quién no ha ido a una cena de Navidad y ha dicho antes: de esto no se habla con tal o cual persona?", comentan riendo al unísono.

Ambos actores, que están acompañados por David Castillo, Alfonso Lara, Juan Carlos Vellido y Silma López, coinciden en señalar que la obra trata temas que preocupan al ser humano, unas relaciones donde la envidia emponzoña los vínculos.

"Se habla de la envidia pero hay más cosas, hay antecedentes que el espectador no tiene, resentimientos" que ennegrecen el encuentro, apunta Rellán.

Perea, por su parte, cree que las rencillas de su personaje, Lennie, tienen que ver porque ve peligrar su trono con la llegada del hermano mayor, "él, que está llamado a ser el sucesor".

Personajes con distintos valores a los que hay que encontrar una moral, "que no acaban de tenerse respeto y que demuestran un yo superlativo, queriendo ser siempre protagonistas; con exceso de amor propio", subraya Rellán.

Una obra árida, en la que también hay comedia en el absurdo de Pinter (Londres, 19302008). "En la sesión más dramática y sesuda también hay risa", remarca Perea.