Pilar y Rosa no pierden la esperanza de encontrar a sus seres queridos

Carmelo y Pedro Matías desaparecieron en circunstancias extrañas

Pilar y Rosa no pierden la esperanza de encontrar a sus seres queridos

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Carmelo desapareció hace 29 meses en Canarias. Tenía 65 años. Aquello ocurrió un miércoles, tal y como recuerda su mujer, Pilar: “Ese día libré y me traían a casa una lavadora nueva. Cuando la estaban instalando, faltaba una manguera, y le dije a Carmelo que fuera a un centro comercial a comprarla. Salió de casa sin móvil ni rebeca. Una vez la compró, se disponía a regresar a casa, y a unos 800 metros una vecina le vio por última vez. Desde entonces no sabemos nada de él." No hay día en el que Pilar no piense en lo que pasó, dónde está, si tiene hambre o frío.

El estado de salud de Carmelo era delicado. Tenía problemas de visión, diabetes y una enfermedad degenerativa que afecta a sus huesos: “Por suerte no tenía enfermedad mental. Y en casa no teníamos problemas como para desaparecer voluntariamente. Yo eso lo descarto.”

Un posible secuestro, el asesinato o marcharse de casa por no querer a la familia, ha pasado por la cabeza de Pilar para explicar lo ocurrido: “No tenemos respuesta de ningún tipo, pero desde luego no se marchó voluntariamente porque adora a su hija, y en nuestra pareja no teníamos grandes problemas. Tampoco tenía enemigos.”

El día a día de Carmelo era el propio de un señor jubilado: "Yo iba a trabajar y mi hija al instituto. Por la mañana se dirigía al centro donde ejercitaba su mente para no perder la orientación. Llegaba casa al mediodía para comer. Por la tarde iba a natación para ejercitar los músculos, que le venía bien para que no se agravase la enfermedad, a veces tomaba un café con alguien...”

Para Pilar y su hija, lo más difícil ha sido asumir la falta de respuestas: “No se ya qué pensar. A veces pienso que está muerto y otras que vive. Es una persona diabética, por lo que alguien tiene que cuidarle siempre. Si no toma la medicación, su deterioro es más rápido. Se dejó la medicación en casa, y no ha vuelto a retirar recetas en ningún centro de salud, al menos a su nombre. Tampoco dispone de una tarjeta de crédito”, lamenta Pilar.

En el momento de su desaparición, las operaciones de búsqueda fueron intensas. Amigos, familiares y conocidos contribuyeron, peinaron toda la zona, pero no había rastro. La investigación a día de hoy sigue su curso, pero sin avances sustanciales: “Lo único que me mantiene viva es la esperanza y mi hija de catorce años. En el momento de la desaparición tenía once. Ya poco a poco va siendo consciente de que su padre desapareció, pero al principio lo pasó muy mal. No sabía si a su padre se lo llevaron, le asesinaron o se tiró por el barranco. Ella se sentía culpable, al igual que yo.”

Pilar reconoce que emocionalmente van a peor con el paso del tiempo: "Al principio tienes la fuerza de encontrarlo, pero a día de hoy no le tenemos con nosotros.. Emocionalmente estamos más sensibles, porque piensas que no le encontrarás con vida."

Su mujer le echa mucho de menos: "Mi vida personal no existe sin él. No le puedo contar mis cosas a nadie, no podemos reírnos, hacer los proyectos que teníamos en mente como viajar a París o a Inglaterra. Todo se quedó sin cumplir."

Rosa cree que el vecino está relacionado con la desaparición de su hijo

Fue el 26 de marzo de 2009 cuando se supo por última vez el paradero de Pedro Matías. Tenía 31 años. Su desaparición se produjo en un barrio de Gijón. Su madre, Rosa, ha perdido la esperanza de encontrarlo con vida. Todo empezó sobre las doce del mediodía, cuando el compañero de trabajo y amigo de Pedro Matías, George, fue a buscarle a casa para tomar una cerveza. A la una de la tarde ambos se despidieron.

La llegada de Pedro Matías a su casa estaba prevista a las dos de la tarde para comer. Dada su tardanza, su madre y su abuela se empezaron a preocupar. Trataron de ponerse en contacto con él a través del móvil. Aparecía apagado. Algo extraño en él, tal y como afirma Rosa, ya que solía ser precavido y cargar el móvil. Las alarmas saltaron cuando George comentó a la madre de Pedro Matías que se había despedido de su hijo hacía más de una hora.

En la conversación que mantuvieron George y Pedro Matías, quedaron en verse pronto para que este último volviera a trabajar con George en el sector de la construcción: “Mi hijo iba a volver a la obra tras la Semana Santa. Quedaron en llamarse, por lo que no fue una desaparición voluntaria.”

En las horas previas a la desaparición, Pedro Matías no experimentó ningún cambio de actitud, pese al cansancio que manifestaba tras varias semanas cuidando de su madre, recientemente operada, y de su abuela, que apuraba sus últimos días de vida como consecuencia de su delicado corazón: “Mi madre estaba a punto de fallecer. Mi hijo estuvo quince días sin apenas dormir, pendiente de su abuela. Yo también estaba mal por la operación y porque sabía que mi madre se iba a morir en cuestión de días.”

Cuando se produjo la desaparición, los familiares de Pedro Matías se pusieron en contacto con amigos y conocidos para iniciar la búsqueda junto a la Policía y la Guardia Civil. No había ni rastro del hijo de Rosa. Se trasladaron a la zona del mar, se llamó a los hospitales… Como si se lo hubiera tragado la tierra. Rosa asegura desconocer las causas. Apunta que no tenía ningún problema con nadie: “Era un chaval limpio. No le gustaban los chismorreos, jugaba al fútbol sala… y no tenía problemas de dinero o de droga.”

Pese a que no se han obtenido pruebas concluyentes, Rosa sospecha que el vecino de arriba tiene algo que ver con la desaparición de Pedro Matías: “Le tenía muchísima envidia, entre ceja y ceja. Era un acoso La policía le llegó a investigar y a detener durante 72 horas. De hecho, después de lo ocurrido nos amenazó de muerte. Amenazas que están grabadas.”

Durante la investigación, el otro hijo de Rosa, Jorge, se enfrentó con el vecino en varias ocasiones: “Nos decía cosas horribles, como que nos mataría a los dos. Yo me encaraba con él, y le decía que ya había matado a mi hijo. Le pedía que al menos nos dijera donde lo tenía enterrado. Ante esas acusaciones tan graves, únicamente se reía de manera sarcástica y nos respondía que no teníamos forma de demostrarlo.”

Rosa ha ido más allá, y ha relatado como el vecino maltrataba a su padre, que posteriormente se suicidó: “Le maltrataba física y psicológicamente. Cuando su padre denunció a su propio hijo, declaró que también estaba vinculado a la desaparición de mi hijo.”A día de hoy, Rosa es realista y no cree que Pedro Matías esté vivo.