Sigue la lucha a favor de la vida

Al avalar, trece años después, la ley de plazos del gobierno de Rodríguez Zapatero, el Tribunal Constitucional considera el aborto como un derecho. La CEE habla en una nota de ley “acientífica e “ideológica”, mediante la cual la vida del bebé deja de merecer protección en los primeros momentos de su vida. Apelar al derecho de la madre a decidir sobre su propio cuerpo resulta una falacia, puesto que se desprecia a ese otro ser humano. Los obispos hablan incluso de “darwinismo social al servicio del neocapitalismo más salvaje”.

Un ejemplo de esa mentalidad la ven en el plazo ampliado para los bebés con Síndrome de Down, uno de esos colectivos –hay más– contra los que sistemáticamente se vuelve el supuesto derecho al aborto, cuando las leyes renuncian a defender a los más débiles. Este diagnóstico, duro pero certero, introduce una nota de racionalidad en el debate público, contaminado en exceso de intereses e ideologías.

Lo que no cambiará con la sentencia es el compromiso activo de católicos y otros grupos sociales que comparten una misma visión acerca del “valor sagrado” de la vida humana. Contrariamente a la imagen que algunos proyectan, no es una batalla contra nadie, ni contra aquellas mujeres que se vieron abocadas a abortar, ni mucho menos contra las embarazadas en situación de dificultad a las que se busca ayudar con todos los medios posibles.

Desde esa actitud de compromiso, surge un mensaje creíble, con la demanda a las administraciones públicas de que, “en lugar de proclamar el derecho al aborto, promuevan iniciativas que ayuden a la mujer a vivir su maternidad”.