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Un mito del campo bravo español. Un carnicero de la localidad madrileña de Galapagar que un día apostó por criar toros bravos en las duras tierras de las estribaciones de la sierra de Guadarrama.
Tras varias intentonas con otro tipo de ganado, Victorino Martín convenció a sus hermanos Adolfo y Venancio para hacerse con un lote de procedencia Albaserrada adquirido a los Escudero Calvo destinado al matadero. Con esa materia prima comenzó a moldear un toro que acabó siendo referencia de aficionados y toreros durante todo el último tercio del siglo XX y estas primeras décadas del siglo XXI.
Victorino Martín supo seleccionar y sanear una ganadería que lidió su primera corrida de toros en la plaza murciana de Calasparra un 29 de septiembre de 1966. Pero fue dos años más tarde, cuando de verdad la ganadería saltó a la boca de los aficionados. Victorino ofrecía una corrida de toros de forma gratuita para que la lidiasen Palomo Linares y El Cordobés en plena Feria de San Isidro. Ninguno de ellos aceptó. Pero este 'marketing' primigenio le valió para darse a conocer en todo el mundo taurino.
Sus pavorosos toros, aún de una bravura indómita, fueron tan esperados por los aficionados como temidos por los de luces. Sin embargo, la alquimia genética y los juegos de sangres que se estaban fraguando en los campos madrileños y posteriormente en los de Extremadura, pronto iban a dar espectaculares resultados.
Y es que Victorino Martín supo moldear un toro de una bravura total. Animales complicados de salida, que empujan con fijeza en los caballos que llegan al tercio de muleta embistiendo con humillada y encastada entrega. Todo ello con el aditamento de un trapío imponente, toros de capa cárdena o negra, ojos saltones y vivos, degollados de papada, lomo recto y sobre todo unas defensas astifinas y veletas que imponen desde su salida al ruedo.
La plaza de toros de Las Ventas de Madrid ha sido la plaza talismán de esta ganadería. Victorino Martín ha acudido a la Feria de San Isidro casi de forma ininterrumpida desde el año 1972 aunque sus dos grandes cumbres llegaron en el año 1982.
Victorino Martín Andrés salió a hombros la tarde del 1 de junio de ese año tras lidiar un gran encierro en la que se llamó la Corrida del Siglo. Un festejo en el que triunfaron Francisco Ruiz Miguel, José Luis Palomar y Luis Francisco Esplá.
Pero no acabaron ahí las buenas noticias ese año en Madrid. Días después, el toro Velador era indultado tras ser lidiado por José Ortega Cano en la Corrida de la Prensa. Victorino ascendía a la cumbre de los ganaderos españoles.
Desde entonces, todo torero ha elegido los toros de la A coronada para sus grandes gestas en los ruedos. Andrés Vázquez, Francisco Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá, Pepín Liria, El Tato, o El Cid han sido los grandes especialistas de los toros de Victorino.
Pero no todo han sido luces en la carrera de Victorino. Sospechas de ‘afeitado’ o el desacuerdo con el reglamento, hicieron que el ganadero madrileño se autoexiliase a Francia. Duró poco esa ausencia en ruedos españoles.
Siempre instalado en la cima de los ganaderos, su gran éxito en los últimos años llegó en Sevilla. El toro ‘Cobradiezmos’ era indultado tras ser lidiado por Manuel Escribano. La evolución del toro de Victorino era total. Sin perder su casta y bravura natural, este toro tuvo una clase, nobleza, humillación y entrega fuera de lo común. Un toro diez.
Pero en sus fincas cacereñas no solo han pastado los ‘albaserradas’. En los últimos años, también Victorino junto a su hijo emprendieron la tarea de recuperar dos encastes señeros de la cabaña brava española, Vega Villar y Urcola, con esperanzadores resultados en la actualidad.
Distinguido con numerosos premios taurinos, Victorino también fue reconocido con el Premio de Cultura 2011 de la Comunidad de Madrid, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2013 y con el Premio Nacional de Cultura en la categoría de Tauromaquia este pasado año. Hace escasos quince días lo recogía en Cuenca. Fue su última aparición pública.
Con Victorino Martín Andrés se va una manera de entender la Fiesta, de criar un determinado toro de lidia. Referencia de ganaderos y mito para los aficionados. Su legado queda en manos de su hijo Victorino Martín García. Su herencia y su memoria, están a salvo.