Paco Ureña, toreo y entrega como armas para triunfar en Guadalajara

Abrió plaza y Feria un toro de Monte la Ermita de tan buenas hechuras como de apagada vida. Antes de entrar al caballo de forma casi testimonial, el animal ya trotaba de manera mortecina. La faena de Juan Bautista fue breve, para cubrir el expediente ante tan escaso oponente. Una casi entera caída fue más que suficiente. 

El segundo toro del festejo, con el hierro aún de Carmen Segovia, vino a demostrar que los kilos no tienen nada que ver con el trapío. Sus 438 kilos y la seriedad de sus dos ofensivos pitones fueron todo un ejemplo. Otra cosa fue su manso comportamiento. Sin fijeza, siempre suelto en todos los tercios, cuando acudió a los engaños que le presentó El Cid lo hizo de forma descompuesta y sin ningún tipo de celo. Tiró de temple el sevillano y de los terrenos entre las dos rayas para limar ese molesto cabeceo que tuvo el toro. Incluso éste se tragó una tanda al natural de buen trazo que hizo concebir alguna esperanza de levantar el tono de la faena. Pero nada más lejos de la realidad. La labor de El Cid nunca terminó de romper. Media atravesada y un descabello dieron por concluido la obra.

Para ver torear hubo que esperar a la tercera función y a un toro de Monte La Ermita de escaso cuajo pero que aguantó la apuesta que planteó ante él Paco Ureña. El murciano demostró el momento dulce por el que atraviesa y cuajó una faena de gran profundidad y exigencia. Las tandas al natural fueron especialmente mandonas, con más de media muleta arrastrando por el albero del coso alcarreño y rematando los muletazos más allá de la cadera. Sorprendió la gran frialdad de los tendidos ante el despliegue de toreo de Ureña. Pinchó antes de agarrar una estocada y de pasear una oreja de peso.

Las buenas hechuras del precioso cuarto vinieron acompañadas de una embestidas enclasadas aunque en el límite de la raza necesaria para que lo que le hiciesen prendiese en el tendido. Ahí radicó el mérito de Juan Bautista. El temple y el buen ritmo que imprimió a su faena fueron la clave de un trasteo bien planteado y mejor expresado por el pitón derecho. Se gustó el diestro galo por momentos y coronó todo de un perfecto estoconazo en la suerte de recibir. La oreja premió al conjunto.

El quinto resultó el toro más anovillado del sexteto por su escasa seriedad y expresión. Fue un animal que siempre se dejó en la media altura, al que le faltó un tranco más en sus embestidas. La faena de El Cid alcanzó sus cotas más lucidas al natural, donde corrió la mano con mayor mando. Cada vez le costó más al de Monte La Ermita seguir las telas y por ello la intensidad del trasteo fue decayendo. Un pinchazo y media estocada dieron paso al corte de una oreja en tono menor.

El sexto volvió a subir el listón de la presentación. Cuajado y serio de cabeza, el toro que cerró el festejo no dio muchas opciones a Ureña. Muy asentado y por encima de las condiciones del astado, el torero de Lorca intentó alargar y templar unas embestidas nada claras. Lo consiguió a derechas, por donde el animal fue menos malo. Un final por manoletinas con el toro asomando ya la bandera blanca de la rendición camino de tablas y una estocada desprendida le hicieron merecedor de un nuevo trofeo. La primera puerta grande de la Feria de Guadalajara estaba conquistada por Ureña.

Guadalajara, jueves 14 de septiembre de 2017. 1ª de Feria. Algo más de media plaza.

Toros de 

, el segundo con el hierro de Carmen Segovia, muy desiguales de presentación. De juego manejable pero faltos de raza. El de más fondo, el tercero.

Juan Bautista, silencio y oreja.

El Cid, saludos y oreja.

Paco Ureña, oreja y oreja.