Ni la lluvia pudo con la fuerza de la Fiesta. La Feria de Olivenza volvió a ser punto de peregrinaje de miles de aficionados que un año más acudieron hasta este rincón español con alma portuguesa al reclamo de los festejos taurinos que allí se celebran.
Bendita afición que aguantó impertérrita las pésimas condiciones meteorológicas que han azotado a Olivenza durante todo el fin de semana. Sin embargo, y pese a todos los condicionantes, los cinco festejos anunciados por la empresa Ruedo de Badajoz han podido celebrarse. El reconocimiento a la empresa comandada por Pepe Cutiño, que se afanó para que el albero del coso oliventino estuviese a punto al comenzar cada festejo pese al agua caída.
Y si hay que mojarse, y no solamente por el agua de lluvia como nos ha pasado allí, yo me mojo por Alejandro Talavante. El torero extremeño ha comenzado la temporada a un gran nivel. Talavante marcó distancias respecto al resto de compañeros que, como él, abrieron la puerta grande de Olivenza. Su genialidad, unida a un intento de ralentizar su toreo y a la expresión tan particular que posee, hicieron de su faena al quinto ‘garcigrande’ del sábado la labor de mayor relevancia del ciclo pacense.
Ese día también rayó a gran nivel Miguel Ángel Perera, quizá el torero del escalafón con el concepto de mayor sometimiento sobre los toros. El mando es su sello y a él sigue fiel.
Enrique Ponce sigue a lo suyo un año más. Incombustible el valenciano. Se inventó una faena al inválido cuarto de Victoriano del Río en la matinal del domingo. Marca de la casa, tornó las lanzas en cañas y los pitos en ovaciones estruendosas en el final de faena. Pero no puede estar buscando este tipo de toro siempre.
Y Juan José Padilla abrió también con triunfo su temporada de despedida de los ruedos. Un jerezano al que vimos en su versión más reposada en algún momento pero sin remediar sus guiños tribuneros que tanto llegan al tendido. Tampoco me quiero olvidar del arrojo y la raza de Luis David Adame. Una oreja tintada en sangre por culpa de una cornada en la axia fue el balance que se llevó en el esportón el joven torero mexicano.
La baja de El Juli marcó la feria. Tanto en su composición como en taquilla. Dos toreros tuvieron que dar el paso al frente y doblar su actuación en Olivenza. Antonio Ferrera y Ginés Marín. Ambos abrieron la puerta grande en su primera actuación y en el mano a mano en tono menor que dirimieron en el fin de feria, sólo Ginés pudo tocar pelo.
En cuanto a los novilleros, me quedo con Juanito. Gran evolución la de este portugués que apunta buenas maneras.
En lo que Olivenza no cambia es el trapío del toro. Excesivamente terciado para una plaza de segunda categoría. Sólo la corrida de Joselito con los hierros de El Tajo y La Reina estuvo a la altura de la presentación que se requiere para una plaza y una feria así. El único animal aplaudido de salida fue el primero de Victorino en el mano a mano que cerró el abono. Un toro que no fue nada del otro mundo. El problema es cuando el otro mundo, el otro medio toro que se lidia en Olivenza, es demasiado chico y las comparaciones, siempre son odiosas.