Este martes concluía la Feria de Fallas de Valencia y más allá de triunfos con olor a pólvora y mascletá, que los ha habido y son consustancial a la personalidad del coso de la calle de Játiva, el ciclo valenciano ha dejado varias cuestiones para el debate y el análisis.
Por un lado, y de entre los de luces me quedo con la confirmación de Pablo Aguado como representante destacado de la nueva hornada de toreros que ya llamaron a la puerta el año pasado. Su naturalidad y clase deben romper definitivamente este año.
Y también con la reaparición de Paco Ureña. Lejos de patetismos y gestos extemporáneos, el murciano volvió a los ruedos sin un gesto de más y haciendo lo que mejor sabe hacer. La faena al cuarto toro de la corrida de Juan Pedro es de las de mayor peso de todas la Fallas 2019. Pese a la tragedia vivida, Ureña ha vuelto con sus armas de siempre. El toreo puro y entregado.
A golpe cantado triunfó Andrés Roca Rey, que sigue imparable ante una primera fila de capa caída entre ausencias y empecinamientos ganaderos. Pese a todo, las tres orejas que paseó el peruano fueron premio excesivo para el toreo que desplegó.
Llegó a última hora al último festejo de feria para sustituir a Emilio de Justo. Y vaya si lo aprovechó. El buen toreo que firmó Finito de Córdoba supuso una bocanada de aire fresco ante tanto aburguesamiento y toreo funcionarial. ¡Ay si Finito hubiese querido más durante su carrera!
La nota amarga de estas Fallas llegó en forma de grave lesión para Enrique Ponce. El valenciano puede ver comprometida su temporada pese a sus intenciones de estar presente en la próxima Feria de San Isidro. Octavio Chacón fue el otro herido. Su arrojo de volver al ruedo con la hombría cosida, queda como uno de los gestos de la feria.
Luego ha habido una guerra soterrada entre los equipos presidenciales y veterinarios contra la empresa comandada por Simón Casas. Raro ha sido el día que no ha habido lío de corrales, con corridas descabaladas y toros rechazados. La empresa tiene la obligación de llevar a Valencia toros acorde la categoría de esta plaza. Y la autoridad tiene que estar para eso, para establecer rigor en los festejos, y más en plazas de primera. Pero las decisiones tomadas esta vez no han sido para mejorar los traído a Fallas por los ganaderos en muchos casos. Al ruedo han saltado después, toros impropios para una plaza como la de Valencia. O la dureza en los corrales no se ha mantenido después en el palco, aguantando toros inválidos que deberían haber vuelto a chiqueros. Mal asunto, cuando estas guerras internas influyen en el devenir de los festejos taurinos.
Aún así, ha habido muchos toros con posibilidades en estas Fallas. Uno de bandera: ‘Horroroso’ de Jandilla. Un toro que debió haber sido indultado. La veleta del palco de Valencia este año se hizo el duro con el toro que sí merecía este premios después de ver en los últimos años el perdón de la vida a astados con muchos menos méritos que éste. Horroroso derribó hasta el dos ocasiones al caballo y se le vio con celo en el peto. Y después, en el último tercio, embistió con nobleza, entrega, clase, ritmo, profundidad y duración. ¿Qué más se puede pedir a un toro? Pues que nos lo explique el presidente que ordenó que Castella entrase a matar a este astado de Jandilla. Ojalá el rigor fuese igual para todo y todos. Como por ejemplo, tener que otorgar dos orejas al torero que lidia un toro así y no lo cuaja como debería.
Otro gran toro fue ‘Damasco’ de Fuente Ymbro, al que Román lució con mucha generosidad. Fue una gozada ver embestir con profundidad, emoción y codicia a un toro así. Fue la cumbre de un encierro que ha sido merecedor del premio de la Diputación de Valencia.
Tras Valencia, llega el inicio de la temporada en Las Ventas y la próxima Feria de la Magdalena de Castellón. Y un abril para reflexionar y velar armas para la batalla que se desatará con la Feria de Abril y San Isidro, que este año, por sus fechas, nos dejarán casi dos meses seguidos de toros entre ambos ciclos.