Ya llegó lo que tanto esperábamos los aficionados. Comenzó la temporada. Y lo hizo como ya es habitual en Valdemorillo, cuya cubierta demostró un año más que estas innovaciones técnicas hacen falta como el comer para ferias de este calibre por estas fechas.
Valdemorillo abandonó hace unos años su habitual personalidad para apostar definitivamente por carteles de figuras, ganaderías del circuito de las grandes ferias con el modelo de Olivenza como ejemplo a seguir. Y a fe que la localidad madrileña se ha convertido en punto de peregrinaje para aficionados de la región y de más allá de sus fronteras. El éxito, un año más, es rotundo. Un cartel de no hay billetes el sábado, un casi lleno el domingo y rozándose los tres cuartos en la novillada inaugural. Enhorabuena a Víctor Zabala y Carlos Zúñiga por su apuesta y promoción de una feria más que consolidada. El trabajo, cuando se hace bien y tiene resultados, hay que alabarlo.
De lo ocurrido en el ruedo, un triunfador claro. Juan Ortega. Su ejercicio de torería y un público a favor de obra elevaron, para algunos, a obra de arte histórica y cumbre de las cumbres la faena al quinto toro por parte del torero trianero… Eso es lo que recogieron las redes sociales y fans irredentos…
No caigamos en la exageración. Juan es un torero necesario. Muy necesario. Y torea como los ángeles. Es un torero de una sensibilidad apabullante. Toreo de caricia y goce visual. Claro que sí. Y nos emocionó como tal el sábado. Aunque en esta época de stories de instagram y videos de tik tok, todo se hace hipérbole. Detalles sueltos se elevan a la categoría de faenón rotundo. No saquemos las cosas de quicio. Juan Ortega sublimó el toreo a la verónica en su primero y después, con el quinto, firmó una gran inicio de faena a dos manos y encontró la profundida del quinto toro de Cuvillo en una coda final con la pierna flexionada. Pero faltó la parte moyar de la faena. Faltó cuajar una faena completa de principio a fin. Quizá uno sea un cazurro castellano al que las musas del arte, las esencias trianeras y esas entelequias pseudo-taurinas no le terminan de entrar. Gran toreo sí, gran faena, pues no. Pero tiempo habrá durante la temporada de ver a Juan en las grandes citas y en las grandes ferias para marcar diferencias.
De lo mundano… la proyeccíón de futuro que dejaron dos jóvenes que han pasado por aquí en El Albero en las últimas semanas. Un Guillermo García Pulido que tomó la alternativa con nota. Dejó constancia de su buenas maneras con el toro bueno y se la jugó con el complicado. Una oreja para llegar con un crédito creciente a su ansiada confirmación de alternativa en la próxima Feria de San Isidro.
Y un novillero a tener muy en cuenta. Samuel Navalón. Hace un año era un perfecto desconocido y a día de hoy, apunta a liderar el escalafón novilleril con las armas del toreo clásico y profundo que pone en liza como desmostró el viernes en Valdemorillo. Novillero para las grandes citas y las grandes plazas. Y si no, atentos a la primavera que le tiene preparada su apoderado, Nemesio Matías.
En el debe de la Feria de San Blas y la Candelaria. El pobre juego de los encierros reseñados. Raro estando de por medio Carlos Zúñiga, un lince peinando el campo bravo. Pero ni la novillada de La Cercada ni las corridas de Cuvillo y Alcurrucén dieron el juego esperado. Conjuntos muy bajos de casta que lastraron el balance final de la feria. Lo de Cuvillo era previsible visto el juego de la última camada y de la crisis abierta que sufre el hierro gaditano en los últimos años. De los pupilos de los hermanos Lozano, de notable seriedad y cuajo, se esperaba más, la verdad. Varios toros buscaron tablas y sacaron una aspereza de difícil digestión. Todo es mejorable, claro está.