A estas alturas de su carrera, Lebron James ha llevado su juego a otro nivel, ha dado un paso más hasta convertirse en el jugador que lo cambia todo, que lo condiciona todo, que genera y finaliza, que empieza, continúa y acaba, en colaboración con sus compañeros, pero a los que dirige en la pista, rectifica, ayuda, apoya, levanta del suelo… James ha convertido el papel de un jugador, su papel, en algo más que un ejecutor.
Lebron parece pensar mientras juega, que algo es muy difícil, porque mientras juegas generalmente no piensas, más bien tomas decisiones rápidas y actúas. Si miras el partido no juegas, si miras lo que pasa te quedas fuera del juego, no estás actuando estás observando, pero este principio difícil de explicar y que no pondrá de acuerdo a mucha gente posiblemente, salta por los aires con Lebron James, que parece dominar lo que está sucediendo en la pista y a su alrededor mientras juega.
El líder de Cleveland está consiguiendo integrar, engrasar, y hacer mejor un equipo al que se ha visto esta temporada fuera de combate en varias ocasiones. Con altibajos propios de un equipo recién formado (pues aunque su núcleo duro lleva tiempo jugando junto media plantilla es nueva). Vapuleado en los dos primeros partidos en Boston, los Cavaliers golpearon a los Celtics en su primer partido en Cleveland y dieron la sensación de poder iniciar una nueva fase en la conversación, en la final de la conferencia Este. La imagen que da el equipo perdedor en estas finales no es referencia por cierto, los Boston Celtics acusaron en el tercer partido el exceso de adrenalina del segundo, y pronto se dejaron ir. Lo mismo ha ocurrido con Houston Rockets en el primer duelo en Oakland en la final del Oeste, en la que los Warriors les derrotaron por aplastamiento a los Rockets y pusieron la serie 2-1. Por cierto, decíamos que la final del Oeste estaba siendo un ejercicio de francotiradores y de baloncesto ofensivo y aún sin aparecer la mejor versión de Curry. Sólo tres partidos ha tardado Curry en ser Curry, ejecutando a los Rockets (un tercer cuarto con 18 puntos sin fallo).
Pero nos habíamos quedado en Lebron, se tiene la sensación viéndole en estos playoffs, que pasan muchas más cosas de las que vemos, y que por su cabeza pasan muchas más cosas de las que plasma en su capacidad multidisciplinar en la pista. Nadie como Lebron encarna la figura del jugador total, el que juega en los dos lados de la cancha, el que organiza, el que finaliza, el que asiste, el que rebotea, el que marca el ritmo que le conviene en cada instante, el que ordena los movimientos, el que detecta las ventajas con su ordenador de a bordo para buscar los flancos débiles del rival. Podrá jugar bien y alguna vez mal, no es infalible, pero sabe interpretar qué está ocurriendo en cada instante, su dominio de la pista es absoluto, incluso cuando sabe que tiene ante él un rival que le está defendiendo bien. Por ejemplo, Marcus Morris, el ala-pívot de los Celtics, bueno en el cuerpo a cuerpo, de altura suficiente para tapar a Lebron, móvil para seguirle por piernas en movimientos laterales también, suficientemente fuerte para absorver el impacto rocoso de Lebron. Ha tenido dificultades con él y la estadística de los dos primeros partidos reflejaba que Lebron era peor y tenía peor acierto cuando Morris le defendía, algo que también le sucedió en las finales con el warrior Iguodala por ejemplo.
Pero Lebron James está en un momento de su carrera en el que en lugar de ofuscarse, insistir en el error provocado por el marcador, intranquilizarse, revolverse o algo por el estilo, sabe interpretar por qué le está haciendo jugar peor y es capaz de encontrar soluciones. Tiene un software actualizado, su ordenador de a bordo no va con programas antiguos, esos programas actualizados en cada minuto de juego en la competición que luego estarán en los scoutings, están ya en la mente de Lebron, una mente privilegiada, algo mucho más complejo que un gran físico como siempre se ha dicho con gran mejora técnica. No, es mucho más.
Últimamente los periodistas norteamericanos le han cogido el gustillo a poner a prueba la memoria del cuatro veces MVP y ganador de tres anillos en las ruedas de prensa post-partido. Esas cosas de las que muchas veces los jugadores hablan con vagos recuerdos y que saben describir con más o menos precisión. James lo mismo relata un parcial de Boston que tres asistencias magistrales como las que dio en el encuentro disputado en Cleveland y primera victoria ante Boston de la final del Este.
James relató una por una las acciones, quiénes estaban delante, dónde estaban sus compañeros, qué hicieron, qué hizo él, y cómo les habilitó. Algo así como lo que está haciendo en su espacio para la televisión Kobe Bryant “detail”, pero explicadas por el propio protagonista, James, sin una pantalla delante, sólo un micrófono, su mirada perdida recordando cómo fueron las acciones y su impresionante memoria y conocimiento tácticos. Sólo por eso merece la pena que esta final del Este ante Boston se alargue a siete partidos.
Esa computadora de a bordo permite a James también administrar los esfuerzos, de tal manera que a pesar de la gran cantidad de minutos que acumula durante toda la temporada y también durante los playoffs, su gasto energético es menor que en temporadas anteriores. Es posible que regale una defensa, es posible que sólo en determinadas defensas decida ir a robar el balón, es posible que no bote tanto, que no aguante tanto el balón, pero aun así se juega al ritmo que marca él. Sus poderosos hombros tienen poca defensa en la pintura y son capaces de marcar territorio ante el aro, y sus poderosos antebrazos son capaces de mandar el balón a la velocidad y precisión adecuada, da igual cuántos jugadores haya por en medio, su posición, y lo lejos que estén sus compañeros. El único requisito es que su mirada periférica haya visto el destino para el balón y su ordenador de a bordo le indique las coordenadas a las que debe ser enviado ese balón. Rara vez falla.
En una mente privilegiada y un físico cuidado como nunca, el lenguaje corporal nunca muestra a un Lebron James (al menos hasta ahora) desbordado por la situación, ya sea una derrota, ya sea un golpe de un rival, un mal agarrón tirando de él para no permitirle penetrar o tirar, lo que aquí consideraríamos antideportiva de manual y que muchas veces se pita en la NBA como falta sin más.
Ese Lebron, que no sabemos si es alguien que gestiona mejor sus emociones en la pista o simplemente que aún no ha llegado quien le toque la moral de verdad, es capaz de llevar a estos Cavaliers tan irregulares hasta el final. Nadie puede apostar en contra por más de color verde que haya parecido la final del Este.
Cuando menos te lo esperas.-
Campeón de la Euroliga, un equipazo el Real Madrid con una gran profundidad de plantilla, jugadores de primer nivel, y especialistas. Lo que se espera de un equipo grande, vamos, pero hay algo más: un gran grupo de jugadores de gran calidad pero también con gran espíritu competitivo y que llevan años jugando juntos. No basta con tener grandes jugadores, no basta con gastar el dinero en traer jugadores que marcan las diferencias. Hay algo más, y es cómo son esos jugadores, qué carácter tienen, que apetito tienen y cómo mezclan.
Si un año parecía que el Real Madrid no iba a ganar la Euroliga tal y como iba la temporada era éste. Qué ha ocurrido para que un equipo diezmado, un equipo que iba acumulando lesiones, y que perdió a una de sus referencias durante ocho meses como Llull, haya sido capaz de rehacerse, de reconstruirse, de hacerse más fuerte y alcanzar una madurez deportiva como la mostrada por el Real Madrid en la Final Four de Belgrado.
¿Calidad? si, pero hay más, mucho más. Carácter, capacidad de superación, hambre, voluntad, todo esto lo podríamos identificar en este Real Madrid de Pablo Laso de nuevo campeón de la Euroliga. El carácter que tienen Llull, Doncic, Rudy, Causeur, Carroll, Reyes, Ayón… no es flor de un día, no es algo que llegue de improviso.
Y hay un dato curioso, quizá nadie como Rudy Fernández sabe expresar el espíritu que ha tenido este Real Madrid, no brilla en los números pero toma decisiones correctas, no anota mucho pero trabaja, el jugador que parece estar en todas partes y que siempre quiere más; quizá es el Madrid más coral, aplicado, táctico que se recuerda, un equipo que años atrás era alegría, frescura ofensiva.
Para ganar al CSKA y sobre todo para ganar al Fenerbahce de Obradovic hace falta algo más que alegría ofensiva, hay que bajar el trasero y hay que ser casi perfecto defensivamente. Aquí han picado piedra todos, véase el ejemplo de Causeur en la final y su defensa. Y Rudy, que puede no lucir en ataque como antaño, que mete menos puntos, encarna ese espíritu de equipo, siempre atento a todo lo que sucede en la pista, siempre dispuesto a cortar el balón, siempre dispuesto a chocar, siempre dispuesto a correr, como Llull, como Doncic. Obviamente el MVP de la Euroliga acapara los focos, sus brillantes e impropios 19 años son el centro de todas las miradas, puro talento y puro espíritu competitivo, ese talento natural que lo hace casi todo desde una altura impropia de un base y que en la NBA tiene un margen de crecimiento brutal.
Pero no ha sido el equipo de Doncic en la final four, ha sido el equipo de Ayón, de Reyes, Llull, Rudy, Doncic, Causeur, Thompkins, Carroll etc un Real Madrid que ha conquistado la Euroliga quizá cuando menos se esperaba.