¿Está prepara la NBA para un cambio de poderes? ¿Veremos una nueva final en la NBA después de tres años de dominio de Golden State Warriors y Cleveland Cavaliers? Houston Rockets y Boston Celtics han colocado al borde del precipicio a los actuales campeones y finalistas del último trienio, los equipos que han dominado la NBA en el último ciclo, y que ahora pueden ser apeados de las finales. O quizá no.
La alternancia en el poder es deseable en muchos órdenes de la vida, en el deporte si hay una competición que propicia la alternancia es la NBA, porque sus reglas del juego permiten cambios en la hegemonía de la competición. Mantener un equipo campeón no es fácil, repetir anillo no es fácil, las amenazas de nuevos y poderosos equipos que se armen hasta los dientes es real, de ahí que el dominio que han mantenido Warriors y Cavaliers, y la presencia repetida de Lebron James en las finales desde 2011, fuera con Miami o con Cleveland, es algo relevante y sorprendente, algo ganado a pulso.
Sea como fuere, las nuevas amenazas al poder hegemónico de los últimos años que protagonizan Boston y Houston, han llegado mejor a este tramo decisivo. Los Warriors no han mostrado la misma fiabilidad que en años pasados, y los Cavaliers han llegado hasta aquí por la capacidad y talento de su líder Lebron James. Con 3-2 en ambos marcadores, los Celtics y los Rockets parecen dispuestos a aprovechar su oportunidad.
Ahora bien, mal haríamos en enterrar antes de tiempo a los dos equipos campeones de los últimos años, dos equipos llenos de talento y amor propio. Golden State Warriors es capaz de ganar dos partidos seguidos a Houston si sus anotadores entran en trance, y si mejoran en su defensa del pick and roll de Harden y Paul, en este sentido la ausencia de Iguodala está siendo un lastre para los de la Bahía. Pero Houston también va al límite con una rotación corta, y dependen de algo tan volátil por más fiables que sean sus tiradores, como es la puntería. Bien es cierto que encuentran alternativas en las penetraciones de sus escurridizos líderes Harden y Paul y el juego interior de Capela, capaz de recoger todo lo que le llegue y también de multiplicarse en el propio aro.
De igual manera Cleveland puede rearmarse si gana su partido en casa para asaltar después el Garden. Nadie puede descartar a Lebron para las finales, por más al límite que estén sus Cavaliers, si bien el reto es mayúsculo ante un equipo que parece más entero y un punto superior en sus prestaciones físicas. Pero esto son finales de conferencia, juegan cada dos días, influyen más variables, del negro al blanco se pasa en un abrir y cerrar de ojos. Hemos visto a un equipo dominador un día pasar a ser una sombra al siguiente, y viceversa. De hecho, Cleveland ya se ha reconstruido sobre las cenizas varias ocasiones en este playoff, aún no sabemos cuántas vidas tiene, y cuántas claves tiene guardadas el ordenador de a bordo de Lebron James, un procesador de datos baloncestísticos de primer nivel.
¿Puede un equipo ganar a Golden State Warriors con siete jugadores de rotación, y con un 0 de 11 en triples de su estrella-anotador y gran tirador James Harden? puede. ¿Y que dos equipos de ataque como Houston y Warriors ofrecezcan un pobre partido ofensivo? puede ser ¿Y que no sean decisivos Kevin Durant y Stephen Curry? Puede ocurrir. Todas estas cosas parecen improbables y sin embargo han sucedido en el quinto partido de la final del Oeste entre Houston Rockets y Golden State Warriors, así de insólito puede ser el juego. Con una rotación cortísima y con Chris Paul entre algodones para el siguiente encuentro, Houston afrontará la oportunidad de volver a jugar unas finales de la NBA dos décadas después. Pero sinceramente, a estas alturas de la película, anunciar un desenlace en ambas conferencias y un final de la NBA es un ejercicio de baloncesto-ficción tan arriesgado como innecesario.