Con frecuencia solemos repasar algunos episodios de nuestra vida para preguntarnos qué hubiera ocurrido si hubiéramos tomado otras decisiones, si hubiéramos escogido otros caminos, dónde estaríamos o qué haríamos, o si tal vez si habríamos acabado igualmente en el punto en el que estamos aunque por caminos diferentes.
Sucede como un impulso automático de la mente, no siempre vinculado a unas gotas de alcohol o un ejercicio de melancolía al que también somos dados los humanos, simplemente una imagen, tal vez un recuerdo que provoca otro y llegamos a esas preguntas. Y en ese momento los resortes de la mente que viajan a la velocidad de la luz te sitúan en otros escenarios.
En los desarrollos de las hazañas deportivas y en las grandes conquistas o derrotas también ocurren cosas que cambian el destino. No aparecen en el palmarés de nadie, no aparecen en los gráficos de los campeones, y aquel casi triunfo, o aquel casi título, ni aparece en el palmarés, ni le interesa a nadie. Los nombres grabados son los de los campeones. El origen, desarrollo y desenlace de esta final 2018 de la NBA ha tenido algo de todo esto, de caminos que pudieron ser diferentes, no sabemos si para llegar al mismo sitio (otro anillo de los Golden State Warriors) pero sí para ver unas finales distintas.
Nada de eso aparecerá registrado, figurará un 4-0 de Golden State a Cleveland que no revela emoción alguna, sólo un frío dato; los nombres inscritos de los campeones donde figurarán dos nombres en este ciclo de 4 años, Golden State Warriors tres veces campeón y una subcampeón, Cleveland Cavaliers una vez campeón tres veces subcampeón. Esto dice la historia. Cómo se fraguó todo y si pudo cambiar quedará como un simple recuerdo del abuelo cebolleta.
Las finales de la NBA 2018 quedaron decididas en el primer partido, es posible que el campeón estuviera decidido incluso antes de jugarse, porque los Warriors son muy superiores a estos Cavaliers. Pero ahora ya no podremos saber qué hubiera ocurrido en esta final con un triunfo de Lebron y sus muchachos en el Oracle Arena de Oakland en ese primer día. Aquello fue una batalla decisiva aun siendo el primer capítulo, y como tal se peleó, palmo a palmo, con un nivel de intensidad como no ha tenido ningún otro de los tres encuentros de la serie. Fue dramática para Cleveland la gestión del final del partido, absolutamente reveladora la reacción de Lebron James en el banquillo al enterarse de que les quedaba un tiempo muerto en la última posesión. Ahora hemos sabido que Lebron se autolesionó la mano izquierda de rabia y pura frustración al golpear una pizarra en el vestuario.
Decíamos en el primer capítulo, «Si esto ha sido el principio cómo será el final» ¿recuerdan? porque el primer partido lo había tenido todo, había tenido lucha sin cuartel, acciones eléctricas, canastas imposibles, un Lebron descomunal con 51 puntos una de las mejores actuaciones en unas finales de todos los tiempos, duelos sin balón y enganchadas entre varios jugadores, recordemos el duelo Tristan-Green, o Lebron-Curry /Klay, habíamos tenido polémica arbitral, un cambio de decisión arbitral, en suma, habíamos tenido de todo. Los Warriors habían sufrido lo indecible para al final salvar la mano con la prórroga y ahí sí dominar a un rival hundido después de aquel episodio de JR. En realidad, ese duelo lo decidió todo. Ya nada ha sido igual. Bien es cierto que tanto en el primero como en el tercero Cleveland olió el triunfo, pero siempre aparecía un Warrior para sentenciar cualquier posibilidad. Ante esto, los Cavaliers capitularon como se vio en el cuarto partido.
Cleveland había llegado tan al límite a esta final de la NBA que daba la sensación de que su única posibilidad era coger algo de ventaja a los Warriors y crearles dudas para que fuera un duelo más equilibrado. De hecho, llegar a la final ha sido el anillo de estos Cavaliers, una final sólo entendible por la descomunal actuación de Lebron James en estos playoffs. Ha jugado más que nunca, ha anotado más que nunca, en 8 de los 22 partidos de estos playoffs Lebron ha anotado al menos 40 puntos y ha tirado de un equipo instalado en la mediocridad. Lebron James ha producido el 30% de su equipo, sólo Kareem Abdul-Jabbar y él han hecho algo así en los playoffs de los últimos 40 años.
Pero en frente tuvo el ejército Warrior, un equipo del que se disertará sobre su superioridad manifiesta en el baloncesto actual (tres anillos cuatro finales), y al que se pondrá como paradigma del trabajo en equipo,frente a un gran jugador, Lebron. En realidad estamos hablando de un plan pensado y ejecutado de forma metódica pero desarrollado por toneladas de talento, con algunos de los mejores jugadores de todos los tiempos, Kevin Durant y Stephen Curry, junto a otros jugadores de gran talento, Klay Thompson, Andre Iguodala, Draymond Green y unos secundarios que han aportado en cada sesión.
No estamos hablando de un equipo de leñadores forjado simplemente en los sistemas, la defensa y con alguna individualidad, estamos hablando de una suma de inmensos talentos. Es decir, lo que se criticó en la unión de Lebron James a Wade y Bosh en Miami, o después con Irving en Cleveland, se ensalza en los Warriors. La diferencia es el plan, no el concepto. El concepto ha sido sumar la mayor cantidad posible de talento, y eso lo han hecho mejor los Warriors que los Cavaliers, pero lo han hecho también los Warriors. La lectura simplista de que los Warriors son un equipo y no individualidades no es cierta, Golden State tiene más talento y ha conseguido aplicar mejor su plan. Pero su baloncesto este año no ha sido el de años pasados, les ha alcanzado con descomunales actuaciones de Durant y Curry. En realidad, sólo en el cuarto partido hemos visto esa amenaza múltiple de todos los Warriors, ese juego dinámico, ante un Cleveland derrotado.
Durant cambió la historia.-
Preguntémonos si la historia hubiera sido la misma de no haber podido unirse al equipo de la bahía Kevin Durant hace dos veranos, el MVP de las últimas dos finales (ésta última en discusión con Curry, que podría haber sido el MVP perfectamente). Cuesta pensar que los Warriors sin Durant hubieran seguido siendo la máquina ganadora que han sido, sencillamente hace un año Kevin «el ejecutor» como le llamamos aquí fue una y otra vez quien sentenció a los Cavaliers, y este año excepto el primer día aciago, ha sido capital para su equipo, y además en ambos lados de la cancha.
Es decir, la gerencia deportiva de los Warriors que encabeza Bob Myers ha sabido buscar el talento necesario y los jugadores adecuados para lo que querían hacer, un equipo dinámico, atlético para defender en toda la cancha, y capacitado para ejecutar a su rival desde cualquier posición y en poco tiempo, un equipo endiablado que ha desarrollado Steve Kerr. Pero ha sumado toneladas de talento. Intenten jugar como los Warriors sin algunos de los mejores tiradores del mundo a ver qué les sale. La diferencia es el plan para llegar hasta ahí, que hayan salido bien las apuestas que en su día podían parecer dudosas, como el antaño frágil Stephen Curry que nadie presagiaba sería uno de los mejores jugadores de la historia, o el atrevido cambio de entrenador en su día prescindiendo de Mark Jackson tras unos resultados aceptables para poner un entrenador novato, Steve Kerr. Pero el modelo, la paciencia, y el acierto en las incorporaciones, más la capacidad para crear espacio salarial para Kevin Durant y convencerle para que se uniera al proyecto para ganar títulos es la suma de un todo a partir del inmenso talento individual. El deseo de Durant fue el mismo que llevó a Lebron a Miami.
Golden State Warriors se ha convertido en la dinastía dominadora de la NBA en estos años, es el equipo que más entra en el ojo del aficionado, lleno de talento aunque a veces le hayamos visto este año en aburrida rutina.No han sido igual de brillantes pero han ganado fundamentalmente por tener más puntos y más talento, más carácter ganador que sus rivales. Pero los Warriors deberán refrescar algo su plantilla para no entrar en rutina, y aunque parezcan invencibles, los Houston Rockets les han tenido contra las cuerdas, y puede seguir habiendo movimientos que acaben con algo tan inusual como un equipo cuatro veces finalista y tres anillos conquistados.
Otra decisión.-
En frente, Lebron James afronta LA DECISIÓN, tercera parte. La primera: Miami, la segunda: vuelta a Cleveland, y la tercera es la que condicionará todo el mercado de la NBA de los próximos días. Lo que decida Lebron tendrá influencia en el equipo al que vaya, en su conferencia, y en el resto de movimientos que se produzcan. Nadie parece dar un euro por su continuidad en Cleveland. Por lo pronto se le ha situado en media liga ya, hasta la locura de mandarle a los Warriors, algo que no se cree nadie. Su compañero Chris Bosh le ve en Houston, lo que significaría pelearse en el Oeste con los Warriors, algo que cuesta creer, otros le ven en Philadelphia, Embiid hace campaña y hasta hay quien le ve de vuelta a Miami, también hablaban de su casa en Los Angeles… vaya usted a saber. Incluso seguir en Cleveland con un plan adecuado podría convencerle, aunque este último año ha producido un desgaste con el propietario y han pasado demasiadas cosas, la marcha de Kyrie Irving, la destitución del General Manager, el cambio de media plantilla. Veremos. Y junto a Lebron hemos tenido a un español, José Manuel Calderón, a quien hubiéramos querido ver en pista en minutos importantes, y que hubiera dado minutos de calidad y algo más de cabeza en algún momento de la final sobre todo en los bajones de Hill (anoche por ejemplo funcionaba mejor la segunda unidad que la primera que fue un desastre) y la nulidad de Clarkson, le queda el consuelo a Calde de de haber vivido al fin una final de la NBA.
Lebron James, el gran guerrero, ha caído ante la dinastía Warrior, un equipo superior en armamento baloncestístico, y rodeado de jugadores alejados de lo que debe ser un equipo finalista de la NBA. Arrodillado pero con la cabeza alta, con el cuerpo molido a golpes, con la dignidad de quien ha hecho todo lo que ha podido. Con un derrame en el ojo, una mano lesionada, exhausto, y felicitando al rival al abandonar la pista de The Q no se sabe si por última vez. No se sabe si Lebron era el elegido para ganar tanto como Michael Jordan, porque aún le quedan lejos sus seis anillos, pero ahora ya sabemos con certeza que era el elegido para marcar una época en el baloncesto y convertirse en uno de los jugadores más grandes de todos los tiempos.