Lo importante no era quién estaba tras esas gafas de sol protegido por un casco, y a quien tan solo se adivina por su barba en mitad del Mediterráneo, sino la vida que estaban salvando en mitad de la nada, en el desierto azul. Era una de las miles de personas que arriesgan su vida por encontrar un futuro, y que con demasiada frecuencia se quedan por el camino. Esa mujer de Camerún rescatada con vida de milagro, cuya mirada perdida se ha convertido en uno de los rostros del drama diario que viven miles de personas, ignoraba quién la estaba rescatando, de hecho ignoraba dónde estaba, y posiblemente quién era ella misma. Una de esas personas que estaba rescatando a Josephine, Josefa, era Marc Gasol, y qué más da quién fuera o lo que haga en su vida, en ese territorio entre la vida y la muerte no importa nada a qué te dediques salvo la misión que estás llevando a cabo.
Una estrella del deporte en el mar en pleno verano. Y sin embargo, qué diferente de la imagen que todos visualizamos al decir esto. Estamos acostumbrados a ver a estrellas del deporte en sus vacaciones, en alguna playa, en alguna cala, en algún lugar de veraneo, a veces recóndito, a veces de moda. Como muchos de los que están de vacaciones entre los que pueden irse de vacaciones, los deportistas disfrutan del verano y nos muestran a través de sus redes sociales, o les vemos a través de la crónica social, en selectos lugares de veraneo, clubes exclusivos o calas de aguas preciosas. Dependiendo del perfil del deportista pueden ser lugares exclusivos o más bien populares. Esta vez la crónica de una estrella del deporte en mitad del mar tiene poco que ver con el disfrute, el relax, la vida fácil o incluso la frivolidad. En esta ocasión se trataba de una estrella de la NBA y de la selección española de baloncesto en mitad del mar junto a los compañeros de la ONG Open Arms rescatando a una mujer. Marc Gasol quiso ver en primera persona cuál es el drama que vive día tras día el Mar Mediterráneo que engulle tantas vidas.
El jugador de los Memphis Grizzlies y uno de los mejores pívots de la NBA podría haber escogido estar en cualquier otro lugar haciendo cualquier otra cosa, y podría estar disfrutando de su merecido descanso, y de lo que se ha ganado con sus contratos multimillonarios en la mejor liga del mundo. Pero estaba allí, en el agua, con un casco, intentando salvar vidas. Ocurrió la semana pasada. La misión no exitosa del todo, llegaron tarde porque en aquella embarcación hundida( seguramente por los guardia libia) a la que se había agarrado como última esperanza de vida Josefa, ya había dos cadáveres, otra mujer y un niño.
Subieron a Josephine, o Josefa como la han llamado, a uno de los dos barcos de Open Arms, y pusieron rumbo a Palma tras recibir respuesta positiva de las autoridades. Allí en medio, abandonados a su suerte, les habían dejado presumiblemente los guardacostas libios, se supone que porque esas personas se habían negado a subir y volver a Libia donde les esperaría una situación quizá peor que el propio mar.
Y allí se quedaron, sólo sobrevivió Josefa. Ella es una más de tantas y tantas personas de las víctimas que muchas veces no corren tanta suerte, que fallecen sin que conozcamos su nombre, no sabemos de dónde vienen, a dónde quieren ir, cómo quieren conseguir esa vida mejor que persiguen. Ante este drama humano se puede y se debe pedir una solución al más alto nivel para que estas personas no necesiten huir de su país, y sobre todo hay que acabar con quienes se lucran con su sufrimiento. Pero lo primero es el deber sagrado de socorro en el mar, algo que no ocurrió la semana pasada hasta la llegada de la ONG, lo que motivó una conmovedora comparecencia en Palma de Marc Gasol, lanzando preguntas al aire y buscando respuestas que no tenemos.
Es fácilmente imaginable que para alguien que ha cumplido sus sueños personales deportivos, que tiene la vida resuelta, que pelea en el ámbito de su profesión por los máximos logros, pero que tiene otras inquietudes también que sea casi una necesidad intentar ayudar. Hay muchos deportistas que lo hacen, de una forma o de otra, también de manera anónima o bien poniendo su nombre, creando las herramientas, fundaciones o campañas necesarias para lanzar un cable a la sociedad, por diferentes causas, sea la pobreza, la enfermedad, acceso al deporte, o la que sea. La satisfacción de sentirte útil en algo que no tenga que ver con lo lúdico, que al fin y al cabo para la sociedad es el deporte profesional, también puede ser una necesidad, y una bonita adicción. Al fin y al cabo, privilegiados que reciben tanto de la sociedad, que generan tanta riqueza material para la industria de su deporte y para ellos mismos, quieren, necesitan, saber que pueden hacer algo más por mejorar nuestra sociedad.
La familia Gasol es un ejemplo en este sentido desde hace mucho tiempo, Pau es miembro activo desde hace mucho tiempo de UNICEF, y tanto él como su hermano Marc llevan tiempo ayudando al hospital St Jude, un hospital para niños con cáncer en Memphis.
Es fácilmente adivinable también la preocupación en el equipo de Memphis Grizzlies, sabiendo que su jugador franquicia, al que pagarán este año 24 millones de dólares, pueda estar corriendo algún riesgo o descuidando su trabajo de entretemporada que es vital para que los jugadores empiecen bien la durísima campaña NBA. No le reprocharán que esté intentando salvar vidas, pero puede haber cierta preocupación, pues el deportista depende de su físico y de su estado psíquico, es el gran activo de un equipo que vive horas bajas y que no se sabe muy bien hacia dónde irá, y que debe reconstruirse. Aunque todo esto suene hueco, vacío, cuando estamos hablando de que su jugador se ha tirado al mar para ayudar a salvar vidas, al final el deporte necesita a su deportista sano y centrado.
El técnico JB Bickerstaff así como gerencia y propiedad de Memphis deben pensar en cambio que recibirán este verano a una persona madura como Marc Gasol, que habrá crecido humanamente a través de experiencias personales difícilmente convalidables con otras actividades. El crecimiento de cada persona depende de sus inquietudes, podrías situar en el mar haciendo lo mismo que Marc a otro deportista que no procesara de la misma manera esa experiencia y evidentemente acusaría el impacto, pero no tendría por qué ayudarle; y en cambio quizá le ayudaría una actividad más frívola. No hay dos personas iguales.
Nada es comparable con salvar una vida, y lo que vive un deportista puede resultar banal e instrascendente si esa experiencia vital le ha calado hasta el tuétano, pero también puede ser una experiencia de ayuda vital para vivir las cosas de otra manera, también su profesión, e incluso quién sabe si hacerle aún más consciente de lo mucho y bueno que tienen los deportistas siendo quienes son.
Primero porque esa ayuda que ha dado Marc a la ONG no es tan solo física, sino también de una inmensa repercusión por ser un deportista de élite en una operación de rescate. Desde su privilegiada posición como persona popular y también con el mucho dinero que genera Marc, se pueden hacer muchas cosas para ayudar de manera ordenada y eficaz. Y eso es algo que Marc Gasol valorará hasta el final de sus días.