En ciertas culturas indígenas o incluso en nuestra civilización occidental antaño, las voces más respetables y escuchadas eran las de los ancianos. Esto partía de un axioma de supervivencia básico, y es que quienes tienen la fuerza de la acción eran los jóvenes pero quienes sabían más de la vida y de la supervivencia eran quienes más experiencia habían acumulado y por lo tanto más podían saber o aportar a la hora de tomar una decisión.
En la actualidad en nuestra cultura occidental, y también ya en muchos casos también en la oriental que por imitación ha incorporado algunos patrones del mundo occidental, los ancianos son seres queridos en unas ocasiones, olvidados en otras, aparcados como coches usados, pero que sobre todo han dejado de contar, salvo que puedan aportar algo útil. En los tiempos de la crisis los abuelos han mantenido a muchas familias, y los abuelos han sido una imprescindible que ayudaba en las tareas de la familia. Estamos por lo tanto ante una visión práctica de nuestros mayores, eran necesarios, pero ¿y si no lo hubieran sido?
Nadie puede juzgar que las familias vivan su vida en condiciones, en libertad, que la pareja pueda desarrollar su actividad, que cada uno pueda cumplir sus sueños, no se puede culpar a nadie por querer realizarse, y en España por desgracia conciliar la libertad, la actividad profesional y el tiempo de ocio con formar una familia, con tener hijos, aún es hoy en día una aventura sólo al alcance de algunos bolsillos. Ésta debiera ser una de las misiones más importantes de cualquier gobierno en España, y para ello es sabido que un trabajo de calidad y bien remunerado es imprescindible.
En esta situación, con nuestros ancianos desplazados del núcleo familiar, y atendidos en centros socio-sanitarios cada vez más necesarios, cada vez más imprescindibles ( y lo serán cada vez más por la cada vez esperanza de vida más alta), los mayores quedan desplazados de la toma de decisiones y del núcleo familiar; su desplazamiento físico les introduce en un aislamiento progresivo que tiene consecuencias psico-físicas y de salud. El síndrome “trasto viejo inservible”, que es absolutamente psicológico y nocivo, se adueña de las mentes de estas personas que acaban en muchos casos en un deterioro imparable y más acelerado. Dónde ha quedado el consejo del anciano, dónde ha quedado la sabiduría, quién está dispuesto a escucharla.
En este contexto, es conocido también que la persona mayor se vuelve egoísta y dominadora en un regreso a la infancia, como medio aprendido para conseguir cosas, fundamentalmente más atención. En muchos casos esas mismas personas han ido envejeciendo con un patrón de pensamiento erróneo, el de considerarse a sí mismas válidas en tanto fueran capaces de hacer y conseguir cosas, ganar su sueldo, dando por sentado que llegar a la jubilación significa que sus mejores días han pasado y que tendrá una vida pasiva. Este patrón de pensamiento absolutamente erróneo de nuestra sociedad, hace mucho daño.
Hablamos de la edad como un hándicap o un mérito para un trabajo, que es una de las cosas más aberrantes que hemos construido como sociedad, consideramos normal que somos aptos en cuanto somos capaces de hacer cosas y el vigor que poseamos, pensamos que la merma física inevitable en el ciclo de la vida nos limita también para vivir o es freno para hacer otras cosas, es un modelo completamente erróneo que es preciso cambiar con urgencia.
Por todo esto precisamente es una magnífica noticia que la visión que el deporte profesional tiene sobre el ciclo de vida de sus jugadores esté cambiando, a medida que la salud de los jugadores es mejor, la carrera es más longeva, la alimentación y el cuidado del cuerpo es mucho mejor, tenemos jugadores con una edad que hace unos años hubiera supuesto una quimera y un sinfín de chascarrillos más o menos afortunados pero nunca sería una realidad tener jugadores de 40 años.
Que se esté contando en la NBA, la mejor liga del mundo, con jugadores que en otro tiempo ya estarían jubilados, es una magnífica noticia y a la vez un mensaje. Y más en una profesión en la que la jubilación sí es anticipada por motivos obvios y la sensación de vacío para estas personas jóvenes pero deportistas mayores puede ser un abismo si no se trabaja adecuadamente la construcción de una realidad personal que ayuda a pasar del deporte en activo a otra actividad. Recientemente hemos conocido varias noticias en este sentido ilusionantes, nos referimos a Vince Carter, 41 años y que acaba de firmar otro año con Atlanta Hawks, con los que jugará con ¡42 años!; hablamos del alemán Dirk Nowitzki, que va a jugar con 40 años en los Dallas Mavericks otra temporada, o hablamos del argentino Manu Ginóbili, quien podría afrontar otra temporada con 41 años y que continúa pensándoselo. En ese grupo podemos incluir ya a nuestro Pau Gasol, quien a sus 38 años va a afrontar su décimo octava temporada en la NBA, como Ginóbili en los San Antonio Spurs. Nowitzki bate un récord absoluto en la NBA al acumular 21 temporadas en un mismo equipo, Dallas Mavericks, superando el registro de Kobe Bryant que pasó 20 en los Angeles Lakers.
Estos son los venerables ancianos de la NBA, jugadores a los que la liga quiere, mima, invita a continuar. Nadie con autoridad les ha sugerido que lo dejen. En nuestra mente están frescas las palabras del técnico de los Warriors, Steve Kerr, tras eliminar a los Spurs en los pasados playoffs del Oeste, en las que Kerr felicitaba a Ginóbili, le decía lo bien que le veía y le decía si te lo pasas bien, si estás bien, si disfrutas, no lo dejes, sigue otro año, ¿por qué no?
Partamos de la base de que si hay una organización que sepa mimar a su leyendas y ponerles al frente, como imagen de la liga, incluso durante su vida post-competitiva tras su retirada, es la NBA. La liga no les manda al olvido, a la residencia de ancianos, sino que les recluta para muchísimas actividades, sus equipos honran su legado, retiran sus camisetas, les homenajean, son la historia de la liga.
La decadencia física (en el caso de Carter y Ginóbili ese término está en cuestión muchas veces) no tiene por qué restar valor a lo que jugadores de esta talla deportiva pueden aportar. Carter no hará las cosas de antaño, ni volará como antes, ni será un jugador que lleve el peso de su equipo, pero tomará buenas decisiones en la pista, y sobre todo trabajará con jóvenes en el día a día, chicos que recién nacían cuando él ya era profesional. Imagínense, poder aprender de alguien a quien veías en televisión, a quien admiraste. Alguien que ya jugaba a esto cuando tú aún no eras ni un proyecto en este mundo. La autoridad del anciano, el consejo del sabio experto, lo que ha quedado aparcado en muchos casos en nuestra vida corriente, se mantiene sin embargo en el deporte de élite. Carter puede ayudar a un equipo en reconstrucción, tenerle en tu equipo es un orgullo para una organización.
Dirk Nowitzki será otro anciano venerable esta temporada. En Dallas dará cobijo a una jovencísima estrella europea, Luka Doncic, que ha hecho el camino que hizo él hasta la NBA desde Europa, y que por mucho que haya ganado en Europa va a partir casi de cero en la NBA. Nowitzki tiene el privilegio de ayudar a un gran jugador cuyo techo es una incógnita, y Doncic tiene el privilegio de aprender al lado del posiblemente mejor jugador europeo de la historia (ahí está la discusión). Alguno dirá, para ayudar a alguien ese alguien tiene que escuchar, y los jóvenes de hoy no escuchan. Es posible. No siempre es así. Nuestros jóvenes de hoy han crecido con muchas cosas conseguidas, dando por sentadas muchas cosas que antes no eran así, en esa inteligencia para ser capaz de escuchar y aprender estará también la capacidad para mejorar. Todos hemos sido engreídos en nuestra juventud alguna vez (algunos de hecho siguen siéndolo), se dice que el joven lo sabe todo o pretende saberlo todo, aun sin haber estado en la mayoría de situaciones que cree conocer. Es probable que esa soberbia se la encuentren con frecuencia nuestros ancianos venerables de la NBA, pero esa soberbia tiene las patas muy cortas, los batacazos.
De la misma manera que los ancianos indígenas aconsejaban sobre las mejores decisiones, estos veteranos ilustres tendrán un peso en sus equipos, serán imagen de sus equipos, y aconsejarán a jugadores que podrían ser sus hijos. De igual forma que los ancianos aconsejaban sobre si afrontar una batalla o mejor marcharse sigilosamente en la noche para no ser engullidos por el enemigo, jugadores como Vince Carter, Dirk Nowitzki, Manu Ginóbili o Pau Gasol dirán al grupo y a los jóvenes guerreros qué hacer para salir victoriosos, y esos jóvenes guerreros por más soberbios que sean un buen día acabarán dando gracias a Dios por haber tenido el privilegio de estar a su lado.