La revolución del fútbol español vino de la mano de esos locos bajitos, como llamaban al Barça de Xavi e Iniesta, pero que fue un paso más allá en la España que empezó a construir Luis Aragonés y continuó Vicente Del Bosque, un equipo lleno de talento de pequeñitos de aquí y de allá, lleno de jugadores que sabían asociarse y moverse, buscar con velocidad al hombre mejor situado, avanzar líneas con el balón a velocidad endemoniada para impedir que los rivales tuvieran tiempo de achicar espacios sobre el poseedor o cortar líneas de pase. Era muy difícil interrumpir el fluido eléctrico de ese balón.
La NBA ha vivido unos años de absoluta locura con la explosión de jugadores «bajitos»: tiradores, armadores, bases anotadores que llevan el peso de sus equipos, jugadores de perímetro con un rango de tiro como no se había conocido en la historia del baloncesto, o una capacidad atlética y técnica como para ser imparables en penetración. Bases y escoltas llevan años teniendo un protagonismo que dejaba muy lejos los tiempos de pívots dominadores como jugadores estrella y referencia de la NBA.
Los Curry, Thompson, Harden, Irving, Lillard, Westbrook, Wall, Beal Walker, DeRozan, Conley, sin ir más lejos Rose de no haber sido por sus problemas físicos, o el más reciente Devin Booker, forman una extensa lista de jugadores franquicia en sus equipos o con un papel más que relevante en la mejor liga del mundo. A pesar de esta explosión de pequeños, y además de que los dos mejores jugadores de la NBA son dos aleros como Lebron James y Kevin Durant, asistimos a un salto evolutivo en el baloncesto, y en especial en la NBA. Es el de los gigantes todoterreno.
Jugadores que pasan de los 2:10m, y que tienen la capacidad atlética para jugar lejos del aro, e incluso ser armadores de juego desde la distancia, o tiradores de tres. Son jugadores muy difíciles de parar, porque hacen daño desde la larga distancia, y si no tienen jugadores que se puedan emparejar con ellos lejos del aro percuten a la defensa contraria. Y si su sombra es un jugador de insuficientes capacidades atléticas también es carne de cañón. En este nuevo prototipo NBA que se demanda, dos de los rookies más llamativos y sobre los que basan su reconstrucción equipos como venidos a menos como Phoenix y Orlando, son DeAndre Ayton y Mo Bamba. Son dos 2:16, 1 y el 5 del último Draft de la NBA. Es llamativo que los Suns escogieran a Ayton por delante de Luka Doncic,quien sin lugar a dudas es un valor seguro por su extraordinaria trayectoria en el Real Madrid, y de cuya adaptación a la NBA es difícil dudar, y aún más llamativo si cabe siendo el entrenador del equipo de Arizona nada menos que Igor Kokoskov, el seleccionador de Doncic.
Se trata de una nueva apuesta en la evolución del baloncesto, todos los equipos pretenden ya a «esos locos altitos» que puedan ser dominantes, pero no como se entendía el baloncesto antes, con grandes pívots reboteadores y anotadores cerca del aro, los que dominaron el baloncesto antaño.
Si nos hubieran dicho hace unos años que íbamos a ver a un 2:20 como Kristaps Porzingis, recuperándose de lesión ahora en los Knicks (tras su trabajo en las instalaciones del Real Madrid) hacer lo que hace el letón lejos del aro, no nos lo hubiéramos creído. Tirando de tres como pequeños, atacando el aro desde lejos, corriendo el contraataque, moviéndose lejos del aro. Los Warriors están marcando época con quintetos pequeños amenazantes desde cualquier parte y con pívots que liberan espacios o incluso sin pívots al uso. Uno de los jugadores de mayor impacto en la liga y aún con futuro crecimiento es un 2:11 como Giannis Atetokounmpo, el hombre alto seguramente más ágil de la liga, capaz de volar por la pista y capaz de hacerlo prácticamente todo, al que en ocasiones sitúan de base. Y jugadores como Cousins, este año reforzando a los Warriors, Davis en Nueva Orleans, DeAndre Jordan, Blake Griffin, Al Horford en Celtics etc representan una visión son estrellas de la liga, hombres altos no exentos de cualidades lejos del aro, o qué decir de los hermanos Gasol, que han representado otra versión de jugador alto, inteligente para jugar lejos y cerca del aro, pero dotados para el pase y la asistencia, además de una gran fiabilidad en el tiro exterior. Incluso en la LEB Oro de España asistimos a la evolución que pueda tener un 2:18m que sonó para el top-10 del Draft de no haber sido por la enfermedad, es un jugador que será capaz de hacer muchas cosas en condiciones normales, Jonathan Jeanne.
¿Y cómo se produjo ese salto evolutivo al que estamos asistiendo? ¿cómo y de dónde surgen estos altos? no todo lo explica la evolución de la especie humana aunque en parte lo hace posible, cada vez humanos más altos y mejor coordinados, es posible que nuestra evolución como especie lo esté permitiendo, pero no es menos cierto que la fuerza de la naturaleza sin el encauzamiento técnico es difícil. Quizá se haya sabido trabajar mejor la coordinación en la base, quién sabe, lo dejamos a consideración de los técnicos y preparadores físicos, ellos pueden tener la respuesta. Sea como fuere, al existir cada vez más jugadores grandes con esa capacidad física, los rivales se ven obligados a empatar, a buscar y rebuscar para encontrar jugadores que puedan emparejarse con jugadores así. Esto lleva a la NBA a ser un juego cada vez más abierto y a aprovechar todos los palmos de la pista, a ser más dinámico, lleno de jugadores con gran capacidad para correr, de especialistas desde la larga distancia, a armadores de juego desde las alturas, un juego que en Europa es más difícil de desarrollar por los sistemas cerrados por la falta de regla de los 3 segundos en defensa y la mayor penalización del error.
Cantaba Serrat sobre la falta de libertad para los pequeños, de los mayores que veían a los niños como «a esos locos bajitos a los que por su propio bien hay que domesticar», haciéndoles perder capacidades y desarrollando talentos, o simplemente disfrutar del juego. Asistimos en el baloncesto NBA a todo lo contrario, a unos altitos a los que quieren soltar más que domesticar, a jugadores grandes a los que se quiere hacer volar desarrollando las alas de su talento, lo que son y lo que pueden llegar a ser, con ese trabajo concienzudo que desarrollan las técnicos de las franquicias. Quién sabe, esos locos altitos quizá sean los dominadores del futuro en la NBA, lo que ya son es un salto de la especie.