El episodio racista protagonizado por un aficionado de Utah Jazz con el jugador de Oklahoma Russell Westbrook ha reabierto heridas. Esta semana algo se ha roto en ese contrato no escrito entre las franquicias NBA y sus aficionados, esa complicidad y cercanía, han visto que no está todo hecho y que no pueden bajar la guardia porque en un colectivo numeroso siempre habrá quien desentone. El riesgo siempre está ahí.
La NBA en su búsqueda de su mejor producto posible y la mejor experiencia posible para el aficionado, previo pago exquisito (el negocio de la industria del entretenimiento) tiene a los aficionados muy cerca de la pista. De hecho los más privilegiados están sentados al mismo nivel de los banquillos de los equipos, son parte del juego casi. Los bolsillos más llenos pueden pagarse asientos de ensueño para vivir el juego desde dentro, lo que tiene también sus riesgos por cierto, dados los aterrizajes de jugadores muchas veces sobre los regazos de los aficionados.
Ahora bien, ese acuerdo tácito con el aficionado pasa no sólo por un pago generoso de un gran producto, también exige a los seguidores unas pautas de comportamiento. Son frecuentes los gestos a pie de cancha de los aficionados de un equipo, que empujan a los suyos, nadie les pide que estén como momias en un partido, también son frecuentes las interacciones con sus propios jugadores y en muchas ocasiones con los rivales, algo de palabritas provocadoras o jocosas.
En no pocas ocasiones los jugadores visitantes se estimulan con esos comentarios y les dedican sus canastas, son escenas habituales. Lo que sin embargo viola ese acuerdo no escrito de complicidad de los equipos con los aficionados es el lenguaje racial ofensivo. Es una línea roja que instituciones, políticos y personajes públicos no pueden cruzar si no quieren meterse en problemas serios, porque más que nunca la sensibilidad racial está a flor de piel en EEUU. Es una lucha en todo el mundo pero especialmente en la sociedad estadounidense en la que las heridas parecen abiertas y todo el mundo asume que son problemas no resueltos, porque hay racismo en la calle, en la política, en restaurantes, en la empresa, en la escuela, en la sociedad,en el deporte, aún hoy hay protestas de deportistas afroamericanos por la desigualdad de oportunidades de la sociedad norteamericana o en su caso por la violencia policial, etc.
Es un asunto complejo, una línea roja que la NBA no se puede permitir. En ningún caso, pero menos aún en un deporte protagonizado mayoritariamente por jugadores afroamericanos, aún se recuerda la sonada venta del anterior dueño de los Clippers al conocerse sus comentarios racistas en privado, una venta forzada por la propia NBA; nadie se quiere permitir que se den actitudes o incidentes racistas en la liga.
El episodio Westbrook-aficionado Jazz se ha resuelto como se esperaba con la expulsión vitalicia del aficionado de los Jazz del pabellón, incluso para actividades que no sean de los Utah Jazz, como un concierto.También Westbrook ha sido multado con 25.000 dólares por lenguaje inapropiado tras recibir los comentarios racistas, Westbrook no pudo reprimirse. La estrella de los Thunder estaba visiblemente nervioso, indignado, y también enfadado con la propia organización de los Jazz por no intervenir cuando un aficionado se está dirigiendo de forma irrespetuosa a un jugador.
Además de la expulsión del aficionado, la propietaria de los Utah Jazz. Gail Miller, ha intervenido en el siguiente partido en casa con un discurso claro, contundente e integrador. No quieren comportamientos racistas en su pabellón, la falta de respeto no fue hacia un rival tan solo sino también hacia los propios jugadores afroamericanos de los Jazz vino a decir, es algo que no tolerarán jamás. La propietaria ensalzaba a su afición pero reconocía que podía haber comportamientos individuales que avergonzaran a la comunidad.
La reacción de los Jazz ha sido modélica y mucha gente se pregunta cómo se habría actuado en nuestro país, donde es cierto que cada vez se es más contundente con estos comportamientos, pero aún tenemos mucho margen de mejora en en la educación, la prevención, y en las medidas preventivas para que no se produzcan ataques racistas o sexistas. Y esto es contundencia en las sanciones.
Se preguntaba el compañero de Westbrook, Álex Abrines, de baja deportiva pero últimamente muy activo en las redes con sus partidas de fornite, por qué los jugadores tenían que soportar la falta de respeto del público, o de algunos aficionados para ser exactos, que pagan una entrada que no les da derecho a insultar o atacar a los jugadores.
No es probable que se produzca un alejamiento de los asientos de los aficionados de la pista en la NBA, que tampoco es la solución, sino que es probable que desde la liga se pida un mayor esfuerzo a las organizaciones para prevenir este tipo de problemas y actuar de manera contundente, como se suele hacer por otro lado, cuando hay comportamientos inadecuados.