Cuando el 1 de Julio de 2017 Ricky Rubio era traspasado a Utah Jazz casi había quien le consolaba. Han sido siempre tantas las expectativas sobre Rubio desde su precoz irrupción en el baloncesto profesional que todo lo que no fuera verle luchar por cosas grandes en la NBA no parecía satisfacer la demanda. Parecía un destierro su marcha a Salt Lake City.
No es que Minnesota fuera un chollo, desde luego, se esperaba que se construyera allí un equipo para hacer cosas importantes, era su equipo de siempre en la NBA, aquel que apostó por él eligiéndole en el número 5 del Draft (Griffin fue el 1, Harden el 3, Curry el 7 y DeRozan el 9). Minneápolis fue la ciudad en la que siguió creciendo y vivió cosas muy intensas, también dramáticas, el niño prodigio de la Penya. Allí donde había que construir algo y sin embargo no llegó a jugar ni tan siquiera playoff.
Curiosamente tuvo que ser ese traspaso a Utah el que le diera la oportunidad de jugar por primera vez los playoffs de la NBA, el deseo de todo jugador. En los Jazz, Ricky ha encontrado cosas que posiblemente en la última etapa de Minnesota ya no tuviera, un equipo cohesionado, un modelo de juego eficaz, un espíritu de equipo con el protagonismo repartido equitativamente y una tutela clara de un técnico que se ha granjeado un gran prestigio estas últimas temporadas como Quinn Snyder. Los Jazz si algo han sido es un equipo, cuajando un grupo de currantes en el que un hombre alto como Gobert recoge todo aquello que le lanzan, un base capacitado para la dirección como Ricky Rubio, currantes como Ingles y Crowder defienden y son anotadores silenciosos, y su jugador franquicia es un joven como Donovan Mitchell, jugador de segundo año que es una auténtica esponja. Quizá en esta eliminatoria ante Houston Rockets, Mitchell haya decepcionado y no ha sido el anotador que necesitaba su equipo, pero es un jugador de segundo año, no hay que olvidarlo, y que debe seguir madurando.
Utah no tiene otro gran anotador o más profundidad de plantilla, es cierto, y ése es el escalón que les falta para poder competir de tú a tú ante los trasatlánticos de la liga, como en este caso Houston Rockets. Pero no cabe duda que Utah sabe a lo que juega, es un equipo con mayúsculas y con genio además. En Utah Jazz Ricky Rubio parece haber encajado. Venía además de una etapa muy dolorosa por lo que ha quedado vinculado emocionalmente a Minnesota seguramente, allí vivió cosas muy duras, en un intervalo de pocos meses perdió a su madre Tona Vives y a su entrenador Flipp Saunders. Allí ha empezado a construir su labor en la investigación sobre el cáncer.
Rubio ha tenido en este segundo año en Utah Jazz números parecidos, 12.7 puntos, 3.6 rebotes y 6.1 asistencias, pero más allá de los números Rubio ha jugado a un excelente nivel. Cierto es que en el baloncesto actual en la NBA andan algo desconcertados con los bases organizadores y poco anotadores, y es en el tiro en lo que Rubio sigue trabajando para mejorar, sigue tirando triples para demostrar que no le pueden flotar demasiado aunque no es su fuerte. En la actual NBA llena de bases anotadores, jugadores franquicia que operan desde el puesto de base siendo los principales responsables en la anotación, quizá provoque algo de desconcierto la figura de un base más distribuidor, lo que haga que no sea tan considerado por no promediar veintipico puntos por partido, pero hubo un tiempo en el que sobre todo se querían bases que cuidaran el balón, que hicieran jugar a sus equipos, que encontraran la mejor solución, que supiera lanzar el contraataque cuando se pudiera, que encontraran huecos donde sólo se veían piernas y brazos. Ricky sigue desplegando su magia en ese sentido, sigue siendo un buen ladrón de balones y defensor, pero además ha creado el estilo Ricky a la hora de atacar el aro, de tal forma que es capaz de encontrar siempre el camino hacia el aro con su arte del engaño para ensayar la bandeja en sus diferentes posibilidades. Especialmente a aro pasado, Ricky es un especialista en el juego de dedos y el giro de muñeca para alojar el balón en el cesto de una u otra forma. Su desarrollo en el aro pasado es magistral.
Rubio está en su mejor momento, no sólo deportivo sino contractual. Por primera vez va a poder decidir qué hacer con su carrera NBA, es jugador libre sin restricciones y se enfrenta a su gran decisión. Obviamente buscará el mejor contrato posible, tras los algo más de 14 millones de dólares que tenía, pero también pensará en la mejor opción deportiva. Habrá que ver qué opciones se le presentan para estar lo más cerca posible de ganar partidos. En Utah le querrán, otra cosa será lo que le puedan ofrecer, y hay que ver qué decide el jugador ante el escenario que se le plantee. En Utah Jazz tiene una familia, sin duda, y da la sensación de que ha encajado, de que está en un lugar en el que todo encaja. Pero obviamente habrá otras opciones. Ahora se trata de conseguir el mejor contrato posible en el mejor equipo para ganar. Después de unos años muy difíciles, es el mejor momento de Ricky.