Cuando empiezan a diluirse los límites de la longevidad en el deporte de élite, cuando cada vez se alarga más la carrera de los deportistas, también en el baloncesto, cuando la treintena ha dejado de equivaler a pensar en la jubilación anticipada, salvo problema médico relevante, uno de los jugadores más apreciados de la historia reciente de la NBA anuncia que él sigue a sus 42 años.
Vince Carter quiere jugar otro año y ya no cabe calificarlo como sorpresa, como tampoco hubiera sido una sorpresa su adiós a la NBA. Si el cuerpo responde, parece que cuestión de cabeza, de motivación. Justo esa motivación que cuesta tanto mantener, no para jugar, sino para seguir acudiendo a los entrenamientos con ilusión, sobreponerse al dolor, estar dispuesto a enfrentarse a jugadores que podrían ser tus hijos, motivación para soportar que un joven con los músculos frescos pueda humillarle en una pista, para soportar el dolor que aparece tras los entrenamientos, los partidos.
Los egos de los deportistas funcionan de forma diversa, lo que para uno es estimulante puede ser un castigo para otro. Hay que estar dispuesto a volver a empezar, y cuando has empezado muchas veces no debe ser fácil. Se tiene que sentir una química especial al tomar el balón en tus manos. Justo la química que había perdido por ejemplo Manu Ginóbili. Manudona cogió el balón el verano pasado y dijo que no era lo mismo, que no había sentido esa pasión, que había llegado el momento de dejarlo. Qué impulsa a alguien que ha ganado 178 millones de dólares en su carrera, que ya no va a conseguir nada relevante en su carrera como jugador (supuestamente claro, salvo que uno de los equipos favoritos le quiera firmar por un mínimo). No es dinero, no es éxito, si Atlanta Hawks le vuelve a firmar o le ficha otro equipo será por un contrato irrelevante para lo que ha cobrado en su carrera. Si sigue en Atlanta, un equipo en plena reconstrucción, no será por el éxito deportivo.
Quizá haya otro tipo de gloria que desconocemos, esa adrenalina que está en sentirse aún deportista de élite,en que la gente honre tu presencia en la pista de los diferentes pabellones, esa rutina a la que no es fácil renunciar si el cuerpo responde. Carter puede elegir qué hacer, y por ahora elige seguir jugando. Y eso tiene que ver con su motivación. Se ha defendido bien en los minutos que ha estado esta temporada, en un equipo como Atlanta Hawks que ve el amanecer de Trae Young, el mayor talento de primer año junto a Luka Doncic de la NBA.
Carter, el legendario matador que hizo mundial la ciudad de Toronto, ha promediado 7 puntos y 17 minutos por partido este año en Atlanta y se le ha visto machacar el aro, se ve con fuerzas para seguir jugando. Si finalmente firma otro contrato jugará con 43 años en la NBA y pasará a la historia como uno de los más longevos, con 22 temporadas en activo batiría un récord, y entraría en un selecto club de cuarentones. De momento iguala las 21 temporadas de Parish, Willis, Garnett y Nowitzki. Sólo tres jugadores han jugado con 43 años, y uno de ellos en los años 40 como Nat Hickey, además del mítico Robert Parish y Kevin Willis, quien llegó a jugar con 44.
Carter ha recibido ya las primeras críticas, cómo no, tras dar a entender que quiere seguir jugando. Lo que ocurre es que las críticas tienen mayor importancia o menos en función de la credibilidad de quien las haga. Que Gilbert Arenas critique a Carter por querer seguir jugando es una anécdota. Los amantes del baloncesto sienten predilección por una película llamada Entrenador Carter. En una escena de la película, Samuel L Jackson en el papel protagonista del técnico del Instituto Richmond de California, riñe a sus jóvenes jugadores por haberse creído que son buenos, exhibirse y tratar de humillar a sus rivales.
Carter les dice “con qué derecho ensucian el deporte que amo, desde cuándo no es suficiente ganar y esforzarse no basta, y hay que humillar al rival”. Carter les da una cura de humildad y les manda a hacer flexiones. Vince Carter no es entrenador, pero es un veterano con mucho magisterio para transmitir a sus jóvenes compañeros, para ser ganador y honrar el juego que Carter hizo mejor.
La decisión de Vince Carter provocará como todo en el deporte división de opiniones, pero lo único cierto es que hay que ser muy bueno, tener grandes condiciones, ser muy valiente y amar mucho el juego para estar dispuesto a volver a empezar otra temporada con 42 años.