Eran sobre las 4:30h de la madrugada en España cuando Klay Thompson avanzaba con furia hacia el aro. Un intento por taponarle de Danny Green le tocaba y le desequilibraba justo cuando ya empezaba un mate para asegurar la canasta. El toque de Green y la fuerza de la carrera de ambos provocaba un desequilibrio en la caída de Klay, su rodilla en posición forzada se iba, aguantó una presión enorme y su ligamento cruzado no resistió. Klay caía con las botas puestas en el parqué del Oracle Arena, habiendo sido el mejor de su equipo, como luego caerían los Warriors, con honor.
En ese momento, con Klay agarrándose la rodilla en mitad del dolor y mostrando al médico como se había ido su rodilla, Stephen Curry se quedaba en cuclillas al otro lado de la pista, en gesto de desesperación, sin querer acercarse, y todos supieron que la final se había terminado. Que lo iban a intentar hasta el final, pero sabían que éste no era el año, que sucederían más cosas para que no fuera su año.
En estas finales han perdido a dos jugadores colosales, a dos piezas clave del engranaje de los Golden State Warriors, y con lesiones de gravedad. Habían resistido el durísimo golpe de la lesión de Kevin Durant y su tendón de aquiles. Se habían propuesto luchar por Kevin, durante toda la noche y la tarde previa en Oakland, Durant fue el motivo. “Hagámoslo por él” se decía, lo decían los Warriors en sus herramientas de comunicación preparando el sexto partido, por Kevin decían los aficionados con camisetas y pancartas, y Kevin Durant lucían en sus camisetas de calentamiento los jugadores de los Warriors. Se trataba de sacar fuerzas, se unirse como grupo ante la adversidad, eran los campeones, no podían caer así, en su casa, en el último día después de 47 años de baloncesto en ese pabellón.
Pero el deporte deja tantas victorias épicas con derrotas dolorosas e inolvidables. Nadie podrá olvidar que el último partido de los Warriors en su viejo pabellón fue el primer anillo de un equipo canadiense, los Toronto Raptors, un hito para la franquicia y para Canadá, demostrando que el himno que se interpreta antes del estadounidense cada vez no es pura diplomacia o algo anecdótico. Toronto es ya un equipo con un anillo, un equipo protagonista de la NBA.
Es justo cuando hablamos hoy de lo mucho que ha conseguido ese joven equipo, y lo que ha conseguido el baloncesto español con el primer anillo de Marc Gasol, Ibaka y Scariolo, de unos hermanos de leyenda del baloncesto mundial, los primeros en conseguir un anillo cada uno, en este día en el que hablamos de un premio a sus 34 años para un Marc Gasol a quien le cambió la vida a mitad de temporada con su traspaso a Toronto, en este día en el que celebramos el éxito de un jugador nacido en el Congo pero que defiende la camiseta española, Serge Ibaka; en este día en el que el seleccionador español en su primera temporada NBA saborea un anillo, Sergio Scariolo, no sería comprensible dejar de elogiar el alma de campeón de un equipo exprimido hasta el esfuerzo final, hasta romperse sus piezas como figuras de porcelana. Una final que ha salido muy cara para los Warriors, quizá porque el equipo estaba destinado a no separase aún, y quién sabe si estas desgracias significan que tanto Durant como Thompson asegurarán su continuidad en los Warriors.
Pasaron tantas cosas en el sexto partido que resultaría estresante resumirlas aquí, fue una batalla a campo abierto en todos los rincones de la pista, de ida y vuelta, con dos equipos desempeñándose con fiereza competitiva, con un ritmo vertiginoso desde el primer ataque, desde las primeras canastas de Kyle Lowry que anotó los 11 primeros puntos de Toronto. Un partido loco, de batalla, de grandes tiros, de grandes jugadas, también de confusión total, de jugadores por el suelo buscando un balón perdido, de alternancias tácticas, y muy especialmente de alternancias en el marcador. La prueba de lo que fue es que en los cinco primeros partidos apenas hubo alternancias en el marcador y siempre hubo un equipo que dominó, o hubo menos cambios, mientras que en este fue constante la alternancia. Nadie tenía ni la más remota idea de cómo acabaría aquello, convirtiendo ese último partido en Oakland en una oda a la combatividad, al orgullo competitivo, por encima de toda las cosas un partido inolvidable. Es imposible ensalzar el gran éxito de Toronto si no se ensalza el orgullo del campeón Warriors, que llevó al límite a los Raptors.
Este anillo de los Raptors contiene un sinfín de instrahistorias. Un equipo campeón construido a contracorriente, en una decisión que fue catalogada como suicidio, cambiar de entrenador y prescindir del mejor entrenador ese año, Casey, apostar por Nurse, el intercambio de piezas y la apuesta por Kawhi Leonard a un año vista (+ Green) al todo o nada, y después de una temporada sin apenas jugar. Sacrificando una pieza propia, DeRozan. Y Masai Ujiri, el presidente de operaciones sale como héroe de una jugada arriesgada y contracorriente que recibió un sinfín de críticas y que ha llevado al anillo.
Pero el movimiento definitivo acaba siendo durante esta temporada la incorporación de Marc Gasol a cambio de Valanciunas. A Marc como le ocurriera a su hermano Pau una década antes, le cambia la vida el traspaso. Marc Gasol a sus 34 años consigue un anillo que parecía iba a ser imposible de no haber mediado este giro inesperado, porque su salida de Memphis se daba por hecha para que pudiera sacar algo su equipo antes de acabar contrato, pero había que caer en un equipo con opciones. Marc ha sido ese plus de inteligencia, defensa y solidez de los que carecía Toronto para ser un equipo ganador de verdad.
Algo vio Kobe Bryant de todo esto que los demás no vimos, porque lo pronosticó este invierno en As, dijo que sólo veía a Toronto capacitado para plantar cara este año a los Warriors. Lo dicho, los grandes ven cosas.
El anillo de Marc Gasol convierte a dos hermanos baloncestistas de Sant Boi en leyenda del baloncesto español. Pero no sería justo que el éxito de Marc no fuera contemplado en su individualidad, al fin y al cabo Marc ha crecido bajo la sombra del genial hermano toda la vida, dejémosle ser Marc que se lo ha ganado hace mucho tiempo, y veamos sus condiciones como jugador y su éxito como una individualidad, porque se lo ha ganado.
Es un jugador diferente a Pau, pero en muchas cosas es mejor, por mucho que su hermano tenga un talento inmenso y haya sido el gran pionero de nuestro baloncesto en la NBA. Además el anillo de Marc llega justo diez años después del primero de Pau, como si el baloncesto español fuera década tras década del apellido Gasol. Es hermoso, pero insistamos en valorar al mediano de los Gasol , que por cierto hace un año se tiraba al mar Mediterráneo para ayudar a salvar vidas humanas, y un año después está levantando el trofeo Larry O’Brien.
Fue curioso ver cómo celebraba Marc el éxito. Porque este jugador es lo más inexpresivo que se ha visto en una cancha en mucho tiempo. Ni siente ni padece, ni en la alegría ni en la decepción. Su gesto humano empezó a verse cuando sentado relajadamente tras el trofeo de MVP asistía a la ceremonia de entrega por parte de Bill Russell del MVP de las finales a Kawhi Leonard.
Allí se veía la expresividad de un jugador que atesoraba un gran baloncesto, y que en sus primeros años fue un gran talento en el cuerpo de una persona hinchada por las inseguridades. Aquel joven con sobrepeso se ha ido transformando en un deportista extraordinario sostenido por un físico de roble.
Junto a Marc Gasol, la historia de Serge Ibaka, quien ya sabía lo que era perder una final. Y que tras superar a sus propios demonios esta temporada y las peleas fruto de una rabia incontrolada, se ha convertido en un guerrero zen en el playoff. Un jugador fiable, fuerte, reboteador e intimidador como siempre, pero serio, sin apartarse ni un centímetro del juego, concentrado, jugándose tiros cercanos a una mano pero también tiros de media distancia con gran fiabilidad. Inmensa final de Ibaka, que al fin tiene su anillo, aquel que no pudo ser ante Miami. Sergio Scariolo estaba loco por probar la NBA, su interés se ha visto recompensado con un año increíble, y una experiencia que da lustre a su currículum y a la selección española.
El triunfo de Toronto es la victoria también del líder silencioso, Kawhi Leonard, el hombre que absorve juego y golpes sin inmutarse, y al que no parece no poder tumbar nadie. MVP de las finales con dos equipos diferentes, como Lebron James. Ha sido una final que ha ido cogiendo vuelo según se sucedían los partidos, en la que para no ceder el trono el equipo campeón se dejó en el empeño un talón de aquiles y un ligamento cruzado de la rodilla, pero mantuvo intacto el honor.