Nos han explicado muy mal en qué consiste el éxito y el fracaso. En el deporte estos términos absolutos los empleamos en función de si se gana o no, de si se consiguen títulos o no, o si el equipo o el deportista alcanza o no los objetivos trazados. Pero entonces estamos hablando de otra cosa, estamos hablando del palmarés, de los títulos, de los logros alcanzados, de objetivos deportivos.
Los términos éxito y fracaso tienen que ver con otra cosa, con algo que podemos a aplicarnos todos en nuestras vidas. El éxito y el fracaso tienen que ver con la propia satisfacción con aquello que hacemos y si contribuye en algo a hacer mejor nuestro entorno y a los demás, es decir si tenemos un impacto positivo en esta vida, si nuestra presencia aquí ayuda a alguien o deja un legado por pequeño que sea a los demás.
Difícilmente un político, por poner un ejemplo actual, por muy alto que haya llegado en su escala de valores y sus objetivos vitales, puede considerar un éxito su trabajo si lo que ha generado a su alrededor es un empobrecimiento de su sociedad, o crispación, o ha provocado una sociedad fragmentada, o ha sido incumplir de respetar las leyes democráticas y los derechos de todos los ciudadanos a los que debía defender. No, en ese caso no ha triunfado. Puede considerarse a sí mismo un fenómeno y bajo su punto de vista ser un hombre de éxito, pero si fuera capaz de observar con la mirada limpia lo que ha provocado a su alrededor, comprendería que su gestión ha sido un fracaso rotundo. El peor fracaso para un dirigente o un político que está para ayudar a los ciudadanos. No basta la propia satisfacción, un delincuente también puede estar muy satisfecho de cómo le han salido las cosas en los delitos cometidos, puede considerarse un fenómeno, pero es obvio que su vida es un completo fracaso y alguien nocivo para los demás, que debe ser reconducido urgentemente o aislado para no causar mayor daño.
Cuando hablamos de la NBA es lógico medir la grandeza de un jugador y un equipo por los anillos conseguidos, el deporte mide su impacto y el éxito deportivo de una manera cuantificable. Hay algo menos cuantificable pero de incalculable valor que es el impacto que un jugador o un equipo producen en el mundo. Por ejemplo, Lebron James “sólo” tiene tres anillos, pero la medida de este jugador no lo dan sólo sus anillos o sus galardones de mejor jugador, cuatro veces MVP de la NBA. Su verdadera dimensión es lo que es capaz de generar Lebron a su alrededor, el impacto que tiene en los equipos a los que llega y lo que supone para la NBA su figura. Nadie entiende hoy la NBA sin la presencia de Lebron James, aun cuando encara la recta final de su carrera, una recta final que ya se verá cuantos kilómetros tiene, porque a su ritmo, con una capacidad física parece que inalterable, su madurez de juego, todo hace indicar que Lebron jugará los años que tenga en la cabeza, es decir mientras sienta pasión por el juego.
Todo lo que rodea la vida de Lebron James es un éxito a pesar de sus derrotas, y no por los millones de dólares que gane al cabo del año, no por ser la imagen de una multinacional del deporte, no por ser icono de la mejor liga del mundo. Lo es por mucho más, y es por ser referencia para millones de personas en todo el mundo, un referente para millones de jóvenes y para millares de pequeñitas vidas.
No es ejemplo de muchas cosas seguramente, es un jugador ególatra, cómo no serlo saliendo de la miseria más absoluta y siendo un fenómeno prematuro, un niño que desde el instituto fue elegido para ser el heredero y ser el nuevo icono del baloncesto y de esa multinacional. Ahora por ejemplo debe aprender a ser un padre en público, es decir, no tenemos por qué pensar que no lo es en casa, pero su excesivo protagonismo en los partidos de sus chicos no es un ejemplo, se llame Lebron o como se llame. Es su propia lección por aprender.
Pero volvamos al principio, qué chico de 17 años es capaz de llevar el peso que tuvo él y ser mejor jugador cada día. El gran logro de Lebron James es haber sido capaz de superarse cada día, mejorar a pesar de todo lo que se dijera sobre él, y en el terreno deportivo ser el equipo que más impacto lleva teniendo en la NBA en la última década. Todo cambia en función de en qué lugar aterrice James, sea en Cleveland, en Miami, otra vez en Cleveland o ahora en Los Ángeles. Alrededor de Lebron orbitan decenas y decenas de situaciones nuevas para la liga. Puede no ser ahora mismo el mejor jugador de la NBA en cuanto a rendimiento, es posible, pero sigue siendo el jugador más completo. Compite con estrellas pujantes de la liga como Antetokounmpo, Harden, Doncic, no están Durant y Curry, pero Lebron sigue siendo el jugador más completo.
Pero nada de todo esto da el alcance real del éxito de Lebron, aun siendo de gran valor, aun consiguiendo cosas tan importantes, aun luchando este año por conseguir otro anillo junto a Anthony Davis. El verdadero impacto de Lebron se produce en la vida de millones de jóvenes en Estados Unidos y todo el mundo. Y el impacto más valioso posiblemente se dé donde todo empezó. En su ciudad, Akron, en el centro escolar I Promise, en el que 1400 jóvenes ya se han beneficiado del programa de ayuda para dar oportunidades a los chicos que menos tenían.
Nos llega presentado y muy bien envuelto el mensaje por la multinacional del deporte y nos sentimos de alguna forma utilizados. Es normal, no queremos ser meros consumidores y cuando es una empresa quien nos explica las hazañas de un deportista o la labor social de un deportista, nos huele a algo prefabricado. Pero no es menos cierto que Lebron tuvo el empuje de esa empresa, la misma que le ha ayudado con su proyecto escolarizador y social en su ciudad. Es la forma inteligente de vender tu producto, ser algo más que consumo.
Lebron James ha querido ser algo más que un jugador que ganara cosas, que generara negocio, algo más que una multinacional en sí mismo. Podría hacer lo que quisiera, hasta rodar una película como ha hecho, que le llevará a otro nivel como estrella mundial del deporte, sin duda. Pero su mayor victoria es ayudar, ayudar a pequeños como el que fue él mismo, sin padre, con una madre que luchó por él. Así son las cosas muchas veces entre los jóvenes deportistas estadounidenses: unas veces falta una madre, otras un padre, en otras ocasiones ambos,y en otras ambos están presentes pero son incapaces de educar en buenas condiciones a sus pequeños. En otras existe un entorno confortable y es el propio joven quien tiene que esforzarse por encontrar su propio camino.
Ahora el camino de Lebron James es el de conseguir su cuarto anillo de la NBA. Tienen los Lakers un buen proyecto para conseguirlo pero se asoman a la NBA más igualada de los últimos años, ya no se trata de un equipo o dos quienes presentan candidatura para el anillo como en años anteriores. Han empezado muy bien pero se han encontrado con una lección del otro líder de la liga, el del Este, Milwaukee Bucks. Allí encontramos a otro ejemplo de un jugador nacido para ganar, para competir, Giannis Antetokounmpo, el jugador total que la pasada madrugada ha añadido una podríamos que decir que nueva arma. Le veímos tirar de tres, pero ante los Lakers se ha gustado anotando cinco de ocho intentos en el triple. Alguno de ellos de jugador que domina ese rango de tiro. En alguna ocasión habíamos dicho que si este jugador total, que lo hace todo, rebotea, tapona, que parece imparable en la pintura, que lo es corriendo, un portento de la naturaleza moldeado cada año en sus fundamentos, si empezaba a tirar de tres nadie sabría cómo pararle. Los equipos hasta ahora colapsaban la zona para impedirle percutir desde cerca del aro, donde es una fuerza natural, dominando los fundamentos desde su 2:11 y una gran potencia para llegar al aro, pero si ahora resulta que tira de tres, Milwaukee podría ser el gran favorito.
Lebron y los Lakers pueden haber aprendido una nueva lección como la que aprendieron ante Dallas de Doncic. Los Lakers tienen mucho potencial y la mejor pareja, Lebron-Davis, con una transición mortal lanzando James hacia su compañero en carrera. Pero aún pueden mejorar en su búsqueda del anillo. Más tiro de tres y más fortaleza defensiva que podrían adquirir con Iguodala. En todo caso a Lebron James se le va acabando el tiempo para conseguir más anillos, su gran obsesión, ese objetivo por el que sigue mostrando su mejor versión, su deseo de ser el mejor, su físico granítico. Un jugador que apenas si se ha lesionado en su carrera y que quiere jugarlo todo. No es nada fácil tener ese deseo con 35 años (los cumple en diez días) y tratando de jugar 100 partidos al año con tantos minutos. Se hace extraño, apenas una lesión muscular, apenas una torcedura, apenas mil cosas que un deportista de élite en una liga como la NBA puede sufrir.
Pero mientras sigue mirando hacia el cielo del Staples Center las camisetas Lakers retiradas de jugadores que forjaron la leyenda Laker con sus anillos, mientras se imagina obsesivamente siendo el otro genio Laker que levanta el trofeo Larry O’Brien al cielo de los Ángeles, el triunfo de su vida sigue yendo a clase y aquella escuela sigue abriendo sus puertas para esos pequeños como el que fue él. “Algunos encontramos pistas dispuestas para nosotros, ¡si es así despega! pero si no es así, coge una pala, construye tu propio camino para ti y para los que vendrán después”. Es el mensaje de la pionera estadounidense de la aviación Amelia Aehart, desaparecida en pleno vuelo el 2 de Julio de 1937. Y no hay mejor resumen de lo que ha sido una vida de éxito, la de Lebron James.