Lo hiciste, en tu búsqueda de la excelencia, queriendo ser el mejor has superado al mito, aunque no como querías, dentro de la pista. Por qué has tenido que hacerlo de esta manera, por qué. En la pista siempre te quedaste cerca, es cierto, te gustaban sus movimientos, sus lanzamientos, sus fintas, sus gestos, querías aprender de él. Directamente le preguntaste, quisiste saber por qué hacía determinadas cosas, por qué tomaba determinadas decisiones. Querías ser el mejor y por ello aprendías del mejor a ser tú mismo. Quizá sea una broma macabra y ha sido tu forma de conseguir ser más legendario que el mito Michael Jordan. La misma broma de mal gusto que interpretamos cuando llegó la noticia. Esa noticia que buscábamos desesperadamente desmentir, ¿por qué no fuiste una Fake News? con todas las que hay, por qué tuviste que ser una noticia confirmada, tú y todos tus acompañantes, incluida tu pequeña, qué hacíais en ese maldito helicóptero.
Lo conseguiste, creaste tu propio camino y fuiste cada vez mejor competidor. Concentraste una intensa vida en 20 años de carrera dando el máximo de ti, fuiste un jugador veterano y hoy eres una vida joven truncada. Quizá por haber vivido tanto dejaste de vivir, quién sabe, no buscaste premeditadamente dejarnos; tenías tanto por hacer, por disfrutar de tu familia, de los miles de fans en todo el mundo que te querían ver de cerca hicieras lo que hicieras, allá donde estuvieras.
Querías formar a una campeona como heredera de tu sabiduría, tu querida hija Gianna Maria. Por eso no tiene sentido que ahora no estéis ninguno de los dos, no nos es posible asumir que el Kobe Bean Bryant que conocimos es el único que vivirá. No te veremos continuar tu legado, seguir felicitando a las nuevas estrellas, perfeccionándolas, ayudándoles a entender el juego con el que sellaste una alianza indivisible. Tú querías ser el baloncesto, que el juego fuera parte de ti y tú parte de él, como el púrpura y ojo de Los Ángeles Lakers. Tú eras los Lakers, Lebron es tu heredero, pero él y todos sabíamos que tú eras los Lakers.
Se ha parado ese corazón de los Lakers, es como si los Lakers se hubieran quedado suspendidos en el tiempo, incapaces de asumir que no te verán más por el Staples Center, te habrás fijado en que no han dicho absolutamente nada como franquicia en un día entero tras tu terrible accidente. El tiempo en los Lakers se quedó parado en esa colina humeante de Calabasas, en el condado de Los Ángeles. Tu contador como jugador se quedó en 33.644 puntos que la otra noche superó Lebron James como tercer máximo anotador de la historia de la NBA. Tu contador como jugador se detuvo hace tres años y medio, en esos 33.644 puntos. Hoy el contador que se ha parado es el de tu vida en esos 41 años.
Querido Kobe, tu testigo entregado a Lebron James en Philadelphia, en tu ciudad, felicitándole por superarte como tercer anotador histórico ha resultado ser tu testamento, quién nos lo iba a decir. Es como si hubieras legado aquello por lo que tantos días saliste a la cancha con pasión y ardor, aquello por lo que tanto corriste, que tanto pelaste, que tanto perfeccionaste, y que nunca jamás nadie moverá de ahí, ha sido legado a tu heredero y amigo Lebron.
Siempre nos quisiste, quisiste Europa, la Italia en la que te criaste y la España de tu amigo Pau Gasol. Siempre te mostraste agradecido a Pau por lo que te ayudó a conseguir dos anillos más. Honraste al baloncesto español en las finales olímpicas, nos ganaste sí, pero respetaste al baloncesto español, como siempre respetaste a cualquier competidor que amara el juego. Si nos tenía que ganar alguien, que fueras tú, en realidad esos dos oros que te colgaste ante España nos dolían menos. Es que en frente estabas tú, y estaba tu equipo, USA, por muy cerca que estuviéramos, estabas tú. Cualquiera lo entendía. Y como un guiño de esa admiración mutua, eras el encargado de entregar la Copa mundial a España y el MVP a Ricky Rubio. No cabe mayor honor para nuestro baloncesto.
Si lo que querías es ser una gran influencia para millones de personas, una inspiración, lo has conseguido. No hace mucho dijiste que habías dado todo por este juego, tu mente, tu corazón, tu espíritu, todo. Lo contaste en ese documental “Dear Basketball” por el que te vimos recoger un Oscar en tu ciudad, un texto y un corto precioso el que hicisteis. Como un Mozart del deporte, sólo necesitaste 41 años de vida y 20 años de jugador en los Ángeles Lakers para completar una misión personal que seguramente te dejó exhausto.
Quién sabe, quizá te diste por satisfecho con todo lo vivido, aunque dudo mucho que quisieras dejarlo aquí. Tenías cuatro hijas y una esposa a las que cuidar, por las que ser feliz. Es posible que no hubieras diferenciado la Mamba de Kobe Bean, así que la experiencia de Kobe Bean se ha detenido en los 41 años, como si sólo importara lo que hubiera hecho La Mamba negra. Como si Kobe Bean no tuviera derecho a vivir sin la sombra de la Mamba. Y no es justo. Porque tenías tanto por vivir y por transmitir a esa familia y a millones de personas que aman este juego… Ellos no entienden que te hayas marchado. Cuando algo nos impacta de tal manera que cuesta esfuerzo aceptarlo, es como si el tiempo se detuviera y todo quedara suspendido en el aire. Desde última hora de la tarde del domingo he tratado de buscar palabras que pudieran tener algún sentido y ordenaran mis pensamientos, palabras que torpemente escribo aquí.
Querido Kobe, todos admiran a Michael Jordan, pero también sabes que millones de jugadores y aficionados en todo el mundo crecieron viéndote jugar a ti. Somos los que hoy todavía lloramos y Dios sabe cuánto te seguiremos llorando. Es el poder de la excelencia en el deporte, millones de personas que no te conocen hoy te lloran, qué importa que Los Ángeles esté muy lejos, qué importa que no te hayan conocido, eres partes de sus vidas, querían verte crecer, querían verte en los pabellones, en los grandes acontecimientos, querían verte en el Hall of Fame en unos meses, querían escuchar tus discursos, querían seguir inspirándose contigo. La prueba de tu influencia ya se vio desde el mismo momento de su marcha. Esos mismos pabellones que hace tres años te aclamaban en cada uno de tus últimos partidos te coreaban anoche, esos mismos jugadores a los que hablabas, encestaron al cielo entre lágrimas, Trae Young, Devin Booker, ambos 24 lanzamientos, sí 24, para sumar entre los dos 81 puntos, tu cifra máxima, ¿cómo es posible? Sólo tú lo sabes.
Solemos acudir a los logros para medir la grandeza de un deportista, lógico si pensamos que el deporte vive de palmarés, de triunfos y títulos. Pero en tu caso y espero que no te ofendas por ello, trasciendes los cinco anillos que has conseguido. Es natural que te recordemos con tus cinco títulos de la NBA, tus dos MVPs en las finales, tu MVP de liga regular, dos veces máximo anotador de la liga, 11 veces en el mejor quinteto de la liga, 18 veces All Star, cuarto máximo anotador histórico, dos medallas de Oro en los JJOO. En realidad los números no te hacen justicia aun siendo impresionantes, porque tu impacto es sensorial y no numérico. No te admiran por las veces que has ganado, que también, te admiran por lo que inspiras.
La pasión, la dedicación, la obsesión, el trabajo, honraste el juego en cada entrenamiento y cada partido, con tus errores y aciertos, tuviste que conocerte mejor, primero alimentaste un bicho que llevabas dentro para ser cada día mejor y mejor, querías ganar y ganar, pero lo más importante es que fuiste capaz de domar a ese bicho y hacerlo trabajar para ti y para tu equipo. El joven salvaje dio paso a un líder que quería seguir siendo mejor y que no toleraba que a su alrededor no existiera la misma pasión. Admiraste a jugadores porque honrabas el juego, y te reventaba que a tu alrededor los jóvenes no hicieran lo mismo.
Te recuerdo tan tenso en las finales y tan concentrado como divertido y relajado en las reuniones de jugadores del All Star. Sabíamos que llegabas en cuanto veíamos una nube de gente y focos acercándose. Sabíamos que llegaba Kobe. Disfrutabas de cada momento de baloncesto, lo que para otro jugador hubiera sido un agobio para ti era una fiesta. Tenías clara tu misión, ser grande y transmitir grandeza, y todo lo que tuviera que ver con esa final te reconfortaba.
No hace mucho, a punto de retirarte, en una entrevista con Ahmad Rashad contabas cuáles habían sido tus procesos durante tu carrera, la construcción de tu personaje, de tu juego, tus vivencias, tus obsesiones, tus ilusiones, tu forma de entender el juego. Explicabas con mucha calma tu pasión exagerada, pero también llegabas a reconocer que en algún momento pensabas en el momento de parar, de echarse a un lado y simplemente respirar tranquilo. Quizá no lo recuerdes, o quizá tenga que ver tan solo con el momento que estabas viviendo y que seguramente acumulaba muchas emociones al final de tu carrera. Sabías lo que se avecinaba, dejar de saltar a la pista, “Mamba out” como dijiste en tu homenaje. Pero ese momento ha llegado, de una forma que los demás no podemos entender, de esa forma tan abrupta. Nadie quería que te fueras, y tú mismo seguramente tampoco, pero así ha sido, para al fin descansar junto a tu pequeño ángel, Gianna Maria.
Querido Kobe, mientras haya alguien que quiera ser mejor en lo que hace, que quiera honrar el juego con su dedicación y su pasión, te estará honrando. Eres y serás inspiración para millones de personas. Éste es tu gran triunfo, tu legado, lo que te hace eterno, aunque para muchos de nosotros es imposible hoy entenderlo.