Los aficionados de los Lakers lloran, y esta vez no es de pena, de un dolor inmenso tras haber perdido a un ídolo.No, esta vez es de felicidad, o de todo un poco, al ver que su equipo vuelve a ser un orgullo. Se les escapan las lágrimas cada vez que ven a un equipo ganador de púrpura y oro. Ellos que siempre presumieron de equipo, de estrellas,de campeonatos, de ser protagonistas de la NBA, llevaban siete años sin ver a su equipo en los playoffs, llevan una década sin un anillo. Tiempo suficiente para desear más que ninguna otra cosa en el mundo volver a sentirse orgulloso de su equipo.
Sólo hace unos días lloraban desconsoladamente por una pérdida irreparable, han perdido, ellos y todo el baloncesto, a una persona referencial, un icono baloncestístico. Una ausencia inasumible. Quizá por ello los aficionados de los Lakers se emocionan con más facilidad, aun cuando la pérdida de Kobe es irreparable y nada lo podrá compensar jamás, el que su equipo sea tan competitivo como está siendo, que Los Ángeles Lakers vuelvan a ser un competidor serio en la NBA es como una oración a una ausencia. Es recoger el legado del gran competidor que ya nunca más verán. A él no le podrán tener, no le podrán aplaudir, pero si pueden ver su obra. El legado baloncestístico que consiste en competir siendo cada vez mejor, tratar de alcanzar la mejor versión de uno mismo, la Mamba Mentality, como se vio en el derbi de Los Ángeles del domingo.
Fue un partido con todo el aroma a playoffs, un banco de pruebas para lo que vendrá. No había tregua ni había medias tintas, los dos querían ganar, los Clippers y los Lakers, ambos se vaciaron. Los Lakers han resuelto por cierto con espectacular eficacia dos test de tamaño descomunal en pocos días, ante Milwaukee Bucks de Antetokounmpo, mejor equipo de la NBA, y ante los Clippers, los grandes competidores de los Lakers en la conferencia Oeste, y lo han hecho a lomos de un excepcional Lebron James.
Si alguien pudiera tener alguna duda sobre quién es el Rey de Los Ángeles, Lebron James se ha encargado de resolvérsela en dos partidos de altura, descomunales, que han mostrado el James más maduro y vigoroso, y lo escenificaba Kyle Kuzma poniéndole la corona a su compañero. Lebron ha hecho una demostración de fuerza. El derbi del domingo es posiblemente uno de los mejores espectáculos de lo que llevamos de liga, un partido con tensión de playoff entre dos equipos que discuten la hegemonía en la ciudad y en la conferencia Oeste de la NBA. El tradicionalmente hermano pobre de la ciudad es un nuevo rico baloncestísticamente hablando, poque los Clippers se han armado hasta los dientes. Tiene seguramente mejor plantilla sobre el papel que los Lakers, más profunda y compensada. Un equipo que parece más físico a la hora de defender que los Lakers, es lo que dice la teoría, y sin embargo al final no fue así.
Pareció durante algunos minutos del partido que ciertos quintetos de lo Clippers eran superiores físicamente a otros quintetos de los Lakers. Pero lo cierto es que cuando parecía empezar a quebrarse el partido en el segundo cuarto, cuando parecía que los de Doc Rivers podían empezar a abrir hueco, los Lakers de Vogerl no lo permitieron. Los Lakers siempre volvieron, hasta que en la segunda mitad consiguieron ponerse por delante y aguantar el tirón.
Ambos equipos tienen sendas parejas de gran poder anotador y físico, Lebron-Davis en los Lakers y Leonard-George en los Clippers. En lo que es capaz de generar el resto podía estar la diferencia, y ahí es donde también los Clippers podían resultar ganadores, salvo que los Lakers defiendan como lo hicieron el domingo, y cuenten con de repente un extraño. En esta ocasión Avery Bradley, en su mejor partido desde que llegó a los Lakers, tanto en labores defensivas como de anotación. Los pívots de los Lakers tuvieron esta vez serias dificultades ante la agilidad de los Clippers, incluidos sus grandes, todos de gran movilidad con un Harrell que es una amenaza para cualquier pívot y que puede emparejarse con aleros altos. Los Lakers acabaron sacrificando alguna pieza alta para jugar con Davis como hombre más alto, y equilibrar mejor los duelos.
Esa defensa de jugadores como Bradley, Kuzma, Green, Caldwell-Pope, Rondo, los propios Lebron y Davis etc neutralizaron el poder de fuego de los Clippers, que es muy grande, pues además de sus dos estiletes cuentan con un suplente de lujo, una máquina de anotar como Louis Williams, neutralizado esta vez. Está claro que para superar a este posible rival de final de conferencia en el camino a una hipotética final, los Lakers tendrán que emplearse a fondo en su duelo con los Clippers.
Hubo un elemento imprevisto en ambos equipos y éste fue el bajísimo rendimiento de los hermanos Morris, dos gemelos (uno con cada equipo) de los que se puede esperar lo mejor y lo peor. Dos aleros altos, buenos tiradores, de buen físico para cualquier emparejamiento, y que estuvieron (ambos) muy por debajo de su rendimiento óptimo. Marcus presumía en el pasado de ser uno de los jugadores que mejor puede defender a Lebron, pero quedó en evidencia este domingo.
Los Clippers decíamos pueden ser más físicos que su rival, con la lapa Beverley, Leonard, George, Harrell, Jackson ,J Green, Marcus Morris etc pero acabaron siendo superados al compás que marcó Lebron James. 35 años y una forma física increíble, un jugador que ha unido a su dominio físico del parqué su mejor visión de juego, una mejoría obvia en el tiro y en el triple en especial en los últimos años, y su capacidad para generar, siendo el mejor asistente de la liga, un ordenador en su cabeza para ordenar el juego. Siendo director de juego se desfonda menos que antaño, porque está obligado a administrarse mejor para llegar bien a los playoffs, pero su demostración de poderío este domingo despeja cualquier duda.
Sigue limando sus vaivenes emocionales y de desconcentración ante el error propio o de sus compañeros, o de los árbitros, puede parecer que se va a ir del partido, pero no ocurre, puede parecer que se le puede descentrar, pero no ocurre. Lo intentó por dos veces Patrick Beverley, el malote oficial de los Clippers, pero sólo hizo que quedar en evidencia ante un tipo como Lebron que no se movió ni un centímetro, ni tan siquiera le miró, cual pastor alemán que no se molesta en mirar a un ruidoso, furioso y molesto ratero.
Era importante para Lebron este derbi, o al menos eso pareció, como importante pareció para ambos equipos. Los Lakers empiezan a probarse para lo que vendrá, los playoffs, su hábital natural pero un lugar que no visitaban desde 2013, este año están diseñados para ello y para rendir tributo a Kobe, es la misión sagrada de Lebron, el Rey de los Ángeles.