La NBA arde contra el racismo - Con Basket si hay paraíso
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La NBA arde contra el racismo

En poco más de medio año la NBA ha vivido una suerte de mil plagas, uno puede superar un problema gordo, pero ir sorteando obstáculos uno detrás de otro no es fácil. Alguno de sus problemas tenía que ver con el dinero, sólo tenía que ver con el negocio, las otras con el ser humano, algo mucho más delicado.
Si dicen que los males nunca vienen solos o que a veces todo se te junta en la vida, a la NBA todo lo malo que le podía suceder le ha pasado en unos ocho meses. Ha tenido una crisis diplomática y de negocio con China; se le ha muerto una de sus mayores leyendas de la historia en un accidente aéreo, Kobe Bryant; como el resto del mundo se ha visto golpeada por el coronavirus poniendo la liga en cuarentena y, como en nuestro deporte, obligándose a buscar soluciones extraordinarias para situaciones nunca vividas antes en el deporte profesional; además en un país que se está viendo golpeado con alto coste de vidas y crisis económica, nos suena.
Y por si todo esto no hubiera sido suficiente dolor, un nuevo crimen racial fruto de la brutalidad policial, que como indican las estadísticas desde hace muchos años, es el doble de violenta con los negros que con los blancos.
 Algo nos debimos imaginar sobre este 2020 cuando el 26 de Enero de la manera más absurda perdía la vida Kobe Bryant junto a otras ocho personas en Los Ángeles, entre ellas su hija Gigi.
La razón no entiende lo que está pasando, porque es imposible comprender que en 2020 uno de los problemas más graves en el país más poderoso de la tierra sea el racismo. Estados Unidos se enfrenta ahora mismo a dos virus, ambos son silenciosos e invisibles hasta que algo los hace visibles. El Sars-Cov 2 es un enemigo mortal silencioso porque consigue extenderse sin llamar la atención, sin ser visto. Se le consigue parar, pero para localizarlo tienes que buscarlo.
Con el racismo pasa lo mismo, puede no verse pero está ahí, esperando a aparecer. Podría pensarse que una sociedad con diferentes comunidades, con personas de toda procedencia, con gran mezcla racial como Estados Unidos, hecho a sí mismo con los inmigrantes de los últimos siglos, estaba en otro punto, pero su evolución como sociedad tiene mucho recorrido aún, en realidad todas, porque se trata del género humano, de sus miedos y miserias. Ocurre sin embargo que en EEUU es algo más estructural, y muy incrustado en muchas personas, en juego está, ya lo dijimos en el capítulo anterior, la supremacía, el poder, como lo entienden determinadas personas claro. Temen algunos wasp que los negros o los hispanos puedan tener más importancia en la sociedad, ellos entienden el país sólo para ellos,o que debe ser dirigido por ellos. En algunas protestas se han atacado símbolos de ese supremacismo blanco en el antiguo sur esclavista. No busquen pinturas en estatuas de Colón y Fray Junípero Serra esta vez, figuras buscadas por el poder blanco y algún populista indígena como causa de sus males (imaginen buscar el origen de los problemas 500 años atrás, y encima echar la culpa a los españoles con los que se mantuvieron los indígenas, pero éste es otro debate). La cuestión es que los indignados tienen claro de dónde viene su agravio.
El problema racial ha vuelto a explotar, pero no ha sido tan solo porque ha muerto asesinado un ciudadano negro llamado George Floyd, sino porque se ha vuelto a producir un crimen gratuito, uno más, a una persona negra, sin un mínimo de respeto por sus derechos, sin un mínimo de humanidad, de manera injustificada y aleatoria. Un incidente que la policía española hubiera resuelto de una forma completamente distinta (ay los demagogos de por aquí cuánto necesitan una aventurilla con la policía estadounidense).
Se preguntó Lebron James ¿por qué no nos quieren? imaginen, uno de los mejores deportistas de los Estados Unidos y del mundo, un tipo que ha llevado la bandera de barras y estrellas con orgullo en unos Juegos Olímpicos, deportistas acostumbrados a respetar profundamente su himno antes de los partidos NBA, que ha llevado el oro olímpico a su país, uno de los iconos del deporte estadounidense en el mundo, preguntándose por qué en su propio país no son queridas las personas como él.
Hasta Air Jordan ha aterrizado en la tierra para pedir un cambio en la ley y en la sociedad, para decir basta. Michael Jordan, el jugador-estrella-icono que nunca quiso ser portavoz de nadie ni de nada, que no quiso alzar la voz por los derechos de los negros, lo ha hecho ahora.
La mayoría de franquicias de la NBA (faltaban los Knicks) han condenado el racismo y se han unido al al apagón de este martes del que han participado deportistas de todo el mundo y de diferentes disciplinas.
La propia liga se ha añadido al apagón, leyendas de siempre como Jabbar o Magic Johnson han sido muy contundentes, el mismísimo seleccionador de EEUU, Gregg Popovich ha fustigado al presidente Trump. Imaginen a Scariolo atizando a Pedro Sánchez o Luis Enrique. ¿Por qué? pues muy sencillo, porque Trump no se limita a intentar curar las heridas, sino que alienta al enfrentamiento entre comunidades, habla en nombre de su electorado, no pierde el tiempo tratando de conquistar a hispanos, negros o indígenas o incluso otros blancos. En eso recuerda a Torra.
Pero lo que ni Trump ni ningún otro presidente puede permitirse es que su país viva sin respeto a la ley y sus ciudadanos, a los derechos de los demás. Porque cuando ciudadanos son apaleados, las tiendas saqueadas, los coches y edificios incendiados, cuando el crimen avanza impunemente a ritmo de grupos organizados de terrorismo urbano, el país se tambalea. En un país además en el que está reconocido el derecho a portar armas y la legítima defensa, ni qué decir tiene que se camina el borde el precipicio.
Tanta violencia gratuita no es producto de la lucha contra el racismo, sino aprovechando la lucha contra el racismo.
Grupos de guerrilla, asesinos en potencia, han tomado las calles y haciendo gala de una gran cobardía como ya demostraron en Barcelona, atacan en masa a ciudadanos que no pueden defenderse, personas que tratan de salvar su negocio o piden respeto.
Estos grupos de terrorismo urbano que grotescamente se hacen llamar antifascistas, qué gran mentira y cuanta ofensa a la inteligencia, han entrado de lleno en el corazón de la protesta.
Pero no tienen nada que ver. Aprovechando la ola de la rabia justificada de quienes quieren protestar contra una manifiesta injusticia mantenida en el tiempo, porque el racismo es sistémico y crónico, no es temporal ni circunstancial, lo revientan todo.
Esta vez la acción es de mucho calado, los jugadores de la NBA no se han quedado parados o lo han dejado todo en una declaración.
Jugadores como Jaylen Brown, Malcolm Brogdon, Udonis Haslem, Trae Young, Ernst Kanter… han clamado megáfono en mano; otro, JR Smith, la emprendía a golpes con un saboteador que quiso dañar el vehículo equivocado, el suyo.
Mientras tanto el país se incendia y la violencia domina algunas calles, la NBA como organización trata de salir de ésta, salvar de alguna manera la temporada con un playoff en Disney World en Orlando, puede ser un final de liga con 20 equipos incluso para dar opciones a algunos de los equipos que estaban peleando por el playoff. Como ocurre con nuestras ligas, la NBA intenta en medio de una tormenta de mil demonios que el barco no se hunda, pero para ello necesita que dejen de zurrarse unos y otros y que la mar arbolada pase a simple marejadilla.