En una escena de «En busca de la felicidad», película interpretada por Will Smith, un padre que se ha quedado en la calle con su hijo y que busca desesperadamente salir adelante, está jugando con su pequeño en una pista de baloncesto en la ciudad. En mitad del juego, proyectando sus propias autolimitaciones le dice al chico que como no va a destacar en el baloncesto, mejor que no dedique mucho rato a jugar en la pista y emplee más tiempo en otras cosas que le puedan ser de provecho.
Lo que ocurre a continuación es de una sencillez conmovedora. Al darle de nuevo el balón el señor Gardner a su hijo, éste tira el balón contra la valla metálica. Le ha quitado las ganas de tirar a canasta. El niño no dice nada, simplemente ya no quiere jugar, ¿para qué?
Los segundos siguientes concentran el mensaje más poderoso de toda la película y por el que esta correcta cinta familiar basada en un caso real, se queda grabada para siempre. Gardner entiende y cambia en pocos segundos el mensaje a su hijo: «Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo… si tienes un sueño ve a por ello».
Para que un chico con sobrepeso y seguramente muy poco motivado para entrenar fuerte en sus primeros años, se haya convertido esta semana en el mejor jugador de la mejor liga del mudo, alguien tuvo que animar o al menos no desanimar a aquel niño. Si cuando el pequeño Nikola Jokic empezaba a interesarse por el baloncesto cuando parecía que lo que le gustaba más era el fútbol, si cuando el pequeño Nikola Jokic en una entonces herida Serbia empezaba a lanzar canastas, alguien no hubiera creído en él, posiblemente hoy no tendríamos MVP de la NBA. Imaginemos por un momento que sus padres le hubieran dicho que dejara de holgazanear y perder el tiempo con la pelotita que con el físico que tenía a dónde iba, que aprendiera algo de provecho. Imaginemos por un momento que los entrenadores nada más verle entrar en la pista hubieran dicho ¿dónde voy con este chico? y entonces con amables palabras le hubieran dicho, mira busca algún otro juego que te guste. Alguien creyó en él, alguien no tuvo el atrevimiento de desanimar a aquel chico.
Si el mensaje más poderoso de la película interpretada por Will Smith es que nadie tiene derecho a privar de las ilusiones a un niño, a matar su creatividad, a no alentarle a divertirse con algo que le guste, el mensaje más poderoso que nos ha dejado la elección del pívot serbio es que ay de los gurús del deporte, padres o entrenadores, que sean capaces de descartar a un pequeño porque en ese momento no parece tener un físico acorde al deporte.
Lo mismo podríamos decir de aquellos que nunca llegaron a creer tal vez que un tal Marc Gasol se convertiría en un jugador de élite. El hermano de Pau no parecía compatible con el deporte en sus inicios. Sus casos tienen cierto paralelismo. No es necesario llegar a ser campeón de la NBA como Marc o el mejor jugador de la NBA como Jokic para que aprendamos de una vez la lección. Incluso si ese niño pequeño que fue Jokic nunca hubiera sido deportista profesional, incluso si no hubiera llegado a jugar más de tres o cuatro años porque simplemente se hubiera cansado, se hubiera aburrido, o hubiera encontrado una motivación mayor en otra cosa, nadie habría tenido ningún derecho a desanimar al chico. Por el contrario es un refuerzo para que una persona crezca creyendo en lo que le gusta, en lo que quiere o simplemente sin esas inseguridades autolimitadoras que después cuesta décadas sacudirse de encima, si es que se consigue.
La lección es para los padres por supuesto, pero en especial para los entrenadores de formación. Todos hemos vivido cosas parecidas en los inicios. Los que tenían un físico grueso, los que lo tenían demasiado delgado, los bajitos, los demasiado altos, los despistados, los demasiado nerviosos… Hubo una época en la que en categorías de formación en fútbol se descartaba a niños porque eran muy pequeñitos.
Tuvo que llegar una generación de jugadores fantásticos a demostrar lo que unos pequeños con un sentido del ritmo, el espacio, visión de juego, orientación, técnica exquisita etc pueden conseguir en el fútbol y poner de moda con España el juego elaborado de unos chicos bajitos.
Tuvo que llegar una generación de jugadores fantásticos a demostrar lo que unos pequeños con un sentido del ritmo, el espacio, visión de juego, orientación, técnica exquisita etc pueden conseguir en el fútbol y poner de moda con España el juego elaborado de unos chicos bajitos.
Para que Nikola Jokic fuera encontrando puertas abiertas para seguir pasándoselo bien al baloncesto con el físico que tenía, un niño con bastante sobrepeso, alguien tuvo que ver en él ese talento. Alguien tuvo que ver que no sólo tiraba bien a canasta sino que tenía una facilidad innata para pasar el balón. Serbia hoy como todo el territorio de la antigua Yugoslavia siempre ha tenido talento para el deporte y grandes técnicos. Es una vieja tradición, su formación de talento; quizá si en lugar de en Yugoslavia Jokic hubiera nacido en otro país, se hubiera perdido un gran jugador. Afortunadamente no lo sabremos.
Los gurús del deporte también predijeron que el pívot es una especie en vías de extinción en la NBA y en general en el baloncesto. La explosión de un súper equipo con un nuevo modelo de juego como fueron los Golden State Warriors provocó una conmoción en el baloncesto, con su juego abierto con muy pocos altos en pista, empleado algún pívot sólo ocasionalmente, y con un equipo de tiradores y jugadores capaces de hacer de todo en campo abierto, la conclusión parecía que el pívot iba a desaparecer, olvidando un principio básico: para jugar como los Warriors debes tener jugadores como aquellos Warriors. La teoría es fácil, ejecutarla ya no lo es tanto.
En la temporada 2020-21 el MVP es un pívot de 2:13. Y no sólo eso, el segundo jugador de la lista del MVP es otro pívot, Joel Embiid. Luego hacer pronósticos en el deporte sigue siendo de un riesgo más que elevado.
Curiosamente Jokic es el MVP de los récords porque es el primer pívot en ser elegido mejor jugador desde Shaquille O’Neal en el 2000, es uno de los pocos europeos en conseguirlo y sobre todo es el número más bajo en la historia del Draft en ser MVP, el número 41. Hasta ahora los peor clasificados eran Steve Nash y Giannis Antetokounmpo, el 15, un tal Kobe Bryant junto a Karl Malone en el 13.
La otra gran conclusión que deja la elección del jugador de los Denver Nuggets es que por tercer año consecutivo el galardón es para un jugador llegado de Europa tras los dos años de Giannis Antetokounmpo, jugador griego de origen nigeriano. Un mensaje en toda regla en una liga que si bien es una liga mundial y cuenta con el mayor número de jugadores extranjeros de su historia, no deja de ser la mayor exportación de producto deportivo estadounidense a todo el mundo. Que en tres años ningún jugador nacional haya sido el mejor (este año podría haber sido Stephen Curry en honor a la verdad) no deja de ser un aviso de que aun siendo muy buenos, tienen a jugadores del resto del mundo muy cerca ya. El baloncesto estadounidense siendo la primera potencia, haría bien en cuidar un poco mejor su base, su entrenamiento, sus fundamentos, su modelo de formación por muy competitivas que sean las ligas universitarias. Son los mejores y tienen jugadores para aburrir, es cierto, pero la comparación con otros jugadores ya no es abismal.
Serbia tiene motivos para sentirse orgullosa de su deporte. Un pequeño país europeo tiene al mejor jugador de la NBA, Nikola Jokic, y el MVP de la Euroliga, tanto en liga regular como Final Four, Vasilije Micic. Además desde hace mucho tiempo cuentan con el mejor jugador del ranking mundial en tenis, Novak Djokovic. Algo tiene el agua cuando la bendicen.