¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!
Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido, como comprender;
ser amado, como amar.
Porque dando es como se recibe;
olvidando, como se encuentra;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la vida eterna.
De todos es conocido, el habitual intento de los estadounidenses de hacer historia con cualquier hecho reciente porque necesitan tener un pasado. El caso es que Clint Eastwood es un cineasta que le encanta hablar de héroes americanos como ya hizo con El francotirador, una auténtica maravilla de cine bélico o con el espectacular amerizaje de Sullly, largometraje que, por cierto, le encanta a mi hijo mayor.
Por esa razón, si no te gusta el cazo tres tazas, ya que Clint Eastwood nos regala 15.17 tren a París, que habla de tres completos desconocidos hasta ese momento, que se jugaron literalmente la vida, lanzándose sobre un terrorista armado hasta los dientes, acción por la que fueron condecorados con la Legión de Honor Francesa. Este realizador, como hizo Paul Greengrass con United 93, ha querido ser fiel a la historia ocurrida hace muy pocos años. Los protagonistas no son actores profesionales, sino tres héroes en la vida real: el mismísimo Alex Skarlatos, reservista de la Guardia Nacional; el Sargento Spencer Stone y su amigo Anthony Sadler, que detuvieron a un terrorista islamista con gran determinación, evitando una auténtica masacre.
Entre los puntos fuertes de esta producción se encuentra el mérito del director de sacar adelante una película protagonizada en su mayoría por actores no profesionales y que te atrape de principio a fin. En contraposición con lo positivo, uno siempre disfruta cuando le enseñan las ciudades más importantes de Europa. No obstante, ese publirreportaje no tiene el más mínimo interés en la historia, siendo la parte más floja de la producción.
Por otra parte, estos hombres nos dan una lección del significado de la amistad con un alto grado de compromiso. Los tres chicos aparecen, a modo de flashback, estudiando en un colegio católico. Llama la atención como uno de ellos, el cristiano más practicante de los tres, se plantee, de vez en cuando, la pregunta del sentido que tiene su existencia y de un modo implícito, si Dios le ha destinado o le quiere para algo especial. Este muchacho, valiente donde los haya, pone su vida al servicio de lo que su fe le indica. Él reza la oración de San Francisco de Asís en momentos de luz y oscuridad al principio y al final de esta película, razón por la cual hemos comenzado este artículo de ese modo.
Puedes escucharnos en: www.cineylibertad.com
Twitter: @cineylibertad
Víctor Alvarado