Se hace camino al andar - Excelencia Literaria
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Se hace camino al andar

Francisco Javier Merino

Ganador de la X edición

www.excelencialiteraria.com

 

Los británicos, para referirse a un adolescente, utilizan el término teenager. Los llaman así porque, en inglés, las edades comprendidas entre los trece y los diecinueve años contienen la terminación teen. Así pues, según el razonamiento británico, a los veinte años acaba la adolescencia, una de las etapas que tantos expertos declaran crítica en el desarrollo psicológico de la persona.

Pues bien, yo acabo de cruzar el simbólico kilómetro veinte de mi existencia. Aunque muchas personas insistan en que a partir de aquí el camino hacia el futuro se me irá despejando, debo reconocer que nunca he visto tantas bifurcaciones y tan pocas señalizaciones.

Mis dos primeros años en la universidad me han provocado esta confusión, pues en el campus se ha abierto mi mente hasta límites insospechados. El cambio que he sufrido al pasar de la etapa escolar a la universitaria ha aumentado exponencialmente al cambiar la enseñanza privada por la pública.

Las dudas me han llegado inevitablemente. Son dilemas de toda índole: «¿Tengo una fe religiosa aquilatada o la única diferencia respecto de mis compañeros ateos, agnósticos o indiferentes al hecho religioso, es que necesito creer en algo trascendente?… ¿Tengo juicio crítico o llevo toda mi vida repitiendo lo que piensan mis padres?… ¿He tomado la decisión adecuada al elegir mis estudios?… ¿Debería prepararme a conciencia para el futuro laboral o disfrutar de esta etapa para salir de fiesta como si no hubiera un mañana?… ¿De qué gente debo rodearme?… ¿Debería seguir los consejos de mis padres, llenos de experiencia, o tomar mis propias decisiones y cometer mis propios errores sin contar con ellos?».

A mis diez años no existían estas dudas; otros tomaban el volante de mi vida. Dos lustros después, la sensación de conducir es maravillosa y a la vez confusa. Quizás por eso, la respuesta de las personas de mi edad sea buscar algo a lo que aferrarnos, poner una especie de piloto automático ante el avance de la vida. Dios, la familia, los amigos, el horizonte profesional… son maravillosos retos, pero la posibilidad de no encontrar el camino hacia la felicidad nos asusta. Sin embargo, llevarnos por el miedo para dejar de conducir es un error. Porque el único camino hacia la felicidad es aquel en el que, sin perder de vista todo lo que creemos, creamos en nosotros mismos.

 

Lo escribió Antonio Machado y lo cantó Serrat: «Caminante, no hay camino, se hace camino al andar».