Ana Santamaría
Ganadora de la XIV edición
Habían dado pasos de gigante. En pocos años habían construido grandes y preciosos edificios en los que almacenaban verdades como puños. Habían empezado a expandirse, a abrir sus murallas para poder enriquecerse de las costumbres de los pueblos vecinos. Sabían que solo así vivirían en paz y que aquella era la única manera de defenderse de todo aquel que intentara derribarla. Al contrario de lo que siempre se ha pensado, es más fácil entrar en una ciudad amurallada que en una que ha decidido ampliar sus horizontes.
Pero ahora, el cielo se ha nublado sobre ella. El visitante ha conseguido parar el tiempo por un momento. Los amigos desconfían unos de otros y las familias han comenzado a sembrar las dudas en sus huertos. Esto es lo que ha traído consigo el forastero: duda. De hecho, con este extraño nombre se hace llamar. Desde que ha llegado a mi ciudad, a la que también llamo «mente», todo en mí es confusión. Las ciudades vecinas también han sido invadidas, como por ejemplo aquella que llaman «corazón». Sus habitantes, apodados «sentimientos» ya no saben siquiera quiénes son.
Y aquí estoy, hecha un mar de dudas, como suele decirse, aunque nunca se dijo con más acierto que en esta ocasión. Pero no tengo miedo; ese aún no ha venido a la ciudad. De hecho, para él tengo muchas defensas preparadas. Sé que mis ciudadanos se unirán, que las ciudades lucharán juntas por la paz que solía reinar en ellas. Sé que «duda» se irá y que lo que quedará de ella serán solo los restos de una batalla que terminará por fortalecerme. Los habitantes serán capaces de construir nuevos edificios para guardar la verdad. Las familias volverán a su rutina y un día recordarán con alegría cómo se fue «duda», dejando tras de sí mucha más seguridad de la que nunca había habíamos tenido. Justo lo contrario de lo que el visitante quería.
Estoy preparada para luchar.