Preguntando se llega a Roma - Excelencia Literaria
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Preguntando se llega a Roma

María Pardo

Ganadora de la XIV edición

www.excelencialiteraria.com

 

Si hay algo que envidio de los bebés es su capacidad de asombro. Basta que uno les haga una mueca para que se empiecen a reír. Es esta actitud que también —valga la ironía— caracteriza a un filósofo, a un artista y a un escritor. Si Aristóteles, Shakespeare o Van Gogh no hubiesen jugado a ser niños, hoy no conoceríamos sus nombres ni sus obras. Por tanto, qué importante es reconocerse ignorante y necesitado de conocimiento ante las sorpresas que nos depara la vida.

El conformismo, por el contrario, es como una gran tapia que nos impide admirar el sol. Es una voz mentirosa, un engaño que nos invita a creer que la realidad es inmutable y que, por lo tanto, no merece estudio alguno. Quien se conforma con vivir con los ojos clavados en el suelo, no avanza. Es más, retrocede.

Para evitar caer en tal frustración, uno debe avivar su capacidad de asombro. Por eso animo a que cada cual comience por hacerse preguntas. No es necesario que nos pongamos en la piel de un catedrático; basta con aprender a mirar. Y digo «mirar», no «ver». Miremos las flores, investiguemos su olor, su pigmento… Miremos las nubes y sus formas. Busquemos la belleza y el dolor del mundo. Descubrámonos a nosotros mismos. Empecemos por ahí y las preguntas no tardarán en surgirnos.

La actitud admirativa no es una camiseta que se ponen los filósofos para trabajar, sino un modo de vida que debería ser universal. A partir de la observación, que cada cual decida su destino. Yo he elegido Roma, a donde se llega preguntando.