Irene Pola
Ganadora de la XV edición
www.excelencialiteraria.com
Cuando estoy nerviosa y agobiada, cuando me parece que se acaba el mundo… extiendo mi mano derecha, la miro y la cierro en un puño. Lo repito varias veces mientras inspiro profundamente y me imagino los pulmones que se renuevan, el cerebro enviando estímulos de calma a mis nervios a flor de piel. Una energía renovada me corre por las venas, capaz de doblar mis articulaciones, flexionar mis músculos y lustrar mi piel.
Después pongo la otra mano sobre mi pecho y lo presiono con delicadeza, acunando el corazón, que trabaja y trabaja sin descanso desde que fui concebida.
Como si hubiera sido ciega y de pronto se me abrieran las pupilas, soy consciente de la maravilla de estar viva, de cada latido, de cada respiración, de cada movimiento. Vuelvo a observar mi mano derecha y la vuelvo a extender, considerando que la vida es un tesoro preciosísimo, que no merezco y que en cualquier momento puede acabar.
Estas maravillas de la existencia (derramándose todo el rato, a plena luz, en la oscuridad, allí donde nadie las ve) me recuerdan las cosas importantes. Ahora entiendo que aquello que me agobiaba no tenía apenas valor. En cambio, lo que doy por supuesto (la paz, la salud, las personas a las que quiero, el arte y mis demás pasiones…) no lo quiero perder, pues es el Norte al que debo dirigirme.