Isabel Muñoz
Ganadora de la XVI edición
www.excelencialiteraria.com
Desde que empezamos la pandemia causada por el Covid-19, nos pasamos el día pegados a la televisión. Bien con sed de nueva información, bien tratando de encontrar una película con la que escapar del caramelo amargo en el que se ha convertido el mundo. A los pocos minutos, el programa se pausa de repente y aparece la presentadora de Antena 3 leyendo una hoja: <<Interrumpimos la programación para informarles acerca de las nuevas medidas decretadas para cada comunidad autónoma. Serán las siguientes… >>. Y a partir de las cifras de contagios y muertes a causa de la enfermedad, cada gobierno autonómico ha firmado unas u otras restricciones. Ya nos hemos enterado, volvamos a la película.
Pocas semanas después, en una situación similar, vuelven a interrumpir la programación de la tele para anunciarnos otras nuevas restricciones en vista del aumento de contagios. Las regiones que antes estaban peor, ahora han mejorado en términos proporcionales y se benefician de que las autoridades suelten un poco las riendas. En cambio, las que estaban mejor y disfrutaban de parecidos beneficios han empeorado, por lo que les dan un buen tirón de orejas con un cierre más estricto. Fin del directo; volvemos a la película.
Llevamos en este bucle desde el primer y único confinamiento domiciliario. Por tratar de encontrarle similitud con algo sencillo, parece que estuviésemos jugando a “Dale al topo”. Cuando le sueltan un martillazo a uno de los agujeros del tablero para taparlo, el animal vuelve a asomarse en otro, con gesto de burla, más a la izquierda. Y cuando cubren el agujero de la izquierda, aparece en el del medio. La máquina del topo es España, el topo es el coronavirus y el jugador frustrado que apresa el martillo en la mano es el Gobierno con sus restricciones. Este es el juego del Covid-19, imposible de ganar sin desmontar antes el tenderete. Al menos, eso es lo que se piensa. Pero, ¿no sería más sencillo y eficaz tapar a una sola vez todos los hoyos, y así dejar al topo morirse de hambre en su prisión, sin agujero por el que ver la luz ni ventilar sus corredores?
Las medidas restrictivas en toda España aplicadas con igualdad de condiciones, lo conseguirían. Todas las ciudades perimetradas. Todos los comercios con el mismo horario de apertura y cierre. Todos los ciudadanos en sus casas al caer el mismo sol. Además de evitar la confusión a raíz de los cambios de los cambios de los cambios en su comunidad, región o municipio, estaríamos seguros de que el país iría a una por Norte, Sur, Este y Oeste.
¿Que una ciudad ha mejorado y ya no tiene apenas contagios? Maravilloso. Que siga así. Pero que las medidas no cambien ni se terminen hasta que no se vaya el virus. Es duro, lo sé, pero también es la única manera segura de darle la puntilla. Cuando no haya una sola planta de hospital saturada a cuenta del Covid, ni una cama UCI ocupada por este tipo de infectados, ni sepamos de nuevos contagios, habrá llegado el momento de destapar los agujeros. Mientras tanto, matemos al topo por las bravas.