Coral Fernández-Palacios Arcos
Ganadora de la XV edición
www.excelencialiteraria.com
Algunos de mis amigos están pensando cambiar de carrera. Hace poco tuvimos una conversación acerca de los estudios, en la que hablamos del examen de Selectividad, que hicimos en un lejano 2019. Entre polémicas acerca de si tal o cuál prueba fue más difícil y el recuerdo de nuestras calificaciones, encontramos un punto en común: varios teníamos fresco el texto de una de las opciones del examen de inglés, lo cual es extraño si tenemos en cuenta que han pasado casi dos años desde entonces.
Aquel texto trataba acerca de un término que se ha puesto de moda y que pretende definir un sentimiento que suele acompañarnos a los jóvenes: FOMO, acrónimo de Fear of missing out, que es la sensación de miedo a perdernos algo desconocido que pudiera beneficiarnos y que nos afecta de mil formas distintas. Por ejemplo, el FOMO es lo que padece alguien que no puede aguantar un rato largo sin consultar el móvil por miedo a perderse alguna noticia, información o mensaje; también es lo que le ocurre a quien no sabe decidir entre dos o más posibilidades, ante el temor de poder escoger la peor; mucho más grave es lo que le ocurre a la persona que no quiere comprometer su corazón con nadie, ante la posibilidad de quedarse sin la oportunidad de conocer a otra persona mejor de la que, tal vez, también se enamoraría. En resumidas cuentas, el FOMO nos hace vivir agarrotados ante el miedo a perder.
Cuando la duda nos condiciona, cuando nos asusta no poder estar en todas partes y al tanto de todo, cuando limitamos las expectativas del corazón a causa de las indecisiones, no podemos disfrutar del hoy y el ahora. El FOMO nos limita, al impedirnos experimentar momentos únicos y a precindir de personas que podrían ser fundamentales en nuestro devenir. Por otra parte, si nos entregamos al temor de que siempre pueda existir algo mejor de aquello que tenemos a mano, estaremos permanentemente insatisfechos. No quiero decir que debamos ser personas conformistas; al contrario, siempre hay que aspirar a lo mejor, pero si no aprovechamos del todo aquello que tenemos y somos, ¿cómo conseguiremos alcanzar lo que nos aguarda o para diseñar lo que es mejor para nosotros?
Si bien algunos de mis amigos reconocen que les afecta el FOMO, otros piensan que es uno de esos inventos lingüísticos que pretenden colonizarnos con sinsentidos. Unos pocos, de colofón, afirmaron que lo único que querían recordar de los exámenes de Selectividad fue la fiesta que vino después.