La paradoja del miedo - Excelencia Literaria
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La paradoja del miedo

 

Francisco Javier Merino

Ganador de la X edición

www.excelencialiteraria.com

 

Una vez, cuando todavía estudiaba primaria, atrapé una mosca con la mano. Entienda el lector que lo que ahora parece una estupidez, en ese momento me hizo especial ilusión, como si aquella hazaña me hubiera doctorado en la ciencia de la venatoria. Pasados unos segundos sentí que la mosca había dejado de moverse en el interior de mi puño. Entonces la ilusión se desvaneció, pues temí que el insecto se hubiera muerto o se hubiese escapado. Poco a poco extendí la palma, para comprobarlo, y entonces sí, la mosca huyó por el aire. Aunque no fui consciente de ello, aquel bicho alado acababa de darme una de las lecciones más interesantes de mi vida.

 

Desde la prehistoria, la mayor inquietud a la que se enfrenta el ser humano es la muerte. Este temor condiciona nuestra existencia. Observemos la pandemia: mantiene en vilo a millones de personas y muchas de ellas han optado por encerrarse en casa, acosadas por el miedo a enfermar y perder la vida. Pero no es el miedo a la muerte el único que nos zarandea. En el terreno afectivo, las relaciones tóxicas y los celos generan pánico: conozco muchos novios que espían el contenido del teléfono de su novia (y viceversa) para asegurarse de que le es fiel. También existe el miedo a perder: una de mis mayores pasiones es el fútbol, donde la inquietud ante la posibilidad de que mi equipo sea vapuleado es una constante que me hostiga. Y entre mis miedos confesables, también me asusta que durante un viaje algo salga mal (la posibilidad de perder una maleta, un trasbordo, un avión…).

 

Una de mis aficiones de los últimos años está relacionada con el conocimiento de otras culturas sin tener que moverme de Madrid, gracias a los estudiantes que llegan a España desde otros países. El proyecto Erasmus me ha brindado ocasión de forjar amistades profundas con personas que, por el calendario del programa, se vuelven a su país al final de cada cuatrimestre. Por tanto, el temor a su marcha se hace cada vez más presente conforme avanzan los meses.

 

Creo que es fácil percibir que, aunque suene a paradoja, las cosas que más nos hacen disfrutar son aquellas que, a su vez, nos hacen sufrir. El miedo es consecuencia lógica cuando valoramos aquello que nos satisface y no queremos perder. Pero si dejamos que estos temores nos condicionen, esta paradoja se convierte en algo fatal, pues el pánico a perder aquello que nos hace felices causa el desvanecimiento de la felicidad. Personas angustiadas, parejas infelices, aficionados de fútbol violentos con su propio equipo, viajes llenos de tensión, rechazo a las amistades a distancia… Sin ser conscientes, somos víctimas de la paradoja del miedo.