Francisco Javier Merino
Ganador de la X edición
www.excelencialiteraria.com
Por lo general, no acostumbro a hablar de política en mis artículos. Lo evito porque me gusta que cualquier lector se pueda ver reflejado en lo que escribo, independientemente de su ideología o de su interés de partido. Sin embargo, creo hablar por todos (o, al menos, por una amplia mayoría) si digo que el pasado jueves 6 de mayo los madrileños de nacimiento y de residencia tuvimos el mejor epílogo a la peor campaña electoral regional que seguramente recordemos.
No tildo esas elecciones de catastróficas por el resultado de las mismas. Como he dicho, no está en mi ánimo hablar de política. Estos comicios han sido una tragedia por la deshumanización que hemos vivido durante la campaña.
Recuerdo con tristeza el mitin que VOX organizó en Vallecas, donde las piedras sepultaron a las palabras. Quien pensara que aquello iba a quedar en un incidente aislado no podía estar más lejos de la realidad, pues enseguida llegaron las amenazas a los representantes públicos de uno y otro signo, así como las negativas de los líderes a debatir entre ellos. Lo que debe ser una confrontación dialéctica para que los ciudadanos podamos valorar los pros y contras de cada programa de gobierno, se pareció a una guerra de trincheras.
No cometeré el error de culpar únicamente a los políticos de este ambiente de crispación. No son ellos los que tiraban las piedras en Vallecas. Ni los que introducían balas y cartas amenazantes en los buzones. Ni los que insultan a los que no piensan como ellos en el día a día, más allá de la campaña. Muchos individuos parecen haber olvidado que el mal llamado “adversario político” es otro ser humano con el que comparten un 99 % del ADN y, seguramente, mucho más que eso: unos valores familiares, aficiones preocupaciones… Pero cuando la política salta a la palestra creemos compartir menos similitudes con el “monstruoso adversario” que con un cerdo.
No cometeré tampoco el error de eximir a los políticos de toda responsabilidad. Lo cierto es que podían haber hecho mucho más por racionalizar la campaña. Todavía imagino un universo paralelo y lógico, en el que todos los candidatos condenan las acciones violentas y que están dispuestos a dialogar pacíficamente sobre qué es lo mejor para los madrileños
Cuando supe que la candidata popular, Isabel Díaz Ayuso, se había acercado al hospital para visitar al candidato socialista, Ángel Gabilondo, que había sufrido un problema cardiaco, una sonrisa iluminó mi cara. Las elecciones a la Comunidad de Madrid han sido una serie dramática llena de capítulos de odio y violencia, pero este epílogo feliz demuestra que queda esperanza.