La receta del ganador
Francisco Javier Merino
Ganador de la X edición
www.excelencialiteraria.com
En el mundo en el que vivimos, cada vez más maniqueo, parece que la sociedad se divide entre ganadores y perdedores. La vida se asemeja a una competición continua que, sin embargo, no da opción al empate, y en la que hay que elegir (si se tiene la posibilidad) entre derrotar al prójimo o ser el derrotado. Desde que nos hacemos mayores, nos sumergimos en una constante lucha social, económica e ideológica con los “enemigos” que nos creamos.
La infancia es, probablemente, la única etapa en la que entendemos la vida como un juego en el que participar ya es ganar. Por suerte, envuelta en tu síndrome de Peter Pan, tú nunca perdiste la inocencia infantil. Quizás porque de niña te viste obligada a ceder, dejaste los estudios. Sacrificaste tu futuro para hacer las labores de la casa para que tus cuatro hermanos accedieran a la universidad.
Podríamos hablar de que en aquella época tu caso no era una experiencia aislada. Pero lo cierto es que siempre priorizaste el bien ajeno sobre el tuyo. Supiste ceder para hacer felices a tus cuatro hermanos, a tu marido, a tus tres hijos, a tus siete nietos… y a cualquiera que se te cruzara.
Cuando a principios de este año, en plena pandemia, planee un traslado de estudios a los Estados Unidos, me insististe que no era una buena idea. Pero yo me empeñé, aun sabiendo que iba a hacerte sufrir. Por una vez pareciste imponerte cuando supe que la beca que me iban a otorgar no era suficiente para aquella estancia en el extranjero. Todavía recuerdo con emoción tus palabras: <<Como sé que es tu sueño, te voy a poner la cantidad que falte>>. ¡Qué lección me diste!… Entendí entonces que no debía irme, que mi verdadero sueño era tenerte como abuela y hacerte tan feliz como tú me lo hacías a mí.
Este es solo un ejemplo de lo que ha sido tu vida. Siempre ceder para satisfacer al resto. Como te decía, vivimos en un mundo cada vez más competitivo: quien lea estas líneas podría pensar que haciendo ganar a los demás, siempre perdiste. Nada más lejos de la realidad, porque te has ganado el corazón de todos, sin excepción. ¿Acaso hay mayor victoria que esa?
Cuando este verano nos dejaste, comprendí el verdadero significado de perder. Perdí a mi abuela. Todos los miembros de la familia perdimos a la mejor persona que hemos conocido. Por suerte no te has ido del todo, porque nos has dejado tu receta más valiosa. No la de tus sabrosas croquetas (que también) sino la necesaria para ganar.
(In memoriam de Josefa Medina Murcia, Pepita para todos los que tuvimos la suerte de convivir con ella).