Inés Rosique
Ganadora de la XV edición
www.excelencialiteraria.com
La generación de Cristal está repleta de jóvenes tristes, deprimidos. Basta entrar en Twitter y comprobar que de los cincuenta tweets que estos chicos publican cada día día, cuarenta son mensajes de queja ante la vida, gritos mudos a causa de lo desgraciados que se sienten. Parece que nos hemos convertido en una generación de cenizos, incapaces de encontrar lo positivo dentro de lo negativo.
No creo que se nos considere una generación perdida, pero para los boomers (y los no tan boomers) nuestro estilo de vida no es, ni mucho menos, parecido al que ellos manejaron, donde entre alcohol y pastillas, las fiestas clandestinas de su tiempo eran las que mejor acababan. Una juventud como la nuestra, que también se sobrepasa de continuo con el alcohol, no es una buena juventud, pero, a fin de cuentas y al igual que otras generaciones, nos toca lidiar con lo que nos llega. Aunque como individuos no tenemos nada de especial ni distinto, nuestra forma de entender el mundo es otra. Ni mejor ni peor; diferente. Por suerte o por desgracia, poco a poco los problemas anímicos han dejado de ser tabú entre nosotros, y los entendemos como periodos normales. A lo mejor me defiendo con excesiva vehemencia, pero más allá de la tristeza considero que somos realistas. Eso sí, la forma de exteriorizarlo no es del todo apropiada, lo sé, pero es la que se nos ha proporcionado y de la que somos capaces.
Con todo, creo que también debo resaltar lo bueno de esta generación de Cristal. Me gusta pasar el tiempo con mis amigos, pues somos felices cuando estamos juntos porque nos entendemos. A pesar de que tenemos problemas, sabemos que si permanecemos unidos conseguimos solucionarlos. Mis amigos son personas agradecidas, incapaces de quejarse si lo que les presenta la sociedad sigue aquellos valores a los que les son fieles. A unos les ilusiona una merienda de pan y chocolate en su casa, porque son personas sencillas que saben cuándo tienen que quejarse y cuándo se tienen que callar, conscientes de que hay mucha gente que lo pasa peor que ellos. Al contrario de lo que se pudiera pensar, no se creen el centro del mundo.
Nuestra generación de Cristal sí que es capaz de sacar lo bueno dentro de lo malo, pues los diez tweets restantes de los cincuenta de los que he hablado, no son tristes sino agradecidos por lo que la vida nos da, los amigos que tenemos y por lo que nos ha tocado vivir. Lo que me hace concluir que no podemos criticar un libro por su portada ni una generación por su timeline.