Gaudeamus Igitur - Excelencia Literaria
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Gaudeamus Igitur

Francisco Javier Merino Garach

Ganador de la X edición

www.excelencialiteraria.com

Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus… (Alegrémonos, pues, mientras somos jóvenes…), con esta proclama comenzaba el acto de graduación que, tras cinco años de Universidad y medio de retraso por culpa de la pandemia, finalmente he podido celebrar.

Mientras sonaba este himno característico de las graduaciones, observé dos realidades bien diferenciadas: en representación de la Universidad, el vicerrector y los profesores se ponían en pie, firmes y erguidos, en señal de respeto y solemnidad. Mientras tanto, los graduados permanecíamos inmóviles en nuestros asientos, quizás por nuestro desconocimiento del protocolo, quizás por falta de identificación con la Universidad, quizás por nuestro desacuerdo con el sistema universitario actual.

Comparto con mis compañeros de Economía y Periodismo, como pronunció nuestra representante en su discurso de graduación, que abandonamos la carrera con cierta insatisfacción. El sistema educativo español tiene todavía mucho margen de mejora, sobre todo en términos de pragmatismo. En países como Estados Unidos o Suecia ni siquiera se plantearían que carreras como la de Periodismo tengan más horas de pupitre y apuntes que de plató y cámaras. A pesar de ello, al echar la vista atrás apenas reconozco al muchacho que entró dubitativo en el campus para afrontar su primer día lectivo hace un lustro.

En estos cinco años he aprendido muchas cosas, pero casi todas ellas fuera del aula. Entre otras, que más allá de la enseñanza escolar que recibí, existe un universo de opiniones y distintas formas de ver el mundo. Algunas, por desgracia, expresadas desde la intolerancia; otras, por fortuna, planteadas por jóvenes abiertos y dispuestos a debatir, compartir, aprender, sin necesidad de excluir al prójimo a cuenta de sus ideas. A este segundo grupo debo agradecer la mayoría de los buenos momentos y aprendizajes que he disfrutado en esta etapa recién concluida.

También he aprendido que el mundo es un libro, en el que la Universidad es un párrafo y nuestra burbuja apenas una página. Lo he descubierto gracias al programa Erasmus. Durante un curso, tuve la suerte de comprobar en Roma que conocer a gente de otros países y culturas es sinónimo de aprender. Da igual si esto se hace en un aula, un viaje o una discoteca. Y es que, al contrario de lo que piensan muchas personas (algunas de ellas, principales detractoras del programa Erasmus), aprender y disfrutar son dos actividades perfectamente complementarias.

Quizás el descubrimiento más importante que he realizado, sin embargo, se el que proclama el himno ante el que permanecíamos inmóviles durante la graduación: la juventud es un privilegio con fecha de caducidad. Pero no se entienda la juventud como aún no tener arrugas, sino ese deseo de aprender, convivir, compartir, viajar, querer y, por supuesto, aprender. Gaudeamus Igitur.