Ya está entre nosotros el mejor juego de Quantic dream, que una vez más cumple las expectativas en lo técnico y en lo emocional.
¡Hola, gameLover! Hace poco más de un mes pudiste ver aquí, en OverGame, una entrevista exclusiva con Adam Williams, guionista de Detroit: Become human, la nueva apuesta del estudio francés Quantic dream. Adam nos atendió antes de que el juego llegara a las tiendas y nos adelantaba alguna de las características clave relacionadas con la trama y sus personajes.
Hoy, poco más de dos semanas después de su lanzamiento -el 25 de mayo-, este exclusivo de PS4 ha vendido más de un millón de copias en todo el mundo y ya se ha posicionado como uno de los lanzamientos estrella del año. En España -y computando solo el mes de mayo, es decir, en 6 días- se ha colocado en el top 5 de los juegos más vendidos en todas las plataformas y en el top 3 del ranking de los de PS4, según AEVI. En otros países como Reino Unido ha pasado a liderar la tabla directamente y el éxito se repite en tantos otros territorios. Para hacernos a la idea de la trascendencia de estas cifras, uno de los anteriores títulos del estudio -y tal vez el más popular hasta ahora-, Heavy rain, tardó cinco semanas en alcanzar este soñado millón de unidades.
Estamos ante una propuesta que ha agradado tanto al sector crítico de los videojuegos como a los jugadores, convirtiéndose en uno de los títulos que recordaremos durante mucho tiempo. Yo he tenido la oportunidad de jugarlo en profundidad y me ha encantado. Y creo que a ti también te gustará.
Primero pongamos en contexto la magnitud de esta producción, con un equipo de 180 personas que ha trabajado durante 4 años seguidos, con una capacidad técnica impresionante y contando con los mejores avances en motion capture hasta el momento, creando más de 37.000 animaciones registradas durante los 250 días que duró la grabación con un elenco de casi 300 actores y con más de 2.000 páginas de guión para una historia que se ramifica y varía en función de las decisiones que vayas tomando sobre la marcha. Nos podríamos tirar así todo el día, repasando interesantísimas cifras sobre lo que supone haber creado esta obra maestra. Pero, créeme, es mejor que inviertas tu tiempo jugándolo.
Cada partida es un mundo
Si leíste mi anterior artículo sobre Detroit: Become human conocerás más profundamente la trama del juego, su contexto, el de sus personajes (Kara, Connor y Markus) y la base que utiliza como sistema de juego: la toma de decisiones, que derivará la historia y la longitud de esta aventura interactiva hacia diferentes destinos.
Como ya comentó Adam en la entrevista, se presentarán diferentes puntos durante su argumento en los que existirá la posibilidad de que muera uno, dos o los tres de los personajes. De hecho a mí me pasó. Sin la intención de spoilear ningún detalles te puedo contar que en mi primera partida perdí a Markus, el líder de la resistencia. Me dio rabia, sinceramente. Markus es tal vez el personaje que más bruscamente y mejor presenta la evolución de considerarse un esclavo de los humanos a sentirse un ser libre, alentado incluso por su propio dueño. Perderle a él primero, después de todo lo que había sufrido por intentar labrar un camino hacia la libertad, fue duro. Y veréis que utilizo términos como “sufrir” o “ser” porque cuando estás jugando es muy fácil que te olvides de que estás manejando a tres androides y que, al final, el objetivo para todos es “vivir”. Máquinas que tienen la necesidad de tener las mismas opciones que los seres vivos. Porque, a parte de lo físico -donde se presentan externamente idénticos a nosotros (excepto por la unidad de procesamiento, que parpadea y cambia de color como el LED de un disco duro y que está ubicada a la altura del ojo derecho), su divergencia comienza a mostrar signos de vitalidad, a sentir sensaciones, a experimentar algo por lo que nunca habían pasado.
Ya muy cerca del final, prácticamente en la escena anterior al episodio final, pierdo a Kara y a Connor. Así, de golpe. Todo provocado por las diferentes (y malas) decisiones drásticas que había ido tomando a lo largo de todo el argumento. Supongo que jugué a decidir precisamente lo contrario a lo que hubiera decidido en la vida real. Y no es fácil hacerlo. Porque a lo largo del juego tomaremos muchísimas decisiones. Algunas de lo más irrelevantes, otras -las que realmente marcan nuestro destino-, son las que provocan que los hechos sucedan de una forma u otra. Como ya sabíamos, hay cientos de combinaciones de finales posibles y si te pasa como a mí y te quedas con las ganas de ver lo que realmente deseabas que pasara, solo tienes que volver atrás, rejugar capítulos clave y cambiar la historia. Eso afectará a todo lo que te vuelva a quedar por delante, por lo que tendrás la sensación de estar jugando al mismo juego y con los mismos personajes, pero con la posibilidad de crear un futuro diferente. Y aquí cada uno elige su destino, aunque sea inconscientemente.
Jugando con lo emocional
Si algo caracteriza a las grandes aventuras de Quantic dream es su ímpetu por ensalzar lo emocional. Porque al fin y al cabo el amor es lo que mueve el mundo (dejadme ser idealista, por favor). En mi caso pensaba que mi personaje e historia favorita sería la de Kara y su relación con Alice, la niña de la que cuida. No sé, tal vez sea porque soy padre y pensaba que iba a ser lo que más iba a conectar conmigo. Pero no fue así.
La historia que presenta cada uno de los personajes es tan grande, tan profunda y tan diferente que siempre estarás deseando que llegue la siguiente escena para ir intercalando entre los tres protagonistas. Finalmente, el que más me enganchó fue Connor, un androide agente de la ley que se encarga de investigar a los divergentes para encontrar la causa de su comportamiento. Suena tan frío como parece y es el que más me ha impactado. Tal vez porque es el único que intenta ceñirse a su papel de androide y a su cometido. Verle luchando ideológicamente contra sus principios de programación básicos es completamente contradictorio, tal y como lo es verlo en Kara y Markus, pero en la figura de Connor se ensalza más. O por lo menos es así como yo lo he interpretado. ¿Y sabes qué? Que lo mejor es que probablemente a ti te pase con otro personaje. O no. Porque aquí, como en todo, la decisión la tomas tú. Y no la tomas al final del todo, lo vas haciendo durante toda la aventura, casi sin darte cuenta.
Es apasionante a la vez que inquietante. Comprobar como el ser humano es igual en 2038, que en 2o18, que en 1945. Si lo has jugado seguramente entiendas mejor lo que estoy intentando explicar. Teniendo un juego donde las historias que cuenta juegan un papel principal, es difícil conseguir que quien lee estas líneas consiga sentir lo que yo he sentido jugando con esta experiencia. Y tampoco quiero destriparte el juego. Me gustará que eches tu primera partida y que vayas descubriendo esta sensación que describo a medida que juegas, mientras van pasando las horas. Porque todos tenemos a una Kara, a un Connor o a un Markus dentro. Incluso un poquito de cada uno.
Por cierto, podrás elegir entre dos tipos de dificultad, cuya única diferencia es el tiempo que se otorga a la hora de tomar las decisiones. La verdad es que a veces son tan, tan trascendentales que se agradece algunos segundos extra para tomar la decisión correcta. Que correctas son todas, ojo, tal vez podríamos referirnos a ellas como las “decisiones que menos culpables nos hacen sentir”. Porque sí, a veces te ves obligado a elegir por descarte.
Un imprescindible en tu colección
Estamos viviendo una época dorada en el mundo de los videojuegos. La cantidad y calidad de títulos que se están concentrando este año (y el que viene, según las presentaciones que nos ha regalado el E3 en los Angeles), es apabullante. Llega un momento en el que decidir qué juego escoger se hace complicado ante tanta propuesta. Pero si ahora mismo tienes la opción de poder hacerte con una buena historia, con un juego que te enganche, de esos que te pidan seguir jugando cada día, de los que consiguen hacerte sentir la inquietud de volver a jugarlo para conseguir el final que deseas, ese es Detroit: Become human.
Un videojuego redondo, también con pequeños defectos y con alguna fisura argumental intencionada -de esas a las que su director, David Cage, ya nos tiene acostumbrados-, pero rozando la perfección en global. A mí me ha gustado tanto que estoy deseando que alguien levante la mano y anuncie nuevo contenido adicional relacionado con alguno de sus múltiples personajes secundarios, ya sean androides o humanos. Esta historia da para mucho y me da la sensación de que ha pasado volando delante de mis narices, a pesar de haberla jugado con muchas ganas y sentirla intensamente como solo puede conseguir una joya así. Ojalá.
“Me llamo Kara. Me llamo Connor. Me llamo Markus. Esta es nuestra historia”.
Detroit: Become human es un videojuego desarrollado por Quantic dream y publicado en exclusiva para PS4 por Sony Interactive Entertainment. Está clasificado como PEGI 18 en el sistema europeo de contenidos para videojuegos.