Tenemos canarios, la hembra de color blanco y el macho marrón con el pecho rojizo, ella ha incubado tres huevos diminutos sobre un lecho de pajas que ha preparado. El macho la alimentaba llevándole comida en el pico y cuando ella salía a beber, él se ocupaba de vigilarlos.
Por fin un día fueron saliendo de la incubadora dos canarios parecidos a su padre alegres y juguetones.
Como hace calor mi hija les puso un recipiente con agua para que se bañaran, es divertido ver cómo se metían y aleteaban dentro, moviendo sus alitas sin parar, así un día y otro….
Pero hoy ha sucedido una tragedia, en un descuido un canario ha salido de la jaula y saltando entre las plantas de la terraza, ha salido volando hasta perderse de vista.
¿Dónde estará, se habrá caído al jardín…?, ¿y si se lo come un gato…?.
Mi nieta y mi hija han cogido un salabre y han bajado desesperadas para buscarle, nada, le han puesto agua y comida por si vuelve, pero nada….
“Abuela, ¿se lo habrá comido un gato?”. “No, imposible”, le he dicho: “el pajarito estará volando, yendo de árbol en árbol hasta encontrar donde refugiarse, pero lo más importante es que por fin ha recuperado su libertad”.