Hoy es el día de los disfraces. Una costumbre que sobre todo está arraigada en México y en otros países de América y Filipinas. En España en realidad no está arraigada esta costumbre, pero la gente se disfraza cada vez más, las tiendas venden máscaras de muertos, telas de araña, cadáveres, trajes de brujas, etc.
En los colegios los alumnos van disfrazados y compiten entre ellos, sobre todo los pequeños, para ver quién tiene el aspecto más terrorífico.
En el tercer mundo no hacen falta disfraces, o mejor dicho, hay un disfraz único, son los rostros del hambre, de la miseria, del olvido…
Los políticos también se disfrazan todos nos ofrecen lo bueno, lo bonito, lo barato: “ya está aquí la recuperación económica”, nos dice el presidente del Gobierno disfrazado de mago. El partido de Pablo Iglesias, que son los de Podemos, con sus sueldos millonarios, se ponen el disfraz de trabajadores, de los jóvenes en paro, de los sin casa, para asegurarles que con ellos las cosas van a cambiar.
Las materias primas empiezan a escasear, los países que suministran el petróleo lo suben de precio y mandan menos de lo que se necesita. En las calles la gente va disfrazada con la mascarilla acechada por la pandemia…
El problema más importante lo tenemos en La Palma; la isla se está cubriendo con un manto negro y rojo que sale de sus entrañas amenazando devorarlo todo. Hay llanto y angustia de los que se han quedado sin nada, sin sus recuerdos, sin esperanza.