Dejamos el coche en lo alto de la presa del pantano de Navacerrada. En frente el pueblo y a lo lejos la Sierra de Guadarrama cubierta de nieve hasta la falda de la montaña.
Hacía mucho frío, pero el cielo estaba despejado sin nubes con un azul intenso.
La excursión consistía en atravesar andando todo el pantano hasta llegar al pueblo.
En la orilla paseaba la gente con sus perros que corrían felices chasqueando con sus patas entre la grava del suelo.
Había que andar con cuidado, buscando la parte más seca y nos equivocamos. Subimos hacia arriba alejándonos del agua y nos metimos entre la hierba que crecía alta, cubriéndonos hasta el tobillo, yo iba con bastones de montaña tanteando el terreno para buscar el sitio más sólido. A la derecha teníamos el río Guadarrama que, aunque no es ancho no pudimos cruzarlo y continuamos hacia arriba durante un tiempo que nos pareció eterno, hasta que por fin llegamos a un puente de madera construido para facilitar el acceso al pueblo.
El camino estaba muy animado con familias que salían a pasear al campo. Buscamos un sitio para comer. Era sábado y todo estaba reservado. Al volver una esquina vimos un hotel con una terraza al sol llena de gente comiendo. Una camarera nos acompañó a una mesa cubierta con un mantel blanco impecable. Comimos un plato de fabes y otro de chuletas de cordero lechal, de postre un flan y café, el sol seguía calentándonos al socaire del viento….
Volvimos al coche bordeando el pantano sin problemas y regresamos a casa cansadas pero felices.