Cabalgan junto a los tanques al mando de un cerebro desequilibrado de ojos fijos y cara aplastada.
Ha invadido Ucrania para destruirla y lo está consiguiendo. Ha mentido cuando dijo que sus bombas solo atacarían objetivos militares pero los proyectiles caen sobre la población civil, que huye con lo puesto hacia las fronteras para poner a salvo a sus hijos.
Cientos de fallecidos quedan atrás, atrapados en sus casas. Los que no pueden huir se refugian como pueden en los sótanos de los edificios. No hay comida, no hay medicamentos… Los médicos y las enfermeras hacen lo que pueden para salvar a los heridos.
El éxodo es el mayor de este siglo en Europa. El presidente de Ucrania se mantiene firme animando a los hombres a defender su patria. En las fronteras jóvenes y mayores se preparan para luchar. Es un pueblo valiente.
Ni la OTAN ni Naciones Unidas pueden intervenir con sus tropas. Su ayuda consiste en enviar a las fronteras de Ucrania armas y medicamentos. Han intentado el diálogo para acabar con la guerra. Las principales empresas y bancos que operaban en Moscú se han marchado. La población rusa empieza a no tener comida y los que se manifiestan contra la guerra acaban en la cárcel.
En todos los países las calles se llenan de manifestantes contra una guerra que amenaza a la humanidad.
Es David contra Goliat
La sinrazón del déspota contra un mundo que quiere convivir en paz. Muchos hombres se quedan en Ucrania. A sus 97 años, el tenista más longevo del mundo sigue en su país y les dice a los que le invitan a marcharse: “Esta es mi tierra y me quedo con mis hijos dispuesto a todo. Si hace falta moriré por mi patria.”