Por fin he descubierto la disciplina de la que soy experta, la del me gusta o no me gusta. «La última vez fue ayer», de Agustín Márquez editado por Candaya, me gusta; me gusta mucho. Además, en este pequeño reducto que es mi especialidad se puede opinar sin miedo a equivocarse. Solo hay tres libros que me han hecho reír, que no sonreír. Soltar una carcajada sonora, breve y seca. La primera la recuerdo como una risotada constante y fue leyendo «Sin noticias de Gurb» de Eduardo Mendoza. En una segunda ocasión, la segunda me la arrancó «Margarita Dolce Vita» de Stefano Beni, y la última vez fue ayer con Agustín Márquez. Es la forma de escribir, el ritmo de la narración, los tres tienen algo en común: con pocas palabras dicen mucho.
Voy a repetir de nuevo el título del libro para que no se olvide. «La última vez fue ayer» es un relato sembrado de tristeza pero que está protagonizado por un chico de gran fortaleza que hace gracia de la desgracia. Un joven de barrio que en los años 90 ve cómo la ciudad empieza a absorber ese pequeño feudo del que todos los vecinos son dueños y donde todos se conocen. Una pequeña zona en un mapa que te atrapa a ti y al resto mientras ves cómo acaba con el futuro de unos y cómo otros escapan para no caer en sus redes.
Es un texto precioso que se lee muy rápido, puedes calcular unas tres o cuatro horas si vas a toda máquina. Pero hasta en una segunda y tercera lectura reparas en detalles nuevos. Porque desgranar los sentimientos no es tarea fácil. Nuestro protagonista ha perdido a muchos seres queridos, probablemente contagiados por el barrio. Chico B, Chico A, Chico D, mamá, papá, abuelo. Luego volvemos sobre ello. En este relato no hay nombres, solo algún que otro apodo, porque lo importante es lo que cada uno ha aportado a Chico principal.
«A veces en el barrio se confunde lo común con lo normal. Se confunden porque en ocasiones se visten con las mismas telas. El camello vive en el cuarto puerta primera del portal 22. Es un tipo común: simpático, ni muy extrovertido ni muy introvertido, viste con vaqueros y camisetas de publicidad de marcas de bebidas, no lleva cadenas en el cuello ni relojes caros, en su muñeca luce un reloj Casio. Calza zapatillas impopulares. Va limpio pero no huele a perfume. Se peina hacia atrás pero no se echa gomina. Fuma Fortuna, el tabaco bueno de los tabacos baratos. Y conduce un coche de tercera mano»
Estamos en un barrio olvidado, de esos que no interesan a nadie hasta que a nadie se le ocurre explotarlo como una mina de oro. Los hay en todas las ciudades, sobre todo en las grandes. Allí pasan muchas cosas porque ningún vecino pasa desapercibido: el del quiosco, el informático, la prostituta, el camello, el farmacéutico o la vecina del cuarto. Todo se une y se separa a la vez, todo está vivo y muerto a la vez. Dentro, y entre ellos, no hay prejuicios, esos llegan de fuera cuando cruzan la frontera. Vienen a cambiar lo establecido, a reventar una tranquilidad que a la vez perturba.
La muerte está muy presente en estas páginas. Aunque uno de los protagonistas sea la barriada me da la sensación de que hay algo mucho más profundo entre líneas. Chico principal ha luchado ferozmente contra la pérdida, se ha construido a sí mismo a partir de ella. Quizá me equivoque, pero es una herida que no se le ha cerrado del todo. Siempre hay algo que lo vuelve a hundir momentáneamente y tiene que buscar la forma de volver a salir a flote. Quizá chico principal lo intenta a través del recuerdo desde la primera línea. Pero traer al presente ciertos momentos vitales no es fácil. Quizá es que todavía no ha encontrado a la persona con quien hacer resurgir esos sentimientos aletargados. Podría ser su amiga Yessi, que no se llama Yessi.
«Hay gente que continúa yendo a misa los domingos, aunque muchas personas han dejado de ir porque han comenzado a creer en un dios fiduciario. El centro comercial que han abierto hace dos meses forma parte del proyecto de modernización del barrio. Es una gran superficie sin identidad con dos pasillos largos. En uno de los pasillos hay desde tiendas de ropa o de joyas hasta negocios de prótesis. El otro pasillo está repleto de cafeterías, bares y restaurantes de fast food, por lo visto se está poniendo de moda la falta de tiempo y hablar en inglés en lugar de soltar latinajos»
Pero lo que más me ha gustado a mí del relato de Agustín Márquez es todo lo que gira en torno a Chico A. Un personaje lleno de inquietudes, de intereses que, entre otras cosas, el barrio absorbe. No diré más sobre el asunto, creo que es una parte demasiado importante de la novela como para andar haciendo spoilers en un blog. Pero espero despertar en otros el interés suficiente por descubrir quién es y qué le pasa a Chico A y qué siente hacia él Chico principal. Presta atención porque te puedes confundir con Chico B, pero no, para mí, Chico A es el verdadero protagonista de esta historia.
Titulo: La última vez fue ayer
Autor: Agustín Márquez
Editorial: Candaya
Fecha de Publicación: 2019
Número de Páginas: 156
Precio: 15 €