Siempre me gusta contar de qué forma llegan a mí los libros, me divierte buscar magnetismos esotéricos entre ellos y yo. Norman Douglas no me decía nada y entiendo que a quien dejó abandonado «Viento del sur» en una mesa de la redacción tampoco. Estoy segura de que si ella o él hubiera o hubiese tenido un pellizco de curiosidad, mezclado con un enchochamiento de iniciación, que navega entre el amor odio, con Nabokov, no lo habría dejado pasar. Yo jamás habría descubierto quién era Douglas de no haber sido por Nabokov.
Este hallazgo también hay que agradecérselo a Editorial Estática, actualmente «en hiato», como dicen sus editores, Ismael Belda y Guadalupe Sexto. Mal que nos pese, en España el sector editorial es una selva injusta. La cosa es que lo descubrí, y desde entonces me quedé para siempre en la isla de Nepente, embotada por ese siroco que envuelve todo de magia. Un mundo quimérico que también sedujo a Vladímir hasta convertir «Viento del sur» en una de sus novelas favoritas. Personajes altamente imperfectos, debates acalorados sobre asuntos espinosos que hoy se resolverían con insultos en redes sociales, todo bañado de misterio, ironía e incomodidad.
«La falta de agua, a la luz de la evidencia, puede verse como un infortunio considerable. Hay zonas en África donde se cambian mujeres y niños por una taza del líquido elemento. A favor de los habitantes de Nepente, debe decirse que soportan su suerte con ecuanimidad e incluso con alegría. El vino no cuesta nada en la isla. ¿Por qué quejarse de los caminos inescrutables de la Providencia? ¿Por qué estar sediento, por qué estar sobrio, cuando fácilmente puede estar borracho como un señor?»
No sé qué más puedo aportar en esta tarea que es difundir un libro cuando ya fue reseñaddo en su día por Virginia Woolf, y que tan bien resumió en unas pocas líneas. «Cojamos a todas las personas interesantes y excéntricas que podamos imaginar; pongámoslas en una isla del Mediterráneo fuera del dominio de lo rutinario pero sin llegar al dominio de la fantasía; hagamos que digan de forma desvergonzada todo lo que se les pase por la cabeza; que discutan sobre todo y pongan en práctica todo capricho o prejuicio; añadamos […] disertaciones sobre duques medievales, gastronomía, educación, manantiales, arte griego, millonarios, moralidad y género, y envolvamos el conjunto en una exquisita atmósfera de piedra volcánica y olas azul profundo, de aire cálido y estimulante por el viento del sur».
No es un libro para leer de una sentada. Al menos a mí me ha gustado disfrutarlo, leerlo con calma y tranquilidad, analizando todo lo que Douglas nos dice a través de las gentes de Nepente. Precisamente uno de los atractivos del libro son esos debates en los que intentamos desbrozar lo que cada personaje piensa hasta dar con el autor. Pero es imposible. Jamás descubriré qué pensaba Norman Douglas sobre la mujer y la feminidad, la religión o la amistad, pero es divertido imaginárselo. Sobre todo teniendo en cuenta lo polémico de algunos de los juicios escritos.
«Preguntarse si un hombre puede nacer en un momento inoportuno –dijo el conde Caloveglia- es un problema académico y, por consiguiente, es un problema que no existe para mí y, por consiguiente, es un problema, Keith, cercano a su propio metafísico corazón. (…) Ningún gran hombre ha nacido nunca demasiado pronto o demasiado tarde. Cuando decimos que una época no estaba lo bastante madura para tal o cual persona célebre, estamos confesando de forma implícita que precisamente ese hombre era necesario, y no otro. ¿Nacieron en la época equivocada Giordano Bruno o Edgar Allan Poe? Desde luego, ninguna generación los ha necesitado de forma tan imperiosa como la suya. Solo los idiotas nacen en la época equivocada… y ni siquiera ellos. Porque ¿dónde estaríamos sin ellos?»
El viento del sur que da nombre a esta novela cobra vida entre sus páginas llenando todo de misterio. Hay quienes hablan de trama escasa, yo creo que estamos ante una impresionante red de tramas. Una principal, la que recorremos de la mano del padre Heard, y muchas secundarias junto a Ernest Eames, la señora Meadows, Keith o el Conde Caloveglia. Además de la isla y sus tradiciones, otro de los grandes atractivos que funciona como una historia más.
Gran trabajo el de Estática al rescatar esta novela inédita para los que no somos capaces de leer en otros idiomas que no sean los natales. Me encantaría que sortease sus obstáculos y nos agasajasen con otros libros del autor, pues hablan muy bien por ahí de «Old Calabria», uno de sus libros de viajes. Es una pena que también «Viento del sur» vaya a quedar en pausa, pero quizá esto sirva para que algunos se lancen a leerlo en otras lenguas y otros tengan la suerte de dar con uno de esos pocos ejemplares que se distribuyeron cuando Ismael y Guadalupe se lanzaron a la aventura.
Título: «Viento del sur»
Autor: Norman Douglas
Editorial: Estática
Año de edición: 2018
¡A leer!