Hace poco un muy amigo, con buen debate, me dijo que no invertía tiempo en leer autores menores de 50. Basaba su afirmación sobre todo en la costumbre de caer una y otra vez en lo autobiográfico, que ya empieza a ser característico de la generación más joven. Yo sí les dedico parte de mi tiempo, posponiendo lecturas en ocasiones más útiles, por el placer que sientes al descubrir escritores y escritoras jóvenes responsables. Y digo responsables porque hace semanas me agencié una cita de Ursula K. Le Guin que dice que «toda muestra de permanencia supone responsabilidad».
Ce Santiago es uno de esos escritores jóvenes y responsables. Si cae en lo autobiográfico, lo disimula. Su primera novela «El mar indemostrable» nació para ser confinada. Pura depresión posparto para el autor que ha tenido que esperar casi medio año para tener un retorno en condiciones. Porque, no nos engañemos, cuando algo es incorregible a todos nos reconforta recibir alguna felicitación que confirme que lo que hemos hecho gusta. Y por fin empiezan a llegar esas respuestas, porque este primer retoño literario ya está en librerías bajo el sello de La Navaja Suiza (os puedo prometer que no tengo acciones).
Hay otra cita de Ursula K. Le Guin que me recordó esta obra de Ce por lo metafórico, «sobre el ritmo de la prosa y la ola que rompe y se asienta en la mente». La sensación al leer «El mar indemostrable» es comparable a estar dando vueltas bajo el agua cuando te engancha una lagarteira; una angustia que sólo cambia cuando ya tienes la cabeza fuera. Pero que se repite una y otra vez. El ritmo camina entre la templanza de una mujer cansada, la pérdida de la inocencia de un niño y la iracundia de un lobo de mar ebrio.
«Cierto día muere tu padre. Cierto día dejas la escuela a las ocho para limpiar unas escaleras a cambio de un bocadillo de mortadela y para ayudar en casa. Cierto día muere tu madre. Cierto día no parece mala solución dejarte hacer. Cierto día descubres que la semana escasa que pasa en tierra la pasa borracho, y cierto día encaras un cúmulo de ciertos días que equivalen a la asunción de que moverse es lo mismo que ir a ninguna parte, y que eso es peor que, al menos, estar en algún lugar. Y a eso se reduce todo. A estar. Simplemente. A nada más. Porque mejor estar que ser olvidando, que se es»
La historia es secundaria, pero cada personaje posee unas cualidades que cambian el tempo de la narración. Una familia cuyos integrantes están ligados al mar a través del padre y cabeza de familia. Un mar que los ha trastornado sin que se den cuenta, un mar que lo envuelve todo. Momentos de calma, marejadas, el batir de las olas en las rocas de los acantilados convirtiendo el agua en espuma blanca. Todas esas sensaciones están ahí, las viven los personajes y las vivimos nosotros. Pero lo interesante es el juego con el lenguaje.
Por momentos te dará la sensación de estar leyendo en voz alta, con tu cabeza repitiendo las palabras que Ce ha puesto en boca de sus protagonistas; sobre todo en sus conversaciones de taberna. Algo que también me pasó con «Vacas a viva voz», de la tan mencionada Ursula K. Le Guin. Me parece algo increíble que un autor nos lleve a su terreno y nos haga recitar sus palabras. Las descripciones son especialmente visuales, si te descuidas hasta olorosas. Percibes los ambientes en los diferentes escenarios, te envuelve en ellos. El viento cambia constantemente embruteciendo el mar para después llevarlo a la calma. Lo que está claro es que el mar atrapa y quienes se han pasado toda su vida en comunión con él no son capaces de dejarlo pasar.
«La parte del casco que queda por encima de la línea de flotación se llama «obra muerta».
En efecto, para todo ser acuático la cubierta es un lugar al que se va a morir: nada sino la muerte aguarda a cuanto salga del mar.
La parte que queda sumergida, no podía ser de otra manera, es la «obra viva», porque vida ha de haber si la muerte ha de ir en su busca. Y, no podía ser de otra manera, obra muerta y obra viva, se aúnan, como la muerte y la vida, para conformar un único ente a flote (milagrosa e ilusoria condensación de objeto y palabra) en el universo para el cual ha sido concebido»
Estamos ante un texto mágico que recoge muchas de las influencias de su autor; como lector y como traductor. En él integra a la perfección algunas ideas que ya fueron desarrolladas por otros escritores de los que no se quiere olvidar (Heine, Hawkes, Sukenick, Carson…); por eso sus páginas están plagadas de referencias con notas a pie. Y es que, como él dice, cuando decidió ponerse a escribir en serio se dio cuenta «de que la mejor manera de aprender a escribir es ver cómo lo hacen los mejores y las mejores». Y, aunque discrepo en lo de aprender a escribir, pues no creo que eso se pueda hacer, lo que está claro es que todo lo que le han enseñado esos autores ha tenido un efecto positivo en «El mar indemostrable», su primera, y espero que no última, novela.
Título: «El mar indemostrable»
Autor: Ce Santiago
Editorial: La Navaja Suiza
Año de publicación: 2020
Precio: 16,90 €